Capítulo 12: Leyenda Amazónica [Actualizado]

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El Yacuruna se apareció ante nosotros. No parecía malo, no intentó hacernos daño, o al menos eso parecía. Trina retrocedía cautelosamente y yo no sabía que hacer. El dios se acercó a Alana y le sonrió. Le pasó la mano por su cara y la empezó a coquetear. No creí que ella caería en sus encantos, pero su mirada era de una chica que se enamoró locamente por él. Miré a Gabe y no sabíamos que hacer. La empezó a atraer hacia el río. No entendíamos que hacer.

– No la dejen ir – dijo Trina – ese dios atrae a las chicas y se las lleva consigo a lo profundo del río. Podría morir.

¿Dijo morir? No podría permitirlo, Alana era muy importante para mí, en estas semanas la había conocido mejor y no existía nadie como ella. Pero no me atrevía a confesarle lo que sentía. Debía hacer algo al respecto, no iba a dejar que nadie se la llevara al fondo del río. Agarré una carta y la tiré con todas mis fuerzas hacia el Yacuruna. Le cayó directo en la cara haciéndolo un corte. Alzó la mirada, se tocó la herida y al ver que sangraba, enfureció.

– ¿Cómo osas interrumpir al gran Yacuruna? – gritó con todas sus fuerzas –la pagarás muy caro jovencito.

Levantó sus brazos y del río emergieron caimanes feroces que comenzaron a venir hacia nosotros. Trina empezó a escupirles fuego, pero no funcionaba. Alana estaba a tan pocos pasos de llegar al río. Gabe me miró preocupado y Blacky les ladraba a los lagartos desesperadamente.

De pronto apareció una gigante bestia del tamaño de dos hombres cubierta de pelo.

– Cubran sus narices chicos – gritó la bestia

Comenzó a emanar un horrible olor de su cuerpo que noqueó a los caimanes de golpe.

– Es un mapinguari – comentó Trina – ,es un espíritu protector.

– Del mal olor – se burló Mark

– Te puedo oír – le respondió el espíritu

– Lo siento – contestó Mark avergonzado

Protector o no, no permitiría que Alana llegue al río, así que corrí hacia ella y la traté de llevar conmigo de regreso, la jalaba del brazo y le gritaba.

– ¡Alana! Reacciona

Pero ella no me escuchaba y seguía caminando.

– ¿No te cansas de insistir joven? – dijo el dios – ella desea venir con un ser que le de lo que desee, no con un muchacho débil como tú.

–No te dejaré llevarla – le respondí con furia

El dios estuvo a punto de atacarme, pero nuestro protector le gritó.

–No les harás nada

– No deberías estar aquí, somos libres al fin, sólo hay que atraparlos.

– Ellos nos liberarán.

El mapinguari se abalanzó sobre el dios y lo empujó al río cayendo encima de él.

– Huyan chicos – nos gritó – sigan su camino y ganen.

Lo miré y veía cómo luchaban ferozmente en el agua. Alana seguía en trance y no sabía que hacer. La abracé lo más fuerte que pude para no dejarla ir.

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