Capítulo 3: La llegada de los Italianos.

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Los fuertes pasos de Jean Paul resonaban por toda la casa, que a esas horas de la mañana se encontraba en total silencio.

- ¡Arriba señoritas! ¡Que el día es corto y tenemos muchas cosas que hacer! —decía a medida que golpeaba su bastón en el suelo y golpeaba la puerta de las habitaciones.

- Jean Paul, son las 7 de la mañana — se quejaba una de las chicas al tiempo que se frotaba los ojos

- Y el sol ya salió, Melisa.

- ¡Es domingo Jean Paul —se quejó Cecil.

- Dejen de regañar y dense un buen baño, luego tomen una escoba y se ponen a barrer inmediatamente. Tenemos solo un día para que todo esté reluciente.

- ¡Niñas bajen, el desayuno está servido! —gritó con tono dulce, Lina desde la cocina.

- No las consientas tanto mujer, que se levanten será mejor.

- Y tú no seas tan cascarrabias, querido Paul —dijo Anastasia abrazándolo por la espalda, provocando que él se asustara.

- ¡Te eh dicho que no me sorprendas así malcriada! Un día moriré del susto.

- Tranquilo Jean Paul —habló Dayan quien salía de su cuarto—, los milagros no existen —bromeó y todas las chicas rieron—, agradece que la chica aun te tiene un poco de cariño.

- Mejor baja a comer pequeña arpía, bajen todas y coman rápido que el tiempo es oro.

- Creo que eso ya lo sabemos, mejor baja tú a comer, se nota que tienes apetito —bromeó nuevamente.

- ¡Dayan, ya basta!

- Dale Jean Paul, no seas gruñón, ya conoces como es mi hermana. —Dijo Anastasia.

- Si lo sé, algún día tú y tu hermana terminarán colmando mi paciencia.

- Vamos Annie, no gastes tiempo con este señor gordo y aburrido.

- ¡Dayan, baja a comer! —indicó las escaleras.

- Ya voy, ya voy, ¿vienes? —preguntó a su hermana.

- En seguida bajo —respondió riendo por las ocurrencias de Yan.

Ya en la mesa, las bromas no pararon. Eran como una gran familia, compuesta por un padre —Jean Paul—, una madre —Lina—, y muchas hermanas. Alrededor de 20 encantadoras señoritas vivían en el burdel.

- Y bien —se levantó de la mesa Jean Paul—, ¿Quién irá al mercado?

- ¡Nosotras! —anunció Yan tomando el brazo de su hermana.

- ¿Nosotras? —preguntó Anastasia.

- Si, nosotras, ¿o qué? ¿quieres perder otra uña? —indicó la mano de la niña.

- ¡Ay no! ¡Voy, voy!

- ¿Qué? ¡No! ¡Es injusto! —replicó Constance—, yo no quiero barrer otra vez, el escenario es enorme.

- Puedes ayudar a zurcir vestidos —dijo Jean Paul—, Además prefiero a Annie y a su molestosa hermana fuera.

- Sé que de todas formas me extrañas.

Compañera de media noche [Frank Iero]Where stories live. Discover now