Capítulo 10.- Pensar, pensar, pensar.

Comincia dall'inizio
                                    

-Buena ahí. –Contestó Raven casi uniendo sus cejas. –Puede ser. Creo que sí. Esa es la clave amigo mío. Por una vez has hecho uso de esa cabeza pelona tuya. –Dijo Raven riendo, contagiándonos al resto sin remedio con su comentario y actitud.

-¿Y tú que tal estás? –Preguntó Octavia mirándome con cariño.

-¿Yo? ¿Estar de qué? –Pregunté un tanto a la defensiva, sabiendo por donde podían ir las intenciones de la morena.

-Por el tema de Clarke y su novio. –Volvió a insistir Octavia mientras Raven y Lincoln observaban la conversación y me observaban a mí directamente, como intentando descifrar algún mapa encriptado imposible de resolver.

-¿Seguís con el tema? Ya dije que Clarke no me interesaba, no sé por qué debería de afectarme. –Contesté de la forma más convincente posible, aún así, tanto Raven como Octavia no me quitaban el ojo de encima. –Es una chica que he conocido, es simpática y me cae bien. ¿Qué tiene novio? Pues genial para ella. –Dije antes de mirar a mi amigo. –A trabajar. –Le señalé con un dedo una mesa que acababa de ocuparse por un pequeño grupo.

-Oye. Si quieres hablar... -Me dijo Octavia cuando Lincoln se fue, agarrando mi mano con cariño.

-No te preocupes. No hay nada de qué hablar. –Contesté yo con una sonrisa de agradecimiento.

No tenía mucha relación con las chicas, lo justo y necesario del tiempo que pasaban en la cafetería, pero aún así me proporcionaban confianza, una confianza que sabía que podía utilizar sin problema alguno.

Volví a la cafetería montada en mi bicicleta, y pude ver claramente a Clarke sentada en su banco junto a su guitarra. No sabía qué hacer. No sabía si pararme y saludar cordialmente como siempre había hecho tiempo atrás. No sabía si pasar de largo y ya dentro de la cafetería pensar en qué hacer.

Entonces pensé rápido y llegué a la conclusión de que yo no era una estúpida niñata caprichosa, y mucho menos si ni tan siquiera entendía mi comportamiento, por lo tanto Clarke no tenía culpa de mi estupidez, la cual debo decir cada día iba más y más en aumento.

-Hola. –Me dijo totalmente sonriente cuando me vio pararme frente a ella, aún sobre la bicicleta.

-Hola. –Contesté yo de forma educada y regalándole una leve sonrisa. -¿No hace un poco de frío hoy para que estés aquí?

-¿Y no hace un poco de frío para que vayas en bicicleta? –Me preguntó ella con una sonrisita burlona y alzándome una ceja.

-Me distrae, me despeja la mente. –Contesté ofreciéndole la autentica verdad.

-Pues lo mismo me pasa a mí con la guitarra. –Contestó ella a modo de reto, sin quitar en ningún momento esa sonrisa burlona y tan graciosa.

-Pero podrías tocar en tú casa, y no aquí en la calle. –Dije de forma tranquila, sin que pareciese ningún ataque, pero el gesto de Clarke me dio a entender que ella lo interpretó de esa forma. Se puso un tanto sería mientras agachaba la mirada, apartándomela por completo.

-Prefiero hacerlo aquí. –Contestó con un tono serio y sin levantar de nuevo la vista.

-Voy a... a la cafetería. –Dije cuando me di cuenta de que la conversación había llegado a su fin. Cuando me di cuenta de que ella no estaba por la labor de seguir con la conversación.

Ella solamente asintió con la cabeza mientras repasaba las cuerdas de su guitarra. Sin darme cuenta parecía que había hecho algo mal, pero no sabía el qué. Y tampoco me parecía apropiado preguntar, pero por otro lado quería preguntar.

Era una sensación extraña que no paraba de dar vueltas por mi cabeza. Todo lo relacionado con Clarke era un gran debate sin respuesta. Un laberinto cretense en el cual por mucho que quisiera no podía encontrar la salida, donde me iba a ver el resto de mi vida si no encontraba una solución efectiva y pronto. ¿Dónde estaba mi Ariadna para proporcionarme la salida?

Así que esa noche, y aún sabiendo toda la cola que traería... Decidí invitar a mi hermana a mi piso. Quizás con ella descubriría la solución que yo estaba buscando.

El timbre sonó más pronto que tarde, yo aún estaba secando mi pelo de la ducha que me había dado tras el trabajo, y la cual siempre necesitaba como algo esencial.

-Guapísima. –Dijo mi hermana nada más abrir la puerta y plantarme su beso sonoro en los labios.

-Estás en tú casa. –Dije sonriente examinando como mi hermana pululaba por el piso.

-Lo sé. –Me dijo guiñándome un ojo. –Suéltalo ya anda. –Dijo sentándose en el sofá y dando una palmadita al hueco de al lado.

-¿De qué hablas? –Pregunté yo haciéndome la sorprendida.

-Hace tanto que no me invitas a tú casa... Algo pasa. –Me dijo sonriendo y cruzándose de brazos. –Vamos hermanita. Abre esa boca tan bonita con la que te premiaron los genes familiares.

-No hay nada. Simplemente me apetecía pasar la noche con mi hermana. –Dije a modo de escudo. Maldita Ontari. Siempre sabía donde pillarme. Tenía un don o algo con el que siempre lograba captarme. –Voy preparando la cena.

Tuve que salir de su radar rápidamente, porque de no ser así mi hermana hubiese logrado sacarme todo en menos de un minuto. ¿De dónde había sacado tremenda habilidad esta criatura?

Fue durante la cena cuando aproveche la guardia baja de mi hermana, sabía que pillaba el punto rápido y que con dos cervezas estaría un poco falta de sus cualidades de bruja mística.

-¿Cómo te va con Murphy? –Pregunté dando un trago de cerveza.

-Bien. Es muy majo. –Contestó mi hermana sonriente. –Es un encanto, para que mentirte. –Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Y ahí estaba mi hermana con los ojillos cristalinos, no sé si por la cerveza o por la emoción de hablar de Murphy.

-¿Estás enamorada de él? –Pregunté llevándome un poco de pasta a la poca, fingiendo un poco de desinterés.

Ontari pareció pensárselo un poco antes de contestar.

-¿Sabes? –Preguntó señalándome con el tenedor. –Creo que sí. –Dijo con rotundidad.

-¿Y cómo lo llegas a saber? –Pregunté ahora más interesada dándome cuenta de que mi hermana no se percataba de mis segundas intenciones. -¿Cómo sabes que te has enamorado de él? Siempre te estás enamorando de tantos... -Dije sonriendo, intentando relajar la conversación, intentando que mi hermana no pillase mis verdaderas intenciones. Unas intenciones claras; búsqueda de información directa.

-Eso es cierto. Me he enamorado tantas veces. –Contestó mi hermana sonriente. –El caso es... -Dijo antes de parar su discurso, haciendo que yo me desesperase un poquito. Quizás ahí estaba la clave, y mi hermana se había callado cual rehén amenazado, vetándome de información que yo necesitaba de primera mano. –Creo que... -Decía rascándose el mentón y haciendo que yo cada vez me pusiera más nerviosa esperando su respuesta. –Sí. Se basa en esto. –Dijo señalando su cabeza. –En mi caso funciona así. Todo el mundo dice que se trata del corazón, bla, bla, bla. –Decía poniendo un gesto gracioso. –Pero yo creo que todo empieza aquí. –Dijo señalándose una vez más la cabeza. –No podía, ni puedo, quitarme a Murphy de la cabeza en todo el día. –Soltó sonriendo. –Pienso en él en cada momento. En su voz, en su risa, en su olor, en qué estará haciendo... Pensar, pensar, pensar. –Repitió antes de volver a dar un trago a su cerveza y dejándome a mí totalmente sin capacidad para tan siquiera respirar.

Pensar, pensar, pensar. Era lo que yo había estado haciendo desde que escuché por primera vez la voz de Clarke. ¿Me había enamorado de ella? 

Tal vez (AU) -Español [Clexa]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora