2. En caída libre

971 65 6
                                    


Los primeros días son los peores, y tal y como pasó con la muerte de Max primero está en estado shock y negación. Se niega a ir a la que aún considera su casa a recoger sus cosas y devolver la llave, piensa que así puede retrasar lo inevitable. Pero dos días después despierta y las llaves ya no están en su mesilla de mesa, y hay una caja con sus cosas. Aun puede saborear casi el aroma de magia, y ahí es cuando de verdad se da cuenta de que ha perdido a Magnus para siempre.

Entonces entra en la fase de dolor, renunciando a la poca dignidad que le queda Alec comienza a llamar a Magnus al móvil sin parar, deja un mensaje tras otro en el buzón de voz, siempre el buzón de voz. Nunca consigue oír la voz de Magnus. Y a partir de entonces comienza a caer en picado.

Primero deja de arreglarse, ¿Para qué? ¿Para dar una imagen de que está bien cuando no lo está? Está muy cansado de fingir ser fuerte, por una vez no encuentra las fuerzas para seguir con su teatro, por una vez se quita las máscaras y se deja ir. El paso siguiente es que apenas sale de su cuarto, y mucho menos para comer. Se encuentra atrapado en una espiral de llantos, de llamar a Magnus y más llantos.

Y entonces empieza a beber y se odia porque le resulta tan patética su existencia que no puede evitar odiarse con toda su alma. Odia cada centímetro de su piel, odia sus ojos azules, odia mirarse al espejo y que su imagen le recuerde que arruina todo lo que toca. Isabelle trata de llegar a él, diciéndole que los corazones son rompibles, que es humano cometer errores, pero él no se deja alcanzar por su hermana. Él le devuelve una mueca al tiempo que dice que está bien. Mentira. Está lejos de estar bien. Y le duele horriblemente ver la preocupación en los ojos de su hermana, pero va en caída libre y no sabe cómo pararlo. De hecho en realidad no sabe si quiere pararlo. O si tiene fuerzas para ello.

La cosa llega a tal extremo que Jace acaba rompiéndole el teléfono móvil para forzarle a parar de llamar a Magnus. Su pabarati es más rudo y brusco que Isabelle, pero al igual que ella no logra parar a Alec en su caída. Pero sabe que Jace tiene razón en el fondo, que si Magnus no le ha cogido el teléfono las veces anteriores es porque no quiere tener nada que ver con él nunca más, y le cuesta, pero al final lo acepta. No sin antes volver a llamar por última vez, un último intento desesperado por oír la voz del hombre al que ama una última vez. Pero una vez más, acaba en el buzón de voz. Y allí se despide. La cabina telefónica es el único testigo presente cuando Alec se despide por última vez de Magnus, cuando cuelga, la cabina es el único testigo de cómo Alec Ligthwood se rinde.

A lo largo de toda su vida, Alec nunca se ha rendido. Siempre ha sido tozudo, dispuesto a aferrarse a un clavo ardiendo, dispuesto a fingir ser fuerte y a aguantar en silencio los golpes de la vida. Pero el joven nephilim ya no puede más. Y cuando esa noche enfrenta a su familia no puede sino sentirse fuera de lugar ante Jace. Jace siempre tan perfecto, Jace el guerrero perfecto, el hijo perfecto, un nephilim en todo el sentido de la palabra que durante eones ha sido el sinónimo de orgullo. Alec mira con ojos hundidos a su hermano y no puede sino sentirse como una sombra. Cuando su madre pregunta airadamente por qué Magnus ha roto relaciones con el instituto Alec se hace más pequeño en el asiento. Su madre clama diciendo que no es conveniente perder a un aliado ahora, no con Sebastian ganando poder. Alec esa noche vuelve a su habitación y vuelve a atrincherarse en ella, haciéndose un ovillo en su cama. Tiene la mirada perdida y rota. La mirada de alguien que se ha rendido del todo.

Way to Darkness (Malec Mpreg AU)Where stories live. Discover now