CAPITULO 4: Esperanza del Corazón

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Exactamente no sabía lo que en realidad me ponía nerviosa, si los ojos mieles del señor Serrano o tan solo su presencia.
Lo seguí hasta un auto estacionado en la parte derecha de la mansión. Amablemente él abrió la puerta del copiloto y me indicó que entrara con un asentimiento de cabeza acompañado de una sonrisa.
- ¿Así que dónde te llevo? - Preguntó al instante después de cerrar la puerta de su lado al subir.
- A mí casa.
Él me sonrió, y me sentí tonta al saber lo que dije casi por impulso. Porque ¡Valla! Era obvio que debía llevarme a mi casa. Le sonreí de vuelta y bajé la mirada.
-Eso lo sé. Me refiero que me des la dirección.
Dudé en si permitir que me llevara hasta allá. No es que sea una mala persona pero de verdad me daba un poco de pena llevar al Señor Serrano hasta el barrio pobre donde vivía. ¿Y sí no me dejaba juntarme más con Yolanda?
Probablemente era la única amiga que tenía ya que si hablaba con otras personas pero solo de un 'hola' y 'adiós'
- ¿Y bien? - Insistió.
Después de eso no pude resistirme más. Le dije donde vivía y me sorprendió que sabiendo ya donde era no pusiera una expresión rara. El camino fue extrañamente raro. No hablé, ni tan siquiera me preocupé en iniciar una conversación. ¿Qué podía platicar con un señor probablemente veinte 20 años mayor?
El señor Serrano no lucía para nada viejo, apenas y se podía apreciar la barba corta. Si lo miran con atención no pareciera mayor de los treinta pero era casi imposible, porque me negué a creer que tuvo a Yolanda a los diez años.
Seguí observándolo. Las luces de las farolas que nos daban cada vez que el auto avanzaba más resaltaban el color dorado de sus cabellos. El señor Serrano llevaba un corte bastante juvenil, con copete y todo.
- ¿Qué?
Su voz me interrumpió. No me había dado cuenta que por segunda vez me había pillado hasta que habló.
- ¿Qué de qué? - Fue lo que dije en respuesta.
>>No admitir, jamás<<
Él volvió a sonreír - ¿Por qué me miras tanto?
La manera en que lo preguntó fue tan natural, como si estuviera acostumbrado a acosos visuales, y bueno, sabía que Yolanda ya había invitado a Flor y Azul no era de extrañarse que ellas lo hicieran.
- Eso no es cierto.
El señor Serrano lanzó una carcajada. Me sentí muy pequeña.
¡Se estaba burlando de mí el muy cabrón!
- Entonces, ¿Dices que soy un mentiroso? - Eso lo dijo enarcando su ceja derecha. No me di cuenta en qué momento el auto se había detenido. Eché un vistazo rápidamente por la ventanilla y gracias a Dios reconocí el lugar, era el parque que quedaba a cinco cuadras de mi casa.
-Absolutamente no. Solo digo que lo que usted dijo no es verdad - Me quedé en silencio un breve momento, luego continué - Gracias por traerme señor, Serrano.
Intenté abrir la puerta pero él me detuvo, primero miré mi brazo donde él me sujetaba y después sus ojos. No me cansaba de decirlo, eran hermosos. Porque no eran un color castaño popo, sino unos color castaño, uno como el chocolate. Tan transparentes que puedes entrar en ellos sin ningún esfuerzo, y yo lo había hecho. No sabía si él me había dejado la llave de la puerta bajo el tapete o simplemente utilicé un seguro. Pero definitivamente no me gustó lo que vi.
Era pura tristeza.
- No me dirás que vives en un parque ¿Verdad?
Yo negué algo turbada. - Puedo caminar, faltan cinco cuadras.
- Entonces, te acompañaré.
Antes de que me pudiera negar él se encontraba fuera del auto. Hice lo mismo, y puso seguro a todas las puertas con la llave. Cuando llegó junto a mí, supe que era el momento de seguir el camino. De nuevo silencio.
Los callejones estaban casi vacíos, solo vagabundos andaban por ahí. Tratando de encontrar calor con la fogata que intentaban hacer con los residuos que coleccionaron todo el día.
Sin darme cuenta ya estábamos frente a mi casa. Los focos estaban encendidos así que supe que mi madre estaba, rogué internamente en que durmiera y si estaba despierta que por favor en sus cinco sentidos. El señor Serrano me acompañó hasta la puerta, saqué la llave de mi mochila pero no corrí con tanta suerte. Mi mamá abrió antes de que pudiera insertarla en la cerradura. Su cara era transparente, desde unos metros atrás podía notar su grado de alcoholismo. Sus ojos estaban rojos, su rostro pálido y llevaba con ella un olor tan asqueroso.
Y cualquier chica en mi lugar sé lo que hubiese hecho. Intentar repararlo y decir que era la casa equivocada o que la persona que estaba ahí dentro era un desconocido pero no era mi caso, no importaba lo que pensaba aquel hombre. Era mi madre y me preocupaba por ella en todo momento. Pero lo que vino a continuación no me lo esperaba, ni en mil años.
- ¡Llegaste! - Soltó, apenas y se podía mantener de pie - Ella me dijo que me habías abandonado pero yo sabía que no.
-Señor Serrano - Me dirigí a él. Su rostro era un total poema, si antes pude ver lo que sus ojos reflejaban en ese instante no corrí con suerte, su vista era inerte, sin expresión, algo que me diera una pista de lo que pensaba - Creo que lo mejor es que se retire. Gracias por traerme.
- ¿Quién es tu amigo, Oriana? - Dijo enfatizando la última palabra - Es demasiado apuesto. ¿Te conseguiste un empleo? - Tomó mi rostro con sus manos frías y negó con la cabeza -, No, hija, no caigas en la prostitución. - Empezó a reír.
- ¡Mamá! - le reproché lo más avergonzada que podía estar.
- Cuídese Oriana - Fue lo último que dijo, antes de regresar a su auto, caminando por las mismas calles por donde vinimos.
Agradecí que el señor Serrano se fuera, no esperé muchos minutos para atender a mi madre. Ella lucía peor que antes.
Así que la llevé hasta su cuarto y la metí a la tina.
Me encargué de enjabonar su cabello rubio, corto. Deseé que sus ojos pudieran reflejar lo que sentía con la misma intensidad que los del señor Serrano. Estaba quieta, sin decir nada, solo recibiendo las caricias que yo proporcionaba a sus cabellos.
No pude más, lloré en silencio. Me pregunté a quien se refería cuando dijo 'Ella me dijo que me abandonaste' ¿Por qué alguien tan siquiera le dijo algo como eso? Jamás lo hubiese hecho.
- No llores mi cielo - Pidió ella, aun ebria.
Negué intentando formar una sonrisa en mi rostro. - Solo es que me tallé los ojos con manos de jabón.
- ¿Arruiné tu cita?
Reí sin una pisca de diversión. - El señor Serrano no era mi cita, mamá. Es el papá de Yolanda.
-Tu cabello luce más castaño.
Y entonces mis ilusiones de que ella se preocupara por mi se desvanecieron, así como el jabón de su cuerpo cuando eché agua.

>>conтιnυará<<


Chicasss se que tienen muchas dudas y muy pocas respuestas pero yo tampoco las sé! yo no lei la novela, la voy leyendo mientras la subo osea que se tanto como ustedes :)

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Dias de Otoño *Adaptada* /Orian/Where stories live. Discover now