Capítulo 28 "Inmadura"

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— Come, Amélie — me dijo Mary que ya estaba cumpliendo con su segundo día de trabajo.

No quería comer.

Tal vez Esther era más delgada que yo.

— No tengo mucha hambre.

— Pero tienes que comer — le apoyó Rosa.

Tomé otro bocado de mi tortilla y lo mastiqué sin ganas.

Phillip entró a la cocina y me sonrió.

— El auto ya está listo — avisó.

No quería ir con mi chofer.

Tal vez Esther era mucho más humilde y no era millonaria, ni tenía su propio chofer.

— Gracias, Phill, pero yo voy a conducir sola.

— ¿Sola? pero ese es mi trabajo.

— Sólo por un par de días, dentro de poco cumplo los dieciocho, tengo que ser más independiente.

Él asintió.

— Y por cierto, voy a darte tu paga adelantada. Ven conmigo.

Yo estaba de mal humor, pero quería hacer a alguien más feliz.

Además tenía una idea desde hace mucho.

Seguramente Esther era tan amable que donaba dinero a los niños con cáncer y salvaba perritos de la calle.

Salí de la cocina dejando mi desayuno a medio comer y abrí mi bolso que estaba en uno de los muebles (tengo que acotar que es un Chanel original), saqué un sobre y se lo tendí a Phillip.

— No entiendo porque me pagas por adelantado sólo a mí si... Santo.

Comenzó a leer la nota que había dentro.

Sonreí al ver su expresión.

— Dios, Amélie no. Ya haz hecho demasiado y esto es mucho más de lo que hubiera deseado.

— Tú lo mereces, ella lo merece. Ambos lo merecen.

Los ojos de Phillip se cristalizaron y me dio un gran abrazo.

— Gracias. Se va a cumplir mi sueño.

Me gustaba hacer feliz a los demás.

Y por si tienen la duda le di dinero a Phillip para que le comprara un anillo a Rosa.

Asentí, él me entregó las llaves del Mercedes y yo corrí al estacionamiento.

Abrí la puerta del auto, arrojé mi bolso al asiento del copiloto y lo encendí.

Tenía tiempo sin conducir, sólo la motocicleta que conduje hace poco.

— ¡Allá vamos! — exclamé.

^3^

Casi muero.

En el camino al instituto casi choco a un auto, dos ciclista y a una anciana. A parte de haber recibido una multa por no llevar el cinturón de seguridad.

En mi defensa, se me olvidó.

Bajé del auto y caminé por el instituto para llegar a mi casillero.

Cuando abrí mi casillero vi a Adele dirigiéndose hacia mí.

— Hola, Mélie.

— Hola, Adele.

— ¿Cómo va todo?

— No muy bien — me encogí de hombros.

— Cuéntame.

La Princesa y El NerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora