Capítulo 8: ¿Me recuerdas?

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Salieron de la habitación y caminaron por los pasillos en completo silencio. Afuera los esperaba el carruaje listo. Gerard, como todas las noches que estaba en el burdel, se iba pleno, feliz y sobre todo agotado. Frank en tanto iba pensativo y muy serio.

- ¿Sucede algo Frank? Quien sea que te vea, pensaría que vienes de regreso de un funeral y no del mejor lugar de esta pobre cuidad.

- No ioven me encuentro bien -respondió por cortesía, más que por sinceros deseos de responder.

- ¿Qué tal Rubí?

- Es una signorina agradable -a su comentario, adjuntó una sonrisa.

- ¿Agradable? Rubí, no es sino la mejor mujer que eh tomado en una cama -hablaba con aires de grandeza-. Bueno, no puedo pasar por alto el poco tiempo que lleva en el burdel, pero créame señor, cuando digo esos escasos años, no tienen nada que envidiar a sus otras compañeras que llevan a cuesta mucho más tiempo en el oficio.

- Seguramente -sentenció.

Su viaje permaneció en silencio. Ambos señores iban sumidos en sus propios pensamientos. Y dado que estos eran tan diferentes entre sí, era mejor ser invadidos por un cómodo silencio. Para Gerard un silencio que le permitía descansar más y para Frank, un silencio que lo interiorizaba cada vez más en su extraña noche.

Al llegar a su estancia y finalmente poder cobijarse bajo sus mantas y cargar su cabeza en la almohada. Frank comparó su vida, con la dura vida que le tocó a Rubí.

Como era que una niña, tenía que vender su cuerpo noche a noche. Dejando su integridad como dama de lado, escondiendo la vergüenza y degradándose hasta lo más bajo que puede hacer una mujer.

Y finalmente Frank concilió el sueño con la imagen de la sonrisa de aquella señorita. Rubí.

A la mañana siguiente, en el desayuno, el joven italiano seguía con la misma idea en su memoria. Siempre supo que existían lugares como ese, sin embargo nunca había asistido a uno y ahora que ya los conocía, los creía aún más nefastos que lo que su mente imaginaba.

Cientos de hombres borrachos y de muchachas regalando su cuerpo a cambio de un poco de dinero. De cómo Rubí lograba acaparar la atención de todos ellos, solo con hacer presencia sobre un mediocre escenario .De cómo las luces enfocaban de forma armónica sus facciones, la forma en que aquel vestido rojo parecía pincelado en su cuerpo. De la peculiar forma de sonreír, mirar y hablar, que poseía la chica...

─ ¿Sucede algo? -preguntó su madre.

─ ¿Mmm?

─ Frankie, llevo cinco veces intentando hablarte, pero pareces sumido en algo. ¿En qué piensas?

Scusami mamma, ¿Qué me decías?.

─ Solo preguntaba por tu salida de ayer. Con el ioven Gerard, ¿Qué tal el teatro?.

─ Teatro -repitió Frank con algo de sarcasmo.

─ Ahí fueron, ¿no?

─ Si, si. Ahí fuimos.

─ ¿Y qué obra viste? -preguntó el señor Iero.

¿Obra?

¿Qué clase de obra había visto Frank? Tal vez la recreación de Sodoma o la caracterización más pura del libertinaje.

O quizás era más prudente decir la verdad y contar que no fue a un teatro, sino a un burdel y que la familia Way era una vergüenza total. Solo se basaban en apariencias y que nada de cuanto hubiesen dicho era verdad.

Compañera de media noche [Frank Iero]Where stories live. Discover now