➳ Capítulo tres.

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  Me aproximé a la única luz que había en mi habitación y me miré en el reflejo de la ventana, cubriendo parte de mi cuerpo con las sábanas y intentando ignorar diversos moretones que tenía por el pecho. Ya era lunes y tenía que ir al instituto aunque mis ganas fueran nulas. Me vestí rápido y decidí no desayunar, no quería ver a mi padre después de lo ocurrido, que seguramente os lo imaginaréis.
—Señorita, ¿no quiere llevarse nada?
Cogí de refilón la mochila y me la llevé a la espalda mientras salía corriendo de la casa, ignoré a la mujer que cocinaba y empecé cantar intentado disimular mi huida. En la esquina me encontré con compañeros de clase. La muerte de mi madre se oía por todo el barrio. Lo comprendía, era una novedad frente a sus vidas aburridas, que tenían todo lo que deseaban y que solo aspiraban a abrir la boca para pedir más.
—Alice ¡todos estamos contigo!—Gritaron, mientras yo me desviaba de camino. 
Respondí con una falsa sonrisa y seguí caminando. El barrio que tenía bajo mis pies apenas lo frecuenté, por no decir nunca. Las fachadas de las casas eran muy antiguas, y se podía ver la suciedad de la calle en las esquinas. 

Sorprendentemente, no sentía miedo, me resultaba agradable caminar por aquel barrio. La gente me miraba extrañada, no me acordé que vestía el uniforma de mi centro.—Aquí tampoco debo encajar—suspiré, y seguí caminando.

—Tú guapa, ven aquí.—El acoso no era algo novedoso en las calles, y aunque solo se nombrase en las zonas pobres de las ciudades, estaba presente en cualquier lugar.
Miré al lado y un grupo de chicos, sentados a los pies de unos escalones me llamaron, yo seguí caminando. Apurada, aceleré el paso, pero alguien me sujetó del brazo.
—¡Suéltame!—Por un momento pensé que me robarían, aunque en la mochilla solo llevaba un par de libros.
Me resistí hasta que sentí que me ponía la mano en la cintura, agarrándome suavemente, —¿sería un violador educado?—pensé estúpidamente.
—Alice, tranquila.
Me quité los pelos que me había puesto en la cara e intenté diferenciar a la persona que me agarró.
—¿Charlie?—Dije mientras dejaba de hacer presión y me sorprendía al verle.
—Eran mis amigos, déjales, no es muy habitual ver chicas como tú.
—Sí, como yo, ricas.—Dije un poco molesta.
—Claro, claro.
Los dos sonreímos. Y vi que los chicos que antes me llamaron empezaban a señalarlos y a gritar cosas a Charlie, que no llegaba a entender.
—¿Que te dicen?—Dije mientras me apoyaba en una farola, tirando la mochila al suelo.
—Hablan en noruego, todavía no se han acostumbrado al inglés.
—¿Eres noruego?
—Mis padres, yo nací aquí.
Los dos bajamos la mirada, yo no nací en Irlanda, yo nací en Francia, mi madre era francesa y mi padre irlandés, mi madre quiso que naciera en sus tierras y así fue.
—Yo soy francesa.
—Que pija.—Dijo con tono sarcástico. Río. Su sonrisa me tenía embobada.
Observé que su mirada no iba hacia mis ojos, y me cubrí el pecho, ya que un par de botones del polo estaban desabrochados. 
—No es lo que crees..—me miré el reloj, haciéndole creer que tenía algo mejor que hacer que estar ahí.
—Me estabas mirando el escote.
Cogí la mochila y empecé a caminar, pero sentí que me volvían a agarrar.
—Tienes moretones.
Me quedé en blanco por unos instantes. No me di la vuelta por miedo. Pero.. ¿que estaba haciendo? No conocía de nada a ese chico, pero algo, había algo que me unía con él. Y no sabía que era.
—Anda, ven, ya irás luego a las clases.
Le hice caso y terminé por sentarme en el suelo mientras tiraba la mochila contra la pared y clavaba mi mirada en la suya.
—No te conozco de nada, no sé que hago aquí.—Dije mientras me sentaba intentando no mancharme, él esbozó unas carcajadas y yo mostré una triste sonrisa.
—Eso yo también me lo pregunto yo, pero me has hecho caso, por algo será.
Tenía razón, a nadie le conté lo que me hacía mi padre a raíz de sus enfados con el mundo, a raíz de que le salieran las cosas mal... Descargaba sus problemas en mi, cuando estaba mi madre se llegaba a controlar, pero ahora, con su ausencia, no me esperaba nada bueno.
—A ver, ¿te has peleado con tus amigas?
No pude evitar no reírme. Comprendía que fuese de una clase social alta, pero mis problemas no se basaban en peleas tontas con mis amigas. Le miré, clavó su mirada en la mía. Comprendí que lo decía en serio.
—¿No me vas a responder?—Dijo mientras se acomodaba a mi lado y se apartaba el pelo.
—No es tu asunto..—resoplé.
—Cierto, pero vamos, si quieres puedes irte—por un momento su voz cambió, dejó de ser esa dulce voz con acento,— he podido observar que no sabes donde estás y no sabes ni volver, así que tu sigue caminando.
—Pero tengo el móvil.—Eso fue lo único que supe decir, mientras me ponía de cuclillas y me aproximaba a la mochila, intenté buscar el móvil, pero no estaba.—Mierda..—Susurré.
—¿Que ocurre? ¿No encuentras esto?
Miré para atrás y vi que estaba en sus manos, mientras en su rostro había una sonrisa pícara.
—¿Cómo.. —No pude terminar la frase, estuvo todo el tiempo a mi lado, ¿como me lo había cogido?
—Eres demasiado inocente..— se pasaba el móvil de una mano a otra, como si de una pelota se tratase.
—¿Cómo lo has hecho?—Dije mientras me quedaba perpleja a su lado.
—Soy delincuente, recuerda..
Su expresión no era normal, estaba triste, como si él no quisiera ser así.
—Bueno, pues dámelo—tendí mi mano, quise mostrar autoridad, aunque por dentro sintiera que esto estaba haciendo el día más entretenido.

—Ah no,—rió.— te lo he robado, ya es mío. ¡Mala suerte!

Abrí los ojos más de lo normal, dejando que mis ojos azules miraran a los suyos verdes.
—Charlie, dámelo.—Dije más despacio, tratándole como un estúpido. Fruncí el ceño y le miré fijamente. 

No pude. Mi mirada cambió sin darme cuenta. Esto no era realista, no sabía que estaba haciendo y me empecé a reír.

—Te lo doy si te quedas.
—No, tengo prisa, de verdad —mentía.—Tengo que ir al instituto.
—Pero.. ¡que manía! Ahí no te enseñan nada de la vida, en la calle aprendes más cosas.
—¿Como hacerte un porro verdad?
Ambos sonreímos y el bajo la mirada.
—Yo no fumo, mi única droga es la música.

Su respuesta me sorprendió, hasta los hijos ricos de mi zona fumaban, quizá para evadirse de su triste vida, o para llamar la atención, la verdad es que me daba igual. Me volví a sentar. Había conseguido lo que quería, y procedió a devolverme el móvil.— Lo has conseguido, ¡eh!— En cuanto a las clases, nadie se enteraría,  podía faltar una semana por lo de mi madre, y mi padre no se solía preocupar por esas cosas. Se acercó al grupo de chicos de antes. Me senté en indio a su lado.

—¿Quieres que te toque algo?—Dijo mientras abría la cremallera de una funda de un instrumento.
Quise evitar mi risa tonta, pero fue inevitable, él no sabía de que se trataba esa espontánea risa, pero parecía que le gustaba verme así.
—Lo siento, que le saco todo el doble sentido—Dije mientras me quitaba alguna lágrima que se deslizaba por mis mejillas. Él levantó las cejas y abrió la boca mientras se empezaba a reír también.
—Yo pensaba que las señoritas eráis más educadas.
—¡Ay! No me llames señorita, estoy harta, llámame Ali, o Alice.
—Vale, Alice.—Soltó sonriendo mientras se ponía la guitarra entre las piernas y empezaba a tocar unos acordes.
—Tocas bastante bien, ¿fuiste a una escuela?—Dije mientras quise tocar el mástil aunque el me miró mal y aparte mis manos mientras me reía.
—Mi escuela es la calle, he aprendido a lo largo de la vida.
Esto, era lo que necesitaba en la vida, conocer a alguien que no era como yo, que era exactamente lo contrario.
—¿Y tú? ¿Tocas algo?—Dijo rompiendo el silencio que formo mientras tocaba y yo estaba en las nubes.
—El piano.—Respondí mientras movía el morro y balanceaba la cabeza.
—Me tendrás que enseñar.
—Cuando quieras.
Puede que no se notase, o puede que sí, pero ese cuando quieras significaba que le volvería a ver, y eso me hacía más o menos feliz. O eso pensaba.
—Ahora quiero que me cuentes que te pasa.
—¿Pasarme? ¿A mí?
—Sí, tus moretones, esas cosas.—miró de nuevo mi escote.
—Ah.. bueno.. me caí.
—Sí, ¿cuantas veces? ¿Diez veces por las escaleras? Vamos, es lo más común.—Dijo mientras seguía tocando la guitarra.
—Bueno..
—¿Era el hombre ese?
Miré para los lados pensando que señalaba a alguien.
—¿Quién?
—El del funeral.
Mi cara se convirtió en hielo y respiré más de lo normal, haciendo que me alterara. El lo notó y dejó de tocar la guitarra bruscamente.
—Di en el clavo, ¿verdad?
Dio más que en el clavo, dio en la herida que poco a poco me iba abriendo mi padre cada día, cada minuto, cada segundo que pasaba a su lado.  

Alice FlintWhere stories live. Discover now