🌑 Capítulo 1 🌑

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Arrugué mi frente. Qué clase de apartheid era esto. Por más que fuere necesario, una segregación de este tipo no podía sino parecerme injustamente discriminatoria.

—¿Y a qué categoría perteneciste tú? —pregunté.

Eva pareció molestarse con mi pregunta, pero evitó dar la respuesta hostil que yo esperaba.

—Eso no importa, al final todos egresan de la misma institución —respondió.

Pero con etiquetas, pensé.

--Muchos de tus futuros compañeros tendrán distintas edades, ya que se encontraban en distintas etapas de su vida cuando fueron transformados por primera vez. --Lindos eufemismos--, por lo que junto con asegurar su incorporación a este nuevo mundo, nos encargamos de completar su educación debidamente

Era curioso que la discriminación no terminara en un simple "yo nací acá y tú allá", sino que todo entre nosotros era perfectamente diferenciado, partiendo por el hecho de que habían dos torres estancadas a cada lado del área donde impartían las clases. Una para los nacidos en cunas de oro, y el otro, para los inadaptados que llegábamos de sorpresa. De modo que no sólo dormíamos en edificios muy apartados, sino que también teníamos entradas distintas, nosotros por nuestro lado y ellos por el suyo.

Seguimos avanzado a través de las aulas, conocí los pasillos, los baños, las oficinas de los maestros y por supuesto, el comedor, un lugar donde todos los estudiantes podían compartir conjuntamente, aunque claro que en mesas diferenciadas. En caso de cualquier accidente, el hospital ya lo conocía, el único piso al cual ya no podría volver a acceder era el último, pues ahí dejaban a los humanos que eran heridos por cambiaformas y debían tomar la decisión de unirse o morir. El resto de la clínica era libre.

Al final del recorrido, Eva me entregó mi horario, una tarjeta con mi nombre y datos.

Mackenzie Alexandra Lovelace.
Edad 17 años.
Categoría: licántropo infectado.
Raza: Mujer-loba.

Mi identificación me hacía sentir aún más categorizada, pero no venía al caso quejarse ahora.

La mayoría de mis clases tenían nombres llamativos: Historia de las metamorfosis, Control de Impulsos, Biología de la transformación, Conducta, Reinserción Social —como si fuera una delincuente—, entre otras. Todas aquellas en la mañana, luego en la tarde tendría las asignaturas que cualquier estudiante común esperaría: Matemáticas, Ciencias, Español, entre otras.

La seguí hasta mi nueva habitación, en la torre oeste, había una sala y dos puertas, la de la derecha era para hombres y la izquierda de mujeres. Nos detuvimos en un último punto antes de continuar. En el salón común, que daba la entrada a los dormitorios había un larguísimo panel lleno de anuncios.

—Este tablero contiene algunos trabajos que puedes realizar para conseguir favores y dinero de parte del sector este de la Academia —explicó.

—¿Cuál es la lógica de eso? —pregunté.

—Mackenzie, has sido apadrinada para poder continuar tu rehabilitación, pero estás sola en un mundo desconocido y sin dinero ni apoyo, no llegaras muy lejos. Por ese motivo existe este tablero, aquí ponemos los anuncios que los estudiantes del sector este y a veces los que sus padres o familiares nos envían. Son ofertas abiertas a la comunidad del lado oeste, no solo sirven para socializar y estrechar vínculos, también pueden pagarte muy bien o incluso, recibir un favor especial. Te aseguro que es muy conveniente.

Eva mantenía una forzada sonrisa en su rostro, estaba segura que ni siquiera ella estaba convencida de sus palabras.

—No vine aquí a hacer el trabajo sucio de otros —repliqué.

—Pues será mejor que te hagas la idea —dijo, cruzándose de brazos—. Tarde o temprano vas a necesitar ayuda y la vas a encontrar aquí. Si te interesa algo de lo que veas, háblame.

Guardé silencio, no tenía el menor interés de ser explotada por un grupo de estudiantes holgazanes

«Busco estudiante que limpie mi habitación» «Requiero ayuda con mi tarea de historia, pago bien» «Se busca compañera de compras que cargue mis bolsas».

¿Qué clase de trabajos eran esos? No pensaba tomar uno solo. Con algo de suerte lograría comunicarme con mi madre y pedirle algo de dinero, o en el mejor de los casos obtendría permisos para salir de la academia durante las tardes y así, encontraría un trabajo de medio tiempo. Es decir, hasta los presos tienen derecho a salida dominical, debía existir algo así.

Eva malinterpretó mi mirada sobre el panel de anuncios, de seguro pensó que estaba considerando la idea. Sus expresiones se habían vuelto predecibles, cada vez que yo me veía conforme con las reglas de la escuela dibujaba una sonrisa idéntica a la que lucía en ese momento.

—Tal vez logres realizar muchas tareas con éxito y pronto me estén llamando para ofrecerte trabajos exclusivos —dijo, su tono demostraba una ilusión que llegó a incomodarme.

Ni siquiera quise preguntar a qué se refería.

La seguí por una escalera en espiral desde donde surgían diferentes ramificaciones que llevaban a pisos distintos, no sabía cómo iba a aprender a orientarme, pero de algún modo lo haría.

La puerta era de acero, ver el frío metal dándome la bienvenida a mi nueva habitación me hizo llegar a la conclusión de que seguramente estas personas serían un amor en clases.

—Esta noche traeré tu uniforme y útiles —dijo Eva—. Como hoy es viernes tendrás todo el fin de semana para conocer la Academia, y podrás incorporarte este lunes. No olvides las reglas.

Me entregó las llaves y esperó a que entrara para irse, habría preferido que me dejara un momento a solas, sin embargo se había vuelto demasiado aprensiva estos últimos días.


SelenofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora