O8; Suavidad

2.5K 448 76
                                    

Me estaba volviendo loco. Aquel hombre que me tenía como esclavo me llamaba prácticamente todos los días para que me desnudase delante suya y poder masturbarse al mirarme.

Al principio no era más que eso, devorarme con la mirada hasta que se corría sobre mi piel. Me pedía que le abrazase con las piernas o que acariciase su pecho por encima de todos los ropajes, y aprendí que Min necesitaba contacto físico, de alguna manera, para llegar al orgasmo. Le gustaba llevarme al borde de la desesperación y creo que más le gustaba aún cuando me negaba a ser tocado por sus manos, demasiado finas y suaves para ser las de un capitán pirata. Parecía que le gustaba ver cómo yo, erecto y jadeante por sus mordiscos y besos en mi piel, luchaba contra mis propios deseos e instinto y le rechazaba con algún comentario cruel o mi silencio.

Luego, tras cansarse de no obtener más respuesta por mi parte que una considerable erección, me empezó a ordenar que le tocase y masturbase con mis propias manos. También me obligaba a decir todo lo que se me pasaba por la cabeza cuando estaba con él en esas... condiciones. Como es de esperar en un grumete, obedecía a regañadientes. Cedía y al principio lo único que le decía era la repulsión que me causaba y lo pervertido que me resultaba cada vez que hacía eso. Que no valía como persona, que era un cerdo sin escrúpulos ni respeto. Pero él seguía masturbándose, y a veces hasta soltaba una risa burlona y se acercaba más a mi cuerpo.

Me obligaba a adoptar algunas posturas, algunas poses, dependiendo de lo que quería ver para su autoplacer. La mayoría de veces era estando recostado en su escritorio y separando mis piernas. Él se sentaba y observaba cada centímetro de mi anatomía. Repugnante. 

... Realmente, no logro entender en qué momento empezó a gustarme lo que hacía conmigo.

-----

Ahí volvía a hallarme: en su camarote, sentado sobre su regazo y frotándome contra el bulto de su entrepierna, actuando como si no me gustase hacerlo ni como si yo tuviese el mismo problema entre las piernas. Como si esa orden hubiese sido una tortura para mí.

—Park, más arriba... ahí. Justo ahí... —Susurraba mientras apretaba uno de mis muslos hasta dejar señalados los dedos y yo me restregaba con insistencia contra él—. Buen chico...

Y yo cerraba los ojos y me dejaba elogiar en silencio, completamente enrojecido por si era capaz de notar que aquello hacía tiempo que dejaron de ser órdenes. No es como si me gustase hacer ese tipo de cosas... pero me resultaba excitante saber que puedo provocar todo eso en otra persona. En mi entorno, siempre fui tratado como algo muchísimo inferior a un ser humano, ¿cómo iba a poder conseguir aquello en el capitán? ¿Cómo podía verme... atractivo?

Definitivamente, odiaba a Min, pero esos encuentros me subían el ánimo y la autoestima, aunque luego tuviese que masturbarme en silencio fuera de su alcance.

—Date la vuelta —Susurró aquello dejando de devorar mi cuello y yo gruñí como respuesta, poniéndome en pie para volver a sentarme de nuevo sobre su entrepierna erecta, esta vez dándole la espalda. Sentí sus labios por mi hombro y nuca y volví a balancearme sobre él, frotando ahora mi trasero contra su miembro, aún bajo la ropa—. Estás muy callado hoy, ¿tanto te está gustando?

Mis mejillas ardieron y tragué saliva.

  —M-mi capitán es un pervertido y eso me gusta... —Dije en voz baja con intención de que no me escuchase. Y creo que así fue pues no obtuve respuesta.

Su mano se adelantó y acarició uno de mis muslos desnudos, ascendiendo la palma de ésta hasta mi erección... y sentí cómo me acariciaba y masturbaba. Con un gemido avergonzado, me corrí casi al instante de ser acariciado por la mano del mayor. Fue un orgasmo demasiado precoz, demasiado.

¿Por qué era tan suave? Hacía tiempo que no me tocaba nadie, cielos, qué vergüenza. Me puse rápidamente mis harapos y salí del camerino casi corriendo con todo el rostro encendido y ardiendo hasta doler, y sin ninguna orden previa, empecé a fregar para despejarme. Pero mis brazos y piernas no tenían fuerzas y mi mente no dejaba de pensar en el capitán.

Por qué a mí.

One Treasure 《YoonMin》Where stories live. Discover now