🌑Capítulo 4🌑

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—¿Para qué es eso? —inquirí.

—Necesito unas muestras de sangre —explicó Marcia.

—¿Y por qué?

—Para ver la compatibilidad de tu sangre con los nuevos genes.

Marcia intentaba tener paciencia conmigo, de reojo podía ver a Eva tener exactamente la reacción contraria, con cada pregunta que hacía.

—Supongo que tengo derecho a saber el diagnóstico —señalé.

Marcia se vio contrariada, pero asintió con amabilidad. Supongo que la mayoría de sus pacientes aceptaban de buenas a primeras todo lo que les hacía.

Controló mi respiración, la presión, miró dentro de mí garganta, tomó mi peso y estatura, a simple vista parecía un simple control de rutina.

Luego me dirigió a la caminadora, la idea era conectarme una serie de cables y ver qué tal corría, igual que en las películas.

—¿Cuál es el fin de este análisis? —pregunté antes de subir.

—Veremos qué diferencias tienes con un humano promedio en velocidad, fuerza y resistencia —explicó Marcia.

No me agradaba la idea de sentirme como rata de laboratorio, pero luego me di cuenta de que prefería colaborar para saber qué tan distinto era mi cuerpo ahora. Accedí a sus pruebas de trote, levanté los pesos que me indicó y empujé unas almohadillas que supuestamente median cuanta presión podía llegar a generar.

También probó mi sentido de la vista, apuntó con una luz muy molesta a mis ojos y me hizo describir toda clase de formas que veía a través de una extraña máquina, hizo algo similar con el oído, el olfato y el tacto.

Finalmente, la doctora no se mostró muy complacida con mis resultados preliminares.

Me crucé de brazos, esperando que me diera sus conclusiones, pero su rostro se mantuvo inalterable. Sabía que no podían ser tan malos, quizás no estaba al nivel de un lobo consumado, pero siempre había sido buena deportista, al menos durante mi vida como humana normal, la cual se sentía muy lejana a estas alturas.

—¿Aún no has tenido tu primera transformación? —preguntó Marcia.

Negué con la cabeza. Me planteé brevemente la posibilidad de que todo fue un fracaso y finalmente la infección de licantropia había sido rechazada por mi cuerpo.

—Tampoco cambió mientras estaba en el hospital, sin duda tiene un excelente auto control —intervino Eva.

La miré con rechazo, cuando Aby había hecho esa misma observación lo tomé como un halago, pero escucharlo bajo estas circunstancias lo hacía sonar como un característica que iba en favor de mis enemigos.

—En ese caso, podríamos cambiar sus talleres de autocontrol por otras que le sean más útiles, ya sabe dominarse, aunque aún no aprende cómo provocar el cambio —indicó Marcia—. Será mejor que le enseñen en un régimen más personalizado. Después de todo, recibió un ataque de lobo.

—¿Qué tiene que haya sido de lobo? —interrogé rápidamente.

—Los lobos son el clan más poderoso —explicó Eva, con incontenible orgullo—. No atacan a cualquiera, solo convierten a personas que cumplen con ciertos requisitos para portar el gen, y aún siendo así de selectivos, no todas las víctimas logran soportar el gen. Eres muy especial, Mackenzie.

Hice una mueca al notar que Eva hacía sonar mi desgracia como si fuese una gran bendición.

Luego de pasar por aquella consulta médica, se me autorizó para regresar a clases, se disculpó por no tener tiempo para acompañarme hasta el salón, cosa que en realidad agradecí, ojalá su agenda siempre estuviese tan apretada de modo que me dejase en paz.

SelenofobiaWhere stories live. Discover now