CAPITULO8: Débil

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  Dos días después de aquel acontecimiento en el auto del Señor Serrano era viernes.
Falté a clases, sabía que era una acción demasiada inmadura pero no podía presentarme destrozada. Sé que tal vez si hubiese sido algo más valiente hubiera podido enfrentarlo, pero no pude, fui débil. Dejé que me rompiera con tan solo pronunciar esas palabras.
Yolanda, me llamó los dos días que no fui a clases. Incluyó el mensaje donde avisó que por fin pasó el examen de Lengua extranjera. Traté de imaginarme ahí con ella festejando y gritando, pero solo estaba en mi cama. Para completar los malos días, mamá estuvo mucho peor. El jueves, cuando llegó a casa estaba irreconocible, incluso me golpeó en la cara y reclamó. Fueron probablemente las palabras más hirientes después de las del Señor Serrano.
Que estuviera en mis días de decepción y no de gloria no cambio mucho las cosas, incluso las empeoró. Mi ánimo fue de menos el ochenta por ciento, lo que complico las responsabilidades de casa.
La mañana siguiente no mejoró en nada. Decidí ir por la despensa porque en el refrigerador y en la alacena literalmente ya no había nada. Dejé una nota, por si mi madre regresaba antes que yo y salí. Lo primero que compré fueron las verduras, revisé cada tomate antes de echarlo a la bolsa. Crucé la calle, y una tienda de vestidos llamó mi atención pero lo que más me atrajo fue esa voz tan conocida para mí.
Cuando volteé no pude evitar lo que vino por consecuencia.
Yolanda estaba sujeta del brazo de su padre dentro de la tienda pero por el mostrador. Al parecer habían ido de compras porque ella tenía en su mano derecha una bolsa café que no reconocí la marca. Intenté salir de ahí pero fue demasiado tarde.
— ¡Oriana! ¡Dios! Pensé que habías muerto.
El señor Serrano frunció el ceño desde el mostrador. De un segundo a otro Yolanda ya se encontraba revoloteando frente a mí.
— ¿Por qué no fuiste a clases? Estaba preocupada, no contestaste mis llamadas.
Fingí una sonrisa y respondí: — Yo... no pude ir porque... porque mi mamá se enfermó — Mentí descaradamente. Me puse nerviosa al notar que el Señor Serrano caminaba hacia nuestra dirección, la entrada del lugar.
— Hola Oriana.
— Hola señor Serrano — Respondí casi en susurro. Me confundió la manera en que me había hablado como si nada de lo que sucedió dos noches anteriores hubiese sucedido.
— ¿Estarás ocupada hoy? Lola y Mariel irán hoy por la noche, haremos una pijamada. Te quise invitar ayer pero no fuiste.
Recordé las palabras del Señor Serrano 'Quiero que te alejas de mi hija' Así que tenía que inventarme algo, algo bueno, que sonara cortante pero no grosero. No podía ir a la casa, porque estaría desobedeciendo la segunda petición 'No quiero que te acerques a mi hermano' y por obvias razones, probablemente estaría en su casa.
— Estaría bien que fueras, Oriana. Es una noche de amigas, y veo que Yolanda te aprecia mucho.
Mi cara fue un total poema tras escucharlo hablar.
¿Cómo?
Desconfié de mis recuerdos, de mi cabeza. ¿Y sí yo armé todo ese lío? Primero me decía que me alejara y ahora alentaba la invitación de Yolanda. No supe si fue por no armar sospecha, para parecer cortes o simplemente para que cuando estuviera en su casa asesinarme.
— Yo... no sé...
Yolanda me agarró del brazo — ¡Por favor! ¡Por favor! Será divertido.
— Es que mi mamá, a ella no le gusta que salga sola tan noche — volví a mentir. Pero era mi única opción.
— Si quieres podemos llevarte ahora a tu casa a llevar eso, empacas lo necesario y vienes con nosotros. — Propuso el Señor Serrano.
¿Qué es lo que trataba de hacer? Me estaba volviendo un revoltijo la cabeza.
— ¡Sí! Qué buena idea papá. ¿Por favor, Oriana?
— Está bien.
Los tres caminamos hacia el auto del Señor Serrano, que estaba en el estacionamiento de la plaza comercial. Miré el reloj de mi muñeca y apenas marcaba las tres de la tarde. A paso lento llegamos por fin hasta el lugar. Subimos al auto y nos dirigimos al destino, que era mi casa.
Durante el camino, hubo silencio por nuestra parte. Solo se escuchaba las canciones que se escuchaban en la radio que Yolanda encendió. No pude comenzar una conversación, no quería tampoco. En mi mente solo se paseaban las oraciones de confusión y ansiedad al querer saber que mierda sucedía. Por qué de pronto el Señor Serrano cambió de opinión o que es lo que tramaba.
En un dos por tres, ya estábamos frente a mi casa. El señor Serrano apagó el carro y solo me dedicó un intento de sonrisa.
— En un momento regreso, no me tardo.
Corrí hacia hasta la entrada, y en cuanto entré cerré por detrás. Dejé las verduras en el lavadero de la cocina y me dirigí a mi habitación. No dudé ni un momento en echarme agua en la cara en cuanto me encontré en el baño. Después de segundos, metí lo necesario en una pequeña maleta.
Cepillo de dientes, ropa de dos días, un traje de baño, peine, mi cargador y mi pijama.
Antes de irme eché un vistazo a la habitación de mi madre pero no se encontraba.
Bajé de inmediato.
Subí al carro de nuevo y les dije que estaba lista.
La tarde pasó prácticamente volando en la casa de Yolanda, el Señor Serrano en cuanto nos dejó arrancó. Había recibido una llamada de su despacho y tuvo que irse, lo que agradecí inéditamente porque se me hacía incomoda la situación.
A las siete de la noche, Lola y Mariel llegaron. No había rastros del hermano menor del Señor Serrano. Me enteré que Lola lo tenía como amor platónico.
Las chicas decidieron preparar minis sándwich, palomitas y vaciar todas las bolsas de papas en tazones. Todas ya nos habíamos puesto la pijama. Mariel tuvo la idea de ver películas de Terror.
Subimos las cosas y ya eran las once.
Yolanda tiró una colcha en el suelo y fue donde nos situamos.
Media hora más tarde, Mariel ya había quedado rendida en los brazos de Morfeo y Lola bostezaba pero ella decía que aun no tenía sueño. Seguimos comiendo y viendo la película.
Casi al final, no lo soporté más. Las escenas que pasaban eran sangrientas y más que miedo tenía asco al ver tanta sangre por todos lados.
— Iré por mas bebidas — Avisé poniéndome de pie — ¿Alguna quiere más?
— Trae para ambas — dijo Yolanda — y más palomitas.
Rodé los ojos, bromeando y tomé el tazón. Negué al ver como ellas disfrutaban de aquellas escenas tan brutales.
Bajé cuidadosamente al piso uno. No quería despertar a quien sea quien estuviera durmiendo. Era demasiado tarde.
Llegué a la cocina y lo primero que hice fue vaciar el refresco en los tres vasos, metí las palomitas al horno y esperé.
Lavé los platos que habíamos dejado antes de subir, al parecer la señora de la cocina se había marchado y no quería dejar algo sucio y que el señor Serrano se enfadara.
Faltaban aun dos minutos para que estuvieran listas las palomitas. Refregué los platos con jabón y empecé a enjabonarlos.
— Debiste hacerme caso Oriana.
En cuanto escuché su voz, me corazón latió desenfrenadamente con amenazar salirse de mi cuerpo. Giré lentamente para encontrarme con sus ojos cafes. No pude descifrar lo que expresaban. Él estaba recargado en la barra de la cocina, quitándose la corbata gris que tenía.
— Usted fue quien insistió. No lo entiendo, señor Serrano — Lo dije porque era verdad. El hombre me lograba poner fuera de mis casillas con sus peticiones sin coherencia.
Lamió sus labios y negó atrofiado: — No entiendes la gravedad de las cosas ¿verdad? Te quiero fuera de la vida de mi hija.
— ¿Por qué? — Exigí saber. No me importaba la respuesta.
El señor Serrano dio unos pasos más hasta llegar frente a mí. Sus dedos llevaron mis mechones hacia atrás de mi oreja y sonrió. Pero fue honesta, una sonrisa cálida sin rastros de falsedad en las comisuras. — Tendrá que atenerse a las consecuencias, señorita.

>>conтιnυará<<  

Señorita 7u7 el señor Serrano la quiere violar(? ahno

Dias de Otoño *Adaptada* /Orian/Where stories live. Discover now