CAPITULO 27: Decisiones.

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La tarde había pasado muy lenta, pero la luna ya estaba resplandeciéndonos con su brillo hermoso. El reloj marcaba las diez de la noche y yo aun no me encontraba en casa. Ya era muy tarde por lo que Yolanda me dijo que no había problema que me quedara en su casa. Hablé con mi mamá y después de un discurso de que me cuidara y hacerme prometer que al día siguiente estaría por allá en medio día colgó.

Los empleados empezaron a limpiar el jardín, no había basura por los suelos pero las mesas tenían botellas, vasos y platos, además que las bolsas de frituras.
Yo me encontré en la puerta que daba al jardín trasero mirando hacia la piscina, sentada en el escalón. No había mucha diversión, Yolanda estuvo platicando mucho tiempo con su mamá y Flor y Azul no se quedaron. Sin saber cómo y cuándo Jorge desapareció a mitad de la reunión después de haber recibido ese golpe del Señor Serrano.
¿Por qué lo había golpeado?
Aun seguía con esa incógnita merodeando por mi mente. Su acción no fue de lo más común, porque de pronto él me ignoraba y en otro momento golpeaba a su hermano por besarme, porque quise creer que ese fue el motivo. Después de haberlo visto muy enfadado saliendo de la terraza no lo encontré de nuevo por ningún lado. Era abrumador y a la vez frustrante. Solo quería que me respondiera y sacara de dudas, lo odiaba por haberme ilusionado con su estúpido comportamiento y abandonarme a mí y a mí tarado corazón por su esposa fugitiva.
Eran las once y media cuando sentí a Yolanda llegar, ella me dijo que podía dormir en la habitación de huéspedes porque su mamá se quedaba con ella. Lo admití enseguida, me alegré de que Julian no durmiera con la arpía venenosa.
Le agradecí con una sonrisa, ella volvió adentro y me dejó sola con mis pensamientos vagos.
— ¿No puedes dormir?
Su voz causó ese efecto tan usual en mí. Volteé a verlo y respondí encogiendo de nuevo mis hombros.
— ¿Estás molesta?
No respondí, quería golpearlo exactamente como lo había hecho con Jorge. Aun que mi puño no le dolería tanto como el de él porque ¡Vamos! Soy un fideo a lado de él. Volví a mirar al frente.
—No puedes dejar de hablarme así porque sí — Afirmó. Caminó a paso lento junto a mí y se detuvo, se inclinó hasta quedarse sentado justo en donde yo estaba.
— ¿Qué quieres que te diga? — Fue lo único que pronuncié. Noté como el ceño de Julian se frunció y sus cejas se juntaron.
Estaba confundido. Justo como él me ponía.
— Lo que sea.
Solté una risita sin pisca de humor.
— ¿Lo que sea? —Pregunté y me puse de pie— ¡Bien! Eres un idiota.
Intenté escapar e irme de ahí para ir a mi habitación pero de movimiento sigiloso Julian Serrano se puso de pie y me acorraló en la pared. Sus brazos eran una jaula para mí y su cuerpo una cadena que me apretaba.
De nuevo nuestros alientos se mezclaron provocando un nuevo aire. Los ojos chocolates me examinaron como siempre lo hacían.
¿Por qué debía quererlo?
Que estúpida fue al tan siquiera plantearlo. Porque ¡Por dios! Tenía más de diez años que yo.
— No escapes — murmuró frotando sus labios con los míos. Oh, como me encantaba sentirlo de esa manera —. No esta vez.
No me resistí. Lo intenté, luché con uñas y dientes contra las emociones y sentimientos que mi cuerpo había desarrollado en ese momento, rogué que no sucediera lo que temía pero no sirvió de nada, por impulso me acerqué a él y atrapé sus labios.
Me respondió.
Era la era del infierno. Nuestros cuerpos ardieron en el segundo después de entregarnos mutuamente. Las manos carnosas y gruesas de Julian se pasaban por todo mi cuerpo con desesperación, como si quisiera hacerme saber que era él o que me grabara su tacto para reconocerlo en cualquier otro día.
Mis manos pasaron de su pecho ancho a su nuca, su cabello era tan suave y brilloso. Me encantaba como todo él.
— Te deseo tanto.
Y yo también lo hacía.
Estaba segura de hacerlo, quería entregarme a cuerpo completo a Julian Serrano.
— Quiero hacerlo.

>>conтιnυará<<

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Dias de Otoño *Adaptada* /Orian/Where stories live. Discover now