CAPITULO 18: Realidad

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Maratón 2/3

Era la tarde de domingo. Habían pasado dos semanas donde no me había presentado a trabajar pero sabía que ya era la hora de regresar. Necesitaba el dinero y don Paco me había dicho que podía volver cuando quisiera y que comprendía mi situación pero que no esperara recibir preferencia, sea como sea era una más de las empleadas. Lo comprendía.

Debía trabajar horas extras si esperaba recibir más dinero por las propinas. Para mi fortuna la gente no dejaba de llegar, pedían, pedían y pedían. Lo malo de la situación es que debía ir de un lugar a otro transportando la comida en la charola temiendo chocar con alguien y derribarla.
Las horas siguieron pasando, calculando en mi mente tenía más de trescientos pesos de propina. Éramos cinco chicas de meseras y con la cantidad de gente que asistía las ganancias eran equivalentes. Antes de salir del trabajo, me cambié rápidamente. No me gustaba trabajar horas extras porque salía sudada y acalorada. Miré el reloj de mi muñeca y marcaban las siete de la noche en punto. Sin duda un día agotador.
Como de costumbre, saliendo del trabajo fui directamente a mi casa, mamá estaba cocinando unos huevos preparados para cenar. Tal vez haya sonado egoísta pero se sentía bien saber que ella se había alejado del alcohol. Lo que realmente dolía era lo que tuvo que sucederle para que supiera que lo que hacía estaba mal y que la consumía lenta y silenciosamente.
— ¿Cómo te fue en el trabajo, mi amor? — Preguntó ella, saludándome con un ligero beso en la mejilla. Me encantaba cuando lo hacía.
— Bien — respondí dejando el bolso en el sofá de la sala —. El día estuvo muy movido y las propinas fueron buenas.
Ella sonrió: — Gracias a Dios.
Asentí, tomé asiento en la mesa donde ya estaban servidos dos vasos con jugo.
— Por cierto... — canturreó desde frente a la estufa. Me lanzó una mirada cómplice y enarcó una ceja—. Ha llegado un ramo de flores para ti.
— ¿Para mí? — Pregunté con suma sorpresa. Jamás alguien me había regalado uno. Ni en mi cumpleaños ni tan siquiera cuando fue la graduación de la primaria y la mitad de los padres de mis compañeros llevaron uno a sus hijas. Pero eso ya no importaba, estaba justo ahí. Un ramo gigante de flores postrado en la mesita a un lado de la del comedor. Era hermosa... no me salían las palabras.
Mi mamá se acercó a mí, hasta el punto de llegar justo a un lado. Metió la mano entre dos tallos de flores y sacó una pequeña nota rosada, al parecer envuelta con un listón amarillo.
— Venía con esto. No la abrí — aseguró.
Agradecí que no lo hiciera. Capaz y era un tipo de broma y decía algo pervertido. No quise imaginarme lo que vendría a continuación si mis suposiciones fueran ciertas. Internada en el convento de monjas.
Tomé la nota de entre los dedos de mi mamá, de verdad quería que fuera cierto y no una estúpida broma. Emocionada, quité el listón que la envolvía, bajé la hoja que cubría la frase '"Te quería regalar los más bello de este mundo pero como es tu sonrisa mejor te doy estas flores" — EI.
Me pregunté qué es lo que significaba EI. ¿Un admirador? ¿Un psicópata? ¿Amigo del trabajo? ¿Una empresa?
— Eso fue muy romántico — Habló mi mamá. Parecía que estaba contenta por mi pero aun podía notar la desconfianza que habitaba en su cara —, no sabía que salías con alguien —. Mencionó ella restándole importancia. 

  Le ayudé con los platos que llevaba en las manos

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  Le ayudé con los platos que llevaba en las manos.
Ni yo estaba segura. Aun no tenía en claro lo que el Señor Serrano y yo manteníamos. ¿Una relación? ¿Acaso podíamos? Lo cierto era que desde el primer momento en que lo vi y me lancé para impedir que llamara a la policía me encantó. Sus ojos chocolate me hechizaron por completo. Ese momento sentí una atracción tan grande que quería continuar viéndolo, como si se hubiese vuelto una parte de mi vida que no podía hacer a un lado y solo ignorar.
— No lo hago — Lo dije porque era verdad. Puse ambos platos con comida sobre la mesa.
Ella frunció el ceño. Sabía que no me creyó.
— Te lo juro — insistí —. Ni tan siquiera sé que puede significar EI.
— Tal vez un Eduardo Ibañez.
¡Oh no! ¡Ese no!
Eduardo era un tipo odioso que según él llevaba enamorado de mí los últimos cinco años. Era mi vecino de cuatro casas a un lado y el chico más horrible de todo el universo. Incluso existían los rumores que aun comían sus mocos y pegamento. Aparte de que él no era nada romántico. Se la pasaba molestando para mostrarme su amor, un día su estúpida cabeza le dio para pegarme un chicle en un mechón de cabello. Esa tarde que regresé del colegio mi mamá no estaba así que yo sola tuve que cortármelo, había quedado como si un chango lo hubiese masticado. Lo bueno que cuatro años fueron suficientes para arreglarlo.
Al término de la cena, le dije a mi mamá que yo me encargaba de recoger los trastes que habíamos ocupado y quedaron sucios. No tardé más de media hora cuando ya estaba arreglándome para dormir. Exactamente eran veinte minutos para las nueves. Ni tan tarde pero tampoco temprano. El día siguiente tenía clases.
Estaba a punto de colocarme la pijama cuando una llamada entró a mi celular.
'Número desconocido'
Con desconfianza, le di en responder a la llamada y puse la bocina en mi oreja.
— ¿Te gustaron las flores?
El tono de su voz fue lo suficiente para hacerme estremecer hasta las puntas de los pies. Así que había sido él.
— Me encantaron — respondí honesta.
—Eso es bueno.
Me reí nerviosamente.
— Es verdad lo de la nota — confesó.
Dejé que soltara un suspiro continuando en silencio.
— ¿Por qué el 'EI'? — Tuve el atrevimiento de preguntar.
Julian soltó una risita que hizo que mis bellos se erizaran. Ese hombre era total perfección. — Ezequiel Itria, nena. Pensé que ya sabías mi nombre completo... ya sabes anotándolo en tu libreta junto a muchos corazones.
No tuve la respuesta en ese momento, pero su comentario había hecho que mi estómago fuera invadido por monos voladores.
Así que en ese momento me armé de valor suficiente para preguntarle lo que en mi mente deambulaba como un vagabundo sin hogar en el mundo. — ¿Julian?
Lo escuché asentir con un sonido proveniente de su garganta.
— ¿Qué es lo que somos? Quiero decir... ¿Tenemos algo?... No es que lo quiera... digo... si lo quiero pero... tú eres...
— Soy un hombre común que desea a una mujer — me interrumpió—. ¿Estás diciendo que quieres una relación de novio y novia? Porque si es así, no puedo dártela... Lo siento Oriana. Pensé que lo tenías en claro. Soy el papá de tu mejor amiga...

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Odio recordar que es el papa de la amiga de Ori!


Dias de Otoño *Adaptada* /Orian/Where stories live. Discover now