❝ Donde Rubén y Clara son algo más que, padre e hija...❞
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☞C O N T E N I D O S E X U A L
Los ojos color miel se comenzaron a llenar de lágrimas. Rubén abrazó a la castaña, protegiéndola de todo.
— Mi amor, ¿qué pasa? — Besó la cabellera de su hija. — ¿Maia? — Preguntó con lágrimas en sus ojos, estaba tan confundida. — Dijiste que yo era la única... — Se aferró a Rubén, quién solo la miraba. — Mi amor, eres la única. — Besó su frente. — ¿De dónde sacaste ese nombre? —, preguntó Rubén, para luego acariciar la cabeza de su hija.
Clara sentía como su mundo se estaba derrumbando, como todos la estaban olvidando. Pero Rubén, él no podía dejarla, ella lo amaba tanto. Estando tan cerca uno del otro, podían sentir sus latidos, por ambos lados acelerados como si hubieran corrido por minutos. Los ojos de Clara estaban fijos en los de Rubén, eso ojos color avellanas con un esmeralda, creando una enorme confusion a la hora de definirlos.
— Clara, respóndeme. — Aferró aun más su cuerpo con el de la pequeña. — Maia, tú asistente, papá. _ Sollozó en su hombro. — ¡Fuiste con ella! —, gritó y alejó ambos cuerpos. -— Clara, calmate. — Suspira. — No conozco a ninguna mujer que se llamé así, solo tú madre y ella ya no está con nosotros... — Bajó su cabeza, recordando a la madre de Clara. — ¡No hables de mamá! —Volvió a gritar y esta vez salió corriendo.
Sin equivocarse de escalón, corrió hasta su habitación, quitando las lágrimas, al llegar respiró profundo y abrió la puerta, la cerró y se aseguró con una llave.
— Mamá, mamá, mamá... — Repite sin cesar. — Mama, mamita. — Abraza sus rodillas y sin dejar de llamarla hace pequeños movimiento adelante y atrás, meciéndose ella misma. — Mamá... — Repite por última vez, al soltar aquella palabra un silencio invade el cuarto de Clara, dejándola sentir tantos ruidos. — ¡No molesten! —, gritó ante tal situación.
Clara, no quiere madres adoptivas. Ella está enferma y su madre no está, cuando el auto acelera y se escapa, había permanecido en un hotel dos semanas por un supuesto dolor de cabezas, no podía alejarse de Rubén, ella estaba enferma.
— Clara, abreme. — insistió Rubén. — Podemos hablar, y arreglamos todo, mi amor. — propone Rubén, ligeramente angustiado por el comportamiento. — Hija, toma tus pastillas, ya sabes lo que dijo el doctor. — Suspira, ahora completamente angustiado.
— ¡Me importa una mierda lo que diga ese estúpido doctor! —,responde a los gritos. — ¡Mamá! —, vuelve a llamarla.
En ese preciso momento, Rubén baja las escaleras, buscando la copia de llaves, Clara podía cometer una estupidez, y se culparía toda su vida por no evitarla. En el pequeño cajón, comienza a buscar, quitando todo tipo de papeles y objetos que no le sirven de nada, los nervios no le juegan a su favor, no la encuentra la copia que con tanta desesperación busca en ese momento, los gritos de Clara se hacen audibles en todo la sala de estar, nuevamente los nervios aumentan, en ese momento un dolor, vence a Rubén, obligándolo a rendirse y cierra los ojos, sosteniendo la parte adolorida de su cuerpo, sigue luchando por evitar un gran error de Clara, pero no se puede mover, se le dificulta hasta respirar, se forma un pequeño charco de sangre, rodeando el cuerpo de Rubén, y aun así nadie responde, sus latidos se hacen cada vez más pesados, e inposibles de sostener.
— ¡Emergencias! —, grita la cocinera con el teléfono en sus manos. — Por favor, el señor Doblas está inconsciente en el piso. — Le comunica a la enfermera que atendió el telefono. — ¡Está cubierto de sangre, vengan! —, la desesperación que le invade a esa pobre mujer era enorme, sin poder hacer nada, observando como Rubén pierde tanta cantidad de sangre, ve el final del castaño.
