Capítulo 1

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23:43, Barrio Dangsandong, Yeongdeungpogu, Seúl, Corea del Sur.

Lo único que se escuchaba a esa hora en la carretera era el sonido de las ruedas y de las maniobras rápidas que hacía el vehículo. La oscuridad de la noche se había tragado cualquier pista de que por ahí pasaba todo tipo de gente.

El BMV negro rugía con fuerza ante cada curva que recorría. Al doblar la esquina de la calle, frenó en seco. De él, bajaron dos hombres. Ninguno de los dos parecía tener más de veinticuatro años.

El primero avanzó con pasos decididos hasta adentrarse en la zona. Parecía que la calle lo había engullido, pues lo único que podía verse aún con claridad era su blanquísima tez. El segundo de ellos lo siguió rápidamente.

Los dos entraron en uno de los bares que llenaban el peligroso lugar. Tomaron asiento en una de las mesas. Una de las camareras, que debía de tener aún menos años que cualquiera de los dos fue a atenderlos.

— Hola, ¿qué queréis tomar? -Preguntó. El pelinegro sacudió la cabeza. Le dio una mirada de arriba a abajo. Ella ni se dio cuenta, siguió atenta a la libreta que tenía entre sus manos, esperando a apuntar lo que ellos pedirían.

— Dos cervezas. -Habló por fin él. Ella asintió y se fue hacia la barra.

El bar, de una mala calidad notable estaba a reventar aquella noche, lleno de hombres  borrachos y sólo había una camarera y un camarero.

— Está buena. -Comentó el más pequeño de los dos. Se levantó en dirección a la camarera, con sus ojos fijos en ella. Movió el flequillo, casi cubierto al completo por el gorro de lana negra que llevaba y antes de que pudiera dar un solo paso, su compañero lo agarró fuertemente del brazo y lo obligó a sentarse.

— Ahora no hay tiempo para eso.

Jungkook rodó los ojos y le dio un sorbo al vaso que el chico acababa de dejar en la mesa.

Pasaban desapercibidos, aunque en comparación al resto del ambiente, destacaban. Las chaquetas de cuero que vestían valían más que todo el dinero que había acumulado en la caja registradora del bar, por no hablar de las miradas punzantes y frías que tenían. Sus expresiones eran, quizás, lo que más destacaba. Serias y calculadoras, muy lejos de parecerse a las sonrisas borrachas del resto de clientes.

Ya casi no entraba gente, quizás entraron dos hombres desde que ellos se habían sentado. Sin embargo, no podían levantar la vista de la puerta, viendo salir y entrar a las personas. Era muy repetitivo pero no podían hacer otra cosa.

— Yoongi, ¿estás seguro de que es aquí? No parece un sitio de la misma clase que...

— ¿Cuándo me he equivocado? Deja de mirarle el culo a la puta camarera y atiende a lo que tienes que atender.

Jungkook era el último que había entrado. Era el pequeño. A pesar de que a veces tuviese ese tipo de arranques hormonales propios de un adolescente y de que fuese un tanto inmaduro para situaciones que requerían una seriedad absolutamente enorme, era muy rápido. Pillaba las cosas al vuelo, nunca titubeaba, tenía muchísima fuerza y era muy ágil. Además, era muy discreto.

En ese momento, la puerta de madera oscura de la entrada se volvió a abrir, dejando entrar a un hombre con otros dos pisándole los talones. El primero, de baja estatura y con un horrible peinado que no disimulaba para nada sus incipientes y notorias entradas, se sentó en uno de los taburetes de la barra. Con sus dedos repletos de anillos horteras, llamó a la camarera.

— Qué ridículo es. -Rió Jungkook antes de darle otro trago a su cerveza.

El millonario le pidió a la camarera un whisky con hielo, que ella le trajo unos instantes después.  Se lo bebió de un sorbo para después gritarle alguna asquerosidad a la pobre chica, que lo único que quería era darle una buena patada a cada uno de los cerdos como él que cada noche tenía que aguantar.

Uno tras otro, se bebía los vasos de whisky, charlando con alguno de sus dos guardaespaldas o bien hablándole a cualquiera de los dos camareros, que simplemente lo ignoraban y seguían trabajando. El alcohol ya le estaba empezando a hacer efecto.

— Va por el tercer vaso, se tomará un cuarto y va a salir. Siempre hace el mismo proceso. Vamos. -Ordenó Yoongi. Dejó unas cuantas monedas sobre la mesa y ambos caminaron, saliendo del bar.

Jungkook se escondió en la esquina izquierda y Yoongi en la derecha. Éste le hizo un gesto al castaño de que preparase el arma. Unos minutos después que les parecieron eternos, la puerta se volvió a abrir.

— ¡El mejor whisky de todo Seúl está aquí! Y pensar que la gente desprecia este sitio... -Gritó Doyanari, claramente, comenzaba a estar borracho.

Los tres hombres avanzaron sin percatarse de la presencia de los dos jóvenes, pero cuando estuvieron unos metros delante del establecimiento, Jungkook se movió apresuradamente, sin hacer ruido. En sólo dos segundos había apuñalado a los dos guardaespaldas. Lo había hecho con un cuchillo en cada mano, aprovechando que ambos iban detrás del millonario y alineados. Ni siquiera se oyó un gemido de dolor, apretó el gatillo dando en el pecho del primero y repitiendo la acción con el segundo. Casi no hubo ruido gracias a lo rápido y eficaz que había sido. Cuando terminó su parte, se colocó bien la chaqueta de cuero y guardó los cuchillos y el arma.

Yoongi se había acercado con sigilo al señor Doyanari en el instante en el que Jungkook había clavado los puñales. Esta era su parte favorita. Cuando ya no tenían ninguna clase de escapatoria y era tan fácil... Los ojos del pequeño hombre expresaban un pavor obvio, que le hacía sentirse irremediablemente poderoso. Al fin y al cabo, llegados ese momento, era el más poderoso. Poseía la muerte o la vida de la víctima. Era un tanto sádico, pero estaba tan acostumbrado que simplemente se dejaba llevar por esa parte primitiva y salvaje que todos teníamos. Igual que con el sexo, es instinto animal, feroz. Y Yoongi era un depredador innato.

— Espero que haya disfrutado de su whisky. El último tiene que ser el inolvidable, ¿no? -Sin pensárselo más, le dio una sonrisa de despedida y  apretó el gatillo directo a su frente.

Jungkook se agachó y cogió la abarrotada cartera del cuerpo que acababa de matar su compañero.

— Lleva casi todo en la cartera. Imbécil. -El castaño soltó una risa irónica cuando se levantó. Se sacó los guantes que se había puesto para que, por si acaso, no quedasen huellas después de haber utilizado cuchillos. A pesar de que era prácticamente imposible identificarlos por las balas y de que después de apuñalar a alguien, guardaban los cuchillos, no podían dejar absolutamente ningún rastro. Ese era su trabajo; sangre fría y silencio.

Sin embargo, cuando ambos se giraron para asegurarse de que nadie los había visto, algo que absolutamente jamás pasaba, los ojos de la camarera del bar no podían estar más abiertos. Estaba de pie, inmóvil en esa calle totalmente desierta, y cualquiera de los dos podían sentir cómo temblaba de miedo.

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bueno, ya es hora de que la autora se manifieste, no??❤️
espero que esta nueva historia os guste mucho, hacía un montón de tiempo que no escribía, esto es súper importante para mí.

qué os está pareciendo??????

–alba💓

Game of Alleys  -Min YoongiWhere stories live. Discover now