CAPÍTULO 8

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Sacándolo Todo.

Rachel.

El jet aterriza en la pista de la FEMF. Los soldados Alan, Maicon, Davi y Franco son los primeros en bajar.

 Reemplazarán a los soldados caídos y serán parte de la tropa J061.

Necesito ir a casa, sino me desahogo voy a estallar en cualquier momento.

Me encamino al comando. Christopher es el último en bajar, no salió de su habitación durante el vuelo. Le di gracias a Dios por eso, lo último que me apetece es tenerlo cara a cara.

Un alférez se atraviesa dedicándole un saludo militar al coronel.

—El general Peñalver lo espera, mi coronel —le avisa.

Sigo caminando, quiero recoger mis cosas y largarme a vivir a Tailandia.

—¡Teniente! —me llama el soldado— El general también quiere hablar con usted.

—Ubiquen a los soldados nuevos—ordena el coronel atropellandome en el hombro— Estarán en la tropa de Parker.

—Como ordene, mi coronel —se despide el alférez.

Camino tras él preguntándome cuánto tardará en hablar con Bratt y decirle todo lo que pasó.

Se me comprime el estómago de solo pensarlo. Tanto pelear y defenderme de Sabrina, todo fue en vano. De nada me sirvió demostrarles a sus padres que podía ser una buena mujer.

Martha, su madre, al principio se mostró algo reacia. Sin embargo, poco a poco fue abriéndose llegando a tolerarme. Joset, su padre, siempre se mostró cariñoso y educado, de él nunca recibí un reproche ni una ofensa. Me imagino el concepto que tendrán de mí cuando sepan que me acosté con el marido de su hija.

Tomamos el ascensor yendo a la cuarta planta, la tensión se puede cortar con cuchillo. Quisiera pedirle que me deje decirle a Bratt lo que pasó, pero lo más seguro es que me restriegue en la cara lo puta que soy.

Las puertas se abren y Sabrina corre por el pasillo causando un estruendo con el sonido de los zapatos. Me echo el cabello adelante ya que los chupetones son notorios todavía.

Se arroja a los brazos de su esposo.

—¡Amor, gracias a Dios estás bien! —llora contra su pecho.

La aparta como si le estorbara.

—Las demostraciones de cariño en los pasillos están prohibidas —dice con sequedad.

—Todos saben quién soy —contesta en voz baja.

—Las reglas se aplican para todos.

—Eres un coronel y soy tu esposa tengo todo el derecho...

—No solo está el general —sigue caminando— Ya me viste, así que vete.

Intenta alcanzarlo, pero él aparta la mano cuando lo toca.

—¡No te quiero aquí! —espeta molesto.

—Cariño...—insiste.

Me adelanto, me apena que mientras ella estaba aquí llorando un mar de lágrimas por su esposo, yo me revolcaba con él, gimiendo su nombre mientras se corría dentro de mí.

Saludo al general, el coronel no tarda en llegar.

Por primera vez lo veo hacer un saludo militar.

—Lamento lo que pasó —se disculpa el general— Se abrió una investigación para hallar a los verdaderos culpables.

—Gracias, mi general —digo.

Lascivia (Disponible en librerías)Where stories live. Discover now