12. Excelsior

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El dolor y el olor a carne quemada es casi insoportable pero aún así ningún sonido escapa de los labios de Alec, los únicos sonidos que se escuchan en la habitación son el de las gotas de agua cayendo en algún lugar, los gruñidos de aquel hombre que empuña el hierro al rojo vivo y la respiración acelerada del joven Ligthwood quien intenta contener el dolor.

-Responde, escoria ¿Qué les dijiste? ¿Qué información pasaste?

Son las mismas preguntas que todos los días, pero como en todas las ocasiones anteriores Alec da la callada por respuesta. Pues se niega a admitir un crimen que no ha cometido como se niega a decir cualquier cosa que pueda propiciar el ponerle a Magnus una diana en la espalda. Ya le traicionó una vez, no va a haber una segunda.

-Púdrete.

Murmura Alec desafiante al tiempo que mira a su torturador con una fría determinación. Podrá marcarle al rojo vivo como si fuese ganado pero no conseguirá romperle, si pensaba que al emplear aquel hierro candente conseguiría otra respuesta que no fuese la de todos los días, aquel hombre estaba muy equivocado.

-¿Por qué te empeñas en proteger a quien le importas una mierda?

Como solía hacer, Alec no respondió a aquella provocación, lo que utilizó aquella excusa de ser humano para acabar de trazar una runa en el pecho del Ligthwood con aquel hierro candente. Aquella runa habla de traición, de esta manera queda marcado para los restos como un traidor ante los suyos, pero ese es un mal menor cuando la alternativa es ponerle a Magnus una diana en la espalda. Ha estado hablando con Helen, buscando entre ambos la manera de sacar a Max de este horrible lugar. Max no puede crecer en este lugar, la mejor manera de protegerle es sacarle de aquí. Si pudiese encontrar alguna manera de sacar a Max de aquí y ponerse en contacto con Izzy... no, no estaba pensando de manera racional, con Izzy sería el primer lugar donde buscarían a Max.

Por primera vez desde que le han internado en esta maldita isla Alec no sabe qué hacer, no sabe cómo salir de esta. Por una vez se siente perdido y sin esperanza, no puede luchar contra el poder de Wrangel y el darse cuenta de eso hace que Alec en la soledad de su celda acabe derramando lágrimas silenciosas al tiempo que abraza a Max con fuerza. Max quien es lo suficientemente pequeño como para no ser consciente al cien por cien de este lugar pero lo suficiente como para querer quitar las lagrimas con esas manitas regordetas que tenía.

En el otro extremo del mundo, más concretamente en la ciudad de los Ángeles, la capital de la ilegalidad y del contrabando dentro del mundo de los cazadores de Sombras la maquinaria de la ilegalidad proseguía con su avance. En uno de los bares donde se llevaba a cabo el mayor porcentaje de negocios ilegales un nephilim se encontraba sentado en su mesa de siempre, la mesa más al fondo del local, una mesa que prácticamente se fundía con las sombras pero que le permitía observar cual ave de presa el local.

Charles Vane no era el típico nephilim, es más, distaba mucho de serlo y estaba orgulloso de ello. Llevaba ya un tiempo viviendo en Los Ángeles, pues aquella ciudad con una actividad demoníaca que solo rivalizaba con Nueva Orleans ofrecía muchas posibilidades si sabías donde buscarlas. Desde su lugar en las sombras Charles se puso a juguetear distraídamente con sus anillos al tiempo que pensaba en los últimos acontecimientos. Sebastian Morgensten había desafiado a la Clave y la Clave estaba perdiendo la batalla. Aquello le recordaba un poco al Levantamiento de Valentine, años atrás. En aquella época él era apenas un jovenzuelo de 17 años que había luchado codo con codo con sus compañeros por defender a la Clave, por proteger a los subterráneos de las ansias de un loco con complejo mesiánico. Cualquiera pensaría que habiendo luchado por la Clave esta les hubiera reconocido su mérito...

Way to Darkness (Malec Mpreg AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora