➳ Capítulo dos.

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 La espera fue demasiado larga, varios coches se pararon para recogerme, e incluso algunos me confundieron con una prostituta—como está el mundo en estos momentos— pensé, mirando la carretera, como si no la hubiera mirado 40 veces ya. En mi soledad, con la esperanza de que mi padre volviera y viera que había cometido un error en dejarme tirada recordé al chico que conocí, era distinto a los demás. No había conocido a muchos chicos, la mayoría de las personas que me rodeaban se preocupaban más de su aspecto, y a el no le importaba lucir su melena despeinada.

—Eh, ¿te llevo?—dejé de lado mis pensamientos.

Alcé la vista y vi como una chica me hablaba. Rubia y con pequeños mechones morenos, ahí estaba, mi mejor amiga Renee, que después de la llamada que dejé decidió recogerme. Sonreí apenas unos segundos, aunque recordando el momento del funeral deje de hacerlo.

—Venga Alice.

Me incorporé y cogí el casco que me lanzó con fuerza. Me lo puse e intenté no despeinarme mucho, me recogí el vestido y me hice un pequeño nudo al lado para que cuando montara en la moto no se enganchara. Me subí con cuidado y rodeé su cintura con mis manos, dejando mi cabeza caer en su hombro.

—¿En serio te ha dejado tirada?—Dijo mientras intentaba arrancar.

—Sí.. me ha dicho que me bajara y se ha ido dejándome aquí.Cuando ya lo consiguió fuimos vuelta a casa, atravesamos caminos y no hubo mucha conversación, sobretodo porque yo seguía pensando en mi madre.

—¿Y tú que tal estás?—Dije mientras miraba para atrás y la agarré más fuerte por miedo que me producía ir en un vehículo de dos ruedas.

—Bien, me has pegado un susto, son las doce de la mañana.

—Tampoco era tan tarde, pero ella nunca solía madrugar.

—Ya sabes que el funeral era pronto...

Parpadeé varias veces y vi que ella no respondió, Renee no fue invitada al funeral porque mi padre no quería meter a gente que no eran amigos. O que habían dejado de serlos.

—Sabes que cuando quieras me tienes aquí Alice.

—Si ya sé que tengo a mucha gente, pero yo quiero tener a mi madre.

Miré al cielo, por mucho sol que hiciera para mi era un día oscuro y nublado, mi vida ya estaba cambiando desde estos instantes, mi madre no estaba, mi padre.. para mi tampoco tenía padre, puede que me comportara mal, pero.. ¿para dejarme tirada? ¿Y sin nada? Cerré los ojos y me centré en escuchar el sonido las hojas de los árboles movidas por el aire. 

—Ya hemos llegado.Miré mi casa, mejor dicho mansión, nunca pensé que tendría esto, la gente me miraba como si fuera algo importante, y yo era una más entre otros.

—¿Quieres pasar?—Dije acto seguido de bajarme con cuidado de la moto. Agarré el vestido, y me deshice el nudo.

 —No, ya sabes que después de lo ocurrido no soy bien recibida.

—Bueno, todos sabemos que fue un accidente, no fue vuestra culpa.—Todos dicen que sí.—miró al suelo.—es lo único que se oye por las calles.

—Pues yo no lo digo.

Me acerqué a ella y la dejé el casco en las manos mientras le plantaba un beso en la mejilla. Cogí los tacones y los balanceaba en las manos, mientras andaba descalza por un camino de hierba recién cortada. Llegué a la puerta principal y como no tenía llaves tuve que llamar. Dos tres segundos hasta que el mayordomo me abrió.

—Buenas señorita Flint.

—Te he dicho millones de veces que me llames Alicie. — mientras pasaba dentro de la casa sin mirar a nadie, y observaba el recibidor donde delante había una grande escalera que daba a las habitaciones.

—Pero vuestra madre dijo que os llamase por vuestro apellido.—Dijo mientras se acercaba a mi y me cogía los zapatos.

—Ya no tengo madre.—Dije mientras le miraba con lágrimas en los ojos.

Dejé de discutir con el pobre hombre ya que no tenía la culpa de nada, solo me estaba desahogando y él era el primero que se cruzó en mi camino, seguramente no me cruzaría con mi padre en horas y si lo hacía no le daría la palabra. Vivir en una casa grande no tenía ventajas, apenas les veía, podía estar incluso horas desaparecida y nadie se daría cuenta, era como si no existiese, solo era una persona que hacía bulto en esa familia. Entré en mi cuarto y tiré las cosas al suelo, mientras me miraba en el espejo y me quitaba la ropa, dejando que mi pelo castaño y rizado se deslizara por mi espalda. Observé detenidamente mi habitación, no merecía tener nada de lo que tenía. 

Me tiré a la cama y cogí mi iPod y me puse los cascos mientras escuchaba The one got awayKaty Perry. Hasta que vi una pequeña sombra que se dibujaba en la pared e hizo que me diera la vuelta. Sonreí con malicia, era mi padre sorprendido y decidí no prestarle mucha atención al hablar. Hasta que me los quité al ver que no se iba.

—Como has vuelto.—Fueron las primeras palabras que me dijo y yo solo supe sonreír mientras daba vueltas en el colchón.

—Te he echo una pregunta.Respiré y cerré los ojos mientras la música sonada de fondo.—¿Qué como he vuelto? ¿Después de que me dejaras tirada en medio de la nada?

—Sí, exacto, cómo.—Pues volviendo papá, volviendo.—Dije con tono de sarcasmo.

—¡He dicho que cómo! ¿Es que estás idiota?—Dijo gritándome.

Ya estaba bastante acostumbrada a sus gritos, y lo único que tenía que hacer era asentir, ya que no había otra manera de que se calmase.

—He echo autostop.— Con el miedo que sentí en la moto con Renee era imposible que me subiera al coche de un desconocido, pero sé, puedo asegurar, que era lo último que mi padre quería oír.

—¿Qué?—se sorprendió, no entendía ni yo misma ya la conversación, pero mi inmadurez impidió que me callara.

—Que un desconocido me ha traído papá, ¿ya no sabes que es eso?—impertinente sería la palabra correcta. Después de lo de esta mañana, de su actitud, no podía controlar mis impulsos.

—Sí si..—se giró, por un momento pensé que se iba a marchar, ya que estaba enfrente de la puerta, pero solamente la cerró.

—¿No querías saberlo? Pues así he vuelto a casa.— tiré el iPod a la esquina de la cama.

—Podrían haberte violado.

—Matado, blá blá blá. Después de lo de mamá no tengo miedo.

—Pero yo me quedaría solo.

—Tú ya estás solo.

En ese momento comprendí porque quería cerrar la puerta. La habitación se inundó por nuestro silencio, y pude apreciar como las venas de su cuello se hincharon. Parte de mi cuerpo empezó a temblar y lo único que consumió ese silencio fue mi propio grito.

Alice FlintWhere stories live. Discover now