Capítulo 14 "Ojos verdes y ojos azules"

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Estoy conduciendo con Lucas abrazado a mi espalda.

Esto es...raro.

Cuando llegamos a mi casa pasamos por seguridad y el enorme portón de la entrada nos bajamos y nos quitamos los cascos.

Tenía tiempo sin conducir y lo hice muy bien.

— Conduces horrible — dijo Lucas — Pensé que íbamos a morir atropellados.

— Claro que no - me quejé - Mas bien te salvé de morir golpeado por Nathan.

— Creo que prefiero morir golpeado que atropellado en un accidente por tu culpa — se burla.

— Ja ja — me reí sarcásticamente — Ahora ven que tu cara se ve horrible con toda esa sangre.

Abrí la puerta de la casa y entramos en la sala.

— ¡Rosa! — grité — ¡Ya llegué!

— Oh, qué bueno, ¿por qué llegaste tan...? ¡Oh Dios! ¡¿Qué te pasó?! — Rosa exclamó horrorizada cuando vio las heridas de Lucas.

— Cálmate, Rosa. Necesito que me traigas el botiquín de primeros auxilios.

— No espera, pero ¿qué pasó?

— Eso no es importante, tráeme el botiquín rápido, por favor.

— Ya vengo.

— ¿Puedo sentarme? — me preguntó Lucas.

— Claro.

Nos sentamos en uno de los sofás de la sala, uno junto al otro.

Rosa volvió a la sala con un grande botiquín de color blanco, lo dejó en la mesa y se quedó mirando unos segundos a Lucas pero después se fue nerviosa.

— Le tiene miedo a la sangre — expliqué.

Lucas asintió y recostó su cabeza en el cabezal del sofá.

— No no, levanta la cabeza, flojo — le regañé — Tengo que curarte eso.

— No es necesario, estoy bien.

— No estás bien, tu cara se ve horrible.

— Oh gracias, siempre tan linda — dijo con sarcasmo.

— Gracias, siempre soy muy linda — le sonrío y él pone sus ojos en blanco.

Saqué algo de algodón y un poco de alcohol y lo froté en su cara. Sobre la ceja, debajo de la nariz, debajo del ojo, en la mejilla y en el labio.

Cuando terminé de desinfectarle vendé sus heridas y también vendé sus nudillos que tenía muy rojos.

— Listo — dije cuando terminé de vendar todas las heridas.

— Gracias — me sonrió - Oh, tienes sangre en la ceja.

— ¿Qué?

— Si, donde el imbécil de Nathan te golpeó.

Toqué mi ceja y sentí un pequeño ardor. Vi mi dedo con un poco de sangre.

— No es mucho, no me golpeó tan duro, no me duele — dije y luego me encogí de hombros.

— Ven, ahora yo voy a ser tu doctor.

— ¿No serías mi enfermero?

— Si, pero yo quiero ser el doctor.

Reí.

— Está bien, doctor.

Lucas sonrió.

La Princesa y El NerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora