2. Se conocen

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La mansión de los Elric, completamente moderna y majestuosa. Uso equilibrado de tecnología, en armonía con la naturaleza. Enormes rejas en la entrada custodiadas por guardias de seguridad, quienes de inmediato reconocen el vehículo del dueño de la casa y presionan el botón para que éstas lo dejaran pasar. Se ve al flamante híbrido negro del año recorrer el enorme jardín hasta la puerta principal de la casa.

Un viejo hombre rubio de lentes y ojos dorados desciende sin esperar que su chofer le abriera. A pesar de lo peligrosa que Ciudad Central se ha vuelto en los últimos años, el hombre no anda con escolta ni se la pone a su único hijo. Ser el dueño de la mayor empresa farmacéutica de Amestris, le basta para hacer un trato con quienes le surten de ciertos ingredientes necesarios para una fórmula que desarrolla en secreto, permitiéndole a cambio recorrer con amplia libertad las calles de Central.

Cuando llega ante la elegante puerta un delgado hombre de cabello cenizo abre cogiendo en seguida su abrigo y portafolio para colocarlos en su lugar.

— Falman ¿dónde está mi hijo? —Van Hohenheim.

— El niño Edward ha estado en su habitación desde que regresó del colegio, señor.

El hombre detiene su rápido andar para cambiar de dirección.

— ¿Cómo? ¿No ha salido?

— No, señor.

El padre sube las escaleras preocupado pues su hijo no acostumbra quedarse quieto en algún lado y mucho menos encerrado en su habitación. Algo tiene que estarle pasado. Sin pensarlo más va a su encuentro.

Después de dar un par de toques en su puerta, gira la perilla y se asoma.

El hombre mayor lo encuentra sentado en la alfombra concentrado en un juego de video.

— ¿Se puede?

Ante el llamado, el adolescente apenas si ve de reojo la puerta y vuelve los ojos al televisor.

— ¡Hola papá! ¿Qué tal el trabajo?

— Muy bien hijo ¿qué tal el colegio? —termina de cerrar la puerta.

— Bien, lo de siempre —dice mientras intenta pasar al siguiente nivel.

Su padre observa con asombro la destreza del chico con los controles.

— ¿Seguro no sucedió nada?

— No ¿pooor...? —el chico permanece mirando el televisor para no perder detalle.

— Bueno estás aquí.

— No me dieron ganas de salir, es todo.

— ¿Necesitas algo? —Hohenheim siempre que quiere hacer sentir mejor al niño le hace la misma pregunta dando al chico todo lo que le desease.

— No, papá. Ya te dije que estoy bien —enfrentando la mirada de su padre, es hasta este momento que se permite poner en espera al juego.

— Solo quiero que estés contento, hijo. No me gusta verte triste.

— Son suposiciones tuyas, papá. No me pasó nada hoy, no necesito nada y no estoy triste —termina de enunciar con enfado.

— Si así fuera no dudes en decirme. Lo que sea, mi sol —Hohenheim se da vuelta para salir pero antes de poder hacerlo escucha su llamado.

— ¡Papá! Ahora que lo mencionas... —el chico repentinamente recuerda algo importante—. Hoy me ayudaron con el cambio de bujías de mi moto.

El hombre mayor sonríe y voltea con nuevos ánimos.

— ¡Motocicleta nueva, eh! ¿Ya estás listo para una Harley o tienes alguna otra en mente?

Arrancarse el corazónWhere stories live. Discover now