➳ Capítulo uno.

65 4 0
                                    


Podría decir que estaba bien, podría decir que era feliz y estaba en la cima de todo, podría decir que este era un día normal, corriente, sin nada que destacar, podría decir tantas cosas, pero ninguna sería verdad. Hoy ocho de octubre del dos mil trece me tuve que despedir de mi madre para siempre. El color negro me favorecía y me gustaba llevarlo, pero en estos momentos era lo que menos quería ver. Miraba todas las caras que me rodeaban, ninguna conocida, pero todos venían a mi lado para darme el pésame y decirme lo que había crecido, la mitad no se sabían mi nombre, era la chica que se quedó sin madre. Las veces que deseé que no estuviera con nosotros, que se callara y que me dejara en paz, las veces que la mandé a la mierda y que la gritaba, todas esas veces, podría hasta contarlas, pasaban por mi conciencia continuamente. Y ahora, lo único que deseaba en estos momentos es poderla haberla dicho que la quería.
—Alice.—Miré a mi padre, estaba triste como siempre, distante, como si ya no estuviera en este mundo.—Debemos ser fuertes.
Me cogió de la mano y sonrió forzudamente, yo hice lo mismo y vi como poco a poco la tumba se la tragaba el suelo, la música y algunos llantos se oían a lo lejos y yo lo único que quería era despertar, que lo ocurrido fuese un sueño y que ese mismo día estuviera con ella.
—Lo seremos..—Le dije mientras miraba al suelo.
Dirigí la mirada a mis primas, eran unas desagradecidas, estaban con el móvil en el funeral de su tía, sin respeto, sin expresar nada, como si no les importara.
—Un día..—Respiré hondo y me mordí el labio acabando la frase.—..comprenderán lo que es perder una madre.
Poco a poco ya no veía ni las flores, se las había llevado todo, vi como la gente empezaban acercarse, mientras yo me alejé y me cogí las faldas del vestido negro que llevaba, con el fin de irme, distanciarme de ahí. Me senté en un árbol mirando para los lados, todo lleno de tumbas, personas que lloraban, todo negro, oscuro. Miré para hacia un joven, que estaba quitando las cosas que había en algunas lápidas. Me sentí tan mal que decidí reincorporarme, y acercarme a decirle unas cuantas cosas. En el camino me iba tropezando, no sabía andar mucho con tacones, «con lo cómoda que habría ido con unas zapatillas.»
—Perdona, chico—Dije elevando un poco la voz.
Me ignoró y siguió a lo suyo. Vi que iba también de negro como yo, ¿y si estaba de luto y metía la pata? Bueno, ahora mismo me daba igual. Alargué la mano y le quité el gorro que tenía en el pelo, dejando a la vista una pequeña melena pelirroja, se dio la vuelta bruscamente y me quedé perpleja.
—¿No sabes meterte en tus asuntos, niña?—Me dijo.
Aunque sus palabras fueran duras y desagradecidas, me gustaron.
—Solo quería decirte..—  titubeé. 
—¿Qué? ¿Qué no robe?—Dijo mientras se acercaba a mi. 
No sabía que decir y le miré a sus ojos, eran verdes, cerré bien los puños y crucé los brazos con signo de protección.
—No me hagas nada por favor—Dije susurrando mientras tapaba parte de mi cuerpo con mis manos.
Cerré los ojos por un momento y oí unas carcajadas.
—No pensaba hacerte nada.
Abrí los brazos y elevé una pequeña sonrisa.
—¿En serio?
—Claro, eres una niña rica, estaría mal visto.
Balanceé varias veces la cabeza y extendí la mano para devolverle el gorro.
—Lo siento, pensaba que estabas quitando cosas que no eran tuyas.—Dije con tono de disculpa.
Hubo un silencio hasta que él extendió la suya y agarró la prenda que le quité.
—Y es lo que estaba haciendo.—Me dijo con tono alegre.
Tenía una sonrisa preciosa, y por su vestimenta, sería natural, dudo que de pequeño hubiera llevado aparato. Me quedé embobada, ¿qué estaba haciendo? ¿Hablando con un desconocido en un cementerio, nada menos que en el entierro de mi madre?
—Alice.
Miré al chico extrañado, ¿como sabía mi nombre?
—¿Nos conocemos?—Dije mientras me sentaba en el borde de una lápida.
—Sí, de toda la vida.. íbamos al mismo colegio de pijos con sus uniformes y sus calcetines hasta la rodilla.—Dijo con cierto tono de ironía.
—No me suenas.—Dije siguiéndole el juego. Le guiñé un ojo, no iba a ser el único gracioso en ese momento.
—Alguien de ahí te esta llamando, solo que tú estarás en la Luna seguramente.
Miré para los lados y vi a mi padre haciéndome gestos de que fuera para allá, nunca le gustó que me relacionara con desconocidos, y menos con gente que no era de nuestra misma clase social, sí, el chico acertó, vengo de una familia rica, aunque por mucho dinero que tenga, nunca llegaré a recuperar lo que era mío.
—Bueno, me tengo que ir.—Dije mientras poco a poco me ponía erguida con los tacones.
—No sabes andar bien, ¿verdad?
—¿Lo has notado?— sentí como mis mejillas se enrojecían.
—Bueno... Desde lejos parecía que sabías.—Dijo mientras se llevaba las manos a la nuca.
—¿Me has visto antes?—Dije mientras inclinaba la cabeza a un lado y llevaba todo mi pelo rizado.
Vi como se ponía colorado y de inmediato se ponía el gorro. Intentaba disimularlo.
—Me gusta tu pelo.—Le dije con una sonrisa en los labios.
—A mi tus ojos.—Me respondió de inmediato. 
Volví a mirar hacia atrás porque mi padre volvió a pronunciar mi nombre. Me despedí con la mano de aquel chico mientras a cada paso que daba me giraba para poder verle por última vez. Pensé que la situación no se volvería a repetir, y sería aquel chico que conocí en el funeral de mi madre. No miré más, y sin más dilaciones miré hacia delante.
—¡Eh!—gritó. De inmediato me giré, algo dentro de mi sabía que me volvería a hablar.— Cómo te apellidas?
Sonreí y me di la vuelta mientras gritaba a los cuatro vientos mi nombre completo.
—Yo me llamo Charlie, encantada Alice.—gritó aún mas fuerte.
Me giré y vi que mi padre no estaba, eso era mala señal, se habría cansado y me tocaría una buena. Caminé intentando no caerme por la pequeña cuesta que había, pensaba que no me había alejado tanto pero estaba equivocada.
—¿Que hacías?
Me cogió del brazo y me metió bruscamente en el coche.
—Solo quería aliviarme un poco, papá solo era eso.—Cogí el cinturón.—Dichoso cinturón, tanto dinero y siempre se engancha.— balbuceé. Intenté aliviar la tensión que se respiraba en el coche. 
—¿Y ese chico? ¿En el funeral de tu madre y te pones a ligar?
—No... no era ligar.— mi mirada se dirigió al suelo, quizá no fue un buen gesto, y menos ese día, pero en realidad solo quería aliviar la presión que llevaba dentro, y conocer a.. ese chico, a Charlie, fue una salida de escape.
—¿Y qué era? ¿Le preguntabas la hora?—Miré hacia la ventana del coche, y intenté ignorarle. Pero no pude, ya que como no respondía decidió dar un frenazo.
—Alice, hablo en serio.
—¡Joder que no hacía nada!—Dije mientras me sobresaltaba. Golpeé la guantera con la rodilla. La rabia explotó por dentro.—¿No podía ignorar lo ocurrido y volver a casa sin armar escándalo?— pensé.
Vi como empezó a mirar a los botones del coche, no podía creerlo. Hizo que se abriera mi puerta.
—Fuera.— Mi padre nunca fue lo que se dice una persona amable, pero si paciente, y sin darme cuenta había desbordado sus nervios. Su ceño fruncido encerraba una mirada triste, pero a la vez escalofriante, por un momento, no sabía a quién estaba mirando. Abrí bien los ojos, ¿este era mi padre?
—¿Papá?—la voz me temblaba y mi respiración se agitó debido a la situación.
—Alice, fuera.— frunció aún más el ceño.
Apreté los labios para que ninguna palabra saliera de mi boca, aunque pudiera estallar en ese momento. Cerré de un portazo y me quedé mirándole fijamente, con la esperanza de que la volviera abrir, pero no, lo único que hizo fue arrancar, dejándome tirada en medio de la nada, resoplé y saqué el móvil con la intención de que alguien me recogiera.


Alice FlintWhere stories live. Discover now