xvii. The Mikaelson Curse

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capítulo xvii. la maldición mikaelson

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La confusión nubló su mente por completo.

Se sentía desorbitada. ¿Lo más desconcertante? Es que no se trataba de que estaba perdida en algún lugar físico, sino más bien en su mente. Le parecía ilógico como podría sentirse tan aislada dentro de su propia mente; pero es ahí donde Andrea se equivocaba. Su mente no le pertenecía en ese momento, ella era un medio para un fin; su mente era el escenario perfecto para dejar un mensaje que fuese lo suficientemente conciso.

La escena era borrosa. No podía ver el paisaje con claridad, pero sí podía ver la niebla dispersando a la altura de sus tobillos. Le dio escalofríos. Era un ambiente frívolo.

Andrea quiso despertar, empero no pudo.

—Tan temerosa como los de tu especie, ¿no eres nada especial, no es así?

Cuando la voz resonó en sus oídos, Andrea buscó con vehemencia la portadora de la voz. El tono y el acento le sonaban tan distantes como desconocidos.

— ¿Quién eres? —se atrevió a preguntar a la nada.

—Lo sabrás pronto.

Andrea bufó—. Lo quiero saber ahora.

—Pero no estás listas, querida —no sabía por qué razón la voz se colaba como un eco en su mente. Era como sí ella quisiese que las palabras se quedarán impresas—. Ninguno de ustedes está listo.

Andrea siguió mirando a la oscuridad que la rodeaba. Su mente comenzó a trabajar deprisa, entonces cayó en cuenta: ¿Resultaba casualidad que Ayana fuese poseída el día anterior y que Andrea tuviese éste encuentro anónimo? Podría ser, pero Andrea estaba aprendiendo; Nueva Orleans traía sorpresas, y los muertos también.

— ¿Fuiste tú la que poseyó a Ayana?

La risa que le siguió jamás dejaría la mente de Andrea en un futuro lejano.

—Eres inteligente, pero no lo suficiente.

Andrea trataba de concentrarse en el latido de la desconocida, pero era en vano. En un sueño tan real como ese, la oportunidad de que la creadora del hechizo pudiese dejar una pista era como encontrar una aguja en un pajar. No había rastros que la licántropo pudiese seguir, o al menos hasta que su voz volvió hacer eco en su mente.

—En mis tiempos se utilizaba un cuervo para enviar mensajes, ¿podrías hacer de mi cuervo, Andrea Labonair? —ante el silencio por parte de la loba, la mujer agregó—. ¿O debería usar a la bruja exiliada para ello? Ciertamente, le daría significado a su insípida vida.

The Queen ━━ Elijah Mikaelson [1]Where stories live. Discover now