Capítulo 5: El cambio. *[Editado]*

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A pesar de ser una melodía triste, había algo en ella que me hacía recordar los momentos más felices que había vivido con mis padres, sus risas y algunas de sus míticas frases. Y aunque todo esto me hacía llorar descontroladamente, también me hacía sentirme algo más feliz. Habíamos sido muy felices antes del accidente y yo había sido una buena hija, nunca les había decepcionado, ni metido en ningún lio gordo, solo algunas travesuras de pequeña de esas que resultan divertidas con el paso del tiempo. Había sido educada con ellos y les había demostrado mi amor cada vez que podía. Todo esto me hacía sentirme triste pero orgullosa de mi misma por la hija que había sido.

No sé cuanto tiempo estuve derramando pequeñas lágrimas sentada en el pasillo, lo que si tenía claro es que estaba incumpliendo el toque de queda, pero no me importaba, por primera vez en semanas, me sentía en paz.

Unos pasos a mi espalda me sacaron de mis felices recuerdos, eso me molestó enormemente, pero relajé lo humos cuando vi de quien se trataba. Laurent estaba parado en el pasillo, el chico que era jefe de “los raros”, observándome con furia en los ojos.

- Ya es tarde – me dijo serio y malhumorado.

- Lo sé – conteste sin más, mientras me limpiaba las lágrimas, no me gustaba la idea de que pudiese verme como una niña indefensa, aunque sabía que era lo que aparentaba en estos momentos.

El piano seguía sonando, no había parado de sonar desde que me había sentado, ni siquiera había parado para tocar otra canción, las había ido uniendo con hilos de música hasta que llegaba a la nueva melodía.

- Vete a tú habitación – me ordenó.

- ¿Por qué os gusta tanto darme ordenes? ¿Quiénes os habéis creído que soy? – le conteste mientras me levantaba del suelo y subía el escalón para ponerme a su altura.

Sentía la misma rabia que con Jeremy. Quería gritarle que pasara de mí, que se ocupara de sus asuntos. Pero al igual que ya me había pasado anteriormente, su rostro atractivo y su postura más que amenazante, me acobardó.

- No pienso discutir esto contigo, niña – me dijo.

- Pues entonces, sigue tu camino y déjame en paz. – le dije un poco más alto de lo normal.

Él empezó ha acercarse a mí y yo reculaba para mantener las distancias, algo me decía que era mejor que no me tocara. Aunque mi defensa duró poco, pronto choque contra la esquina de la habitación del pianista y me sentí acorralada.

- Vas ha tener que aprender a temernos, por las buenas o por las malas – me dijo poniendo su rostro a escasos centímetros del mía.

Notaba su aliento en mi cara. Era incomodo e innecesario, ya le temía, aunque intentaba disimularlo. Todo él era intimidante. Era alto y muy fuerte, moreno con ojos oscuros. Tenía facciones rectas y eso lo hacía tener más pinta de malo. Pero a pesar de todo, era muy guapo, una de esas guapuras de chico malo, por la que suspirarían las niñas inocentes y por las que él no dudaría en romperles el corazón una y otra vez.

“¿Qué me pasa? ¿Acaso no puedo centrarme ante un chico atractivo? – me recriminé mentalmente.”

De repente la puerta de la habitación del pianista se abrió, ni siquiera me había percatado que el piano había dejado de sonar, pero supuse que nuestras voces le habían distraído. Y sin que me lo pudiese creer, Jeremy salió de aquella puerta y se quedó blanco por la escena.

¿Jeremy era el pianista?

Pero tampoco me dio tiempo a pensar en ello, en apenas una fracción de segundo, Jeremy pasó de estar en el umbral de su puerta, a estar en medio de Laurent y yo. ¿Me estaba protegiendo? Que le importaba a él lo que pudiera pasarme. No entendía nada.

Soledad *[En Edición]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora