2. Alicia - "Ave robótica"

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77 DÍAS PARA LA REPRODUCCIÓN OBLIGATORIA.

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Me pierdo en el movimiento de alas de un ave robótica en la anchura del cielo, tan libre y despreocupada que nada excepto volar parece importarle. Yo también desearía ser como un ave errante que escapa hacia el horizonte sin ningún otro propósito más que perseguir al sol y alejarme para siempre de la jaula en la que he sido cautiva desde mi nacimiento.

No obstante, si lo pienso de una forma realista, las aves robóticas no tienen otro propósito que decorar el cielo y emular a las especies aladas que existían en el mundo antes de la Gran Guerra Bacteriológica. No pueden ir más allá de sus límites establecidos, su mundo entero es trazado por sus creadores.

En efecto, soy como un ave, pero no un ave real.

Soy un ave robótica.

—Alicia, no me estás prestando atención.

Desvío la mirada de la ventana y la dirijo a los ojos oscuros de mi madre. Ella bebe una taza de té helado con limón. Se ve tan joven que perfectamente podrían confundirme como su hermana menor. Nos parecemos mucho: ambas tenemos el cabello liso y negro, rasgos del medio oriente y la piel morena.

—Disculpa, estoy algo distraída. —Agacho la mirada y bebo un sorbo del jugo de frutos procesados que tanto me gusta.

—Siempre con la cabeza en las nubes. —Ella emite aquella risa falsa que le caracteriza—. Te contaba que los padres de Carlos nos invitaron a navegar en yate en las costas de Nueva Dubái el próximo fin de semana. 

Navegar en Nueva Dubái es lo más aburrido entre lo aburrido. ¿Qué sentido tiene hacerlo si no podemos traspasar los pilares limítrofes y adentrarnos en los mares lejanos? El único motivo real por el cual los ricos navegan es presumir sus lujosas e inútiles embarcaciones.

—Lo sé, Carlos me lo dijo. —Regreso la mirada al cielo—. Honestamente, no tengo ganas de ir.

Los padres de Carlos, el señor y la señora Scott, han sido buenos conmigo desde que me conocieron. Hemos sido vecinos de toda la vida en Athenia, una de las tantas villas ubicadas en las afueras de Libertad. Carlos y yo nos aproximamos cuando ambos teníamos diez años, desde entonces hemos sido inseparables. Iniciamos como amigos, nos convertimos en novios y pronto seremos un distinguido matrimonio.

Los Scott son una de las familias más adineradas y poderosas de todo Arkos. Abraham Scott, padre de Carlos, forma parte de la poliarquía que lidera nuestro país. Es el más importante de los gobernadores. Cassandra Scott, esposa del gobernador y madre de Carlos, es la directora del Departamento de Reproducción del Hospital General de Libertad.

El gobierno obliga a los habitantes a tener dos hijos en vida, a menos que paguemos una cantidad de dinero millonaria para eximirnos de la segunda ronda de reproducciones obligatorias. Los Scott decidieron concebir solamente a Carlos, debido a que la señora Cassandra estaba demasiado dedicada a su carrera profesional para ser madre por segunda vez.

Tener un único hijo es un privilegio que solo los más adinerados pueden ostentar.

Mientras que la situación económica de los Scott es envidiable, la de mi familia pende de un hilo al borde del rompimiento. Mi padre, Oliver Robles, es el dueño de AutoMax, una destacada empresa de automóviles ecológicos y sustentables. Debido al lanzamiento de SkyBus, corporación especializada en vehículos aéreos de alta gama, nuestra empresa familiar está yendo a la quiebra. Si aún no ha quebrado, ha sido gracias a la generosa cooperación del gobernador Scott y a la estrecha relación de nuestras familias.

Prohibidos [En físico]Where stories live. Discover now