CAPÍTULO 23

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Malo. 

Rachel. 

Frente al espejo intento lucir lo más provocadora posible acomodando las tiras de mi vestido marrón. Es corto, holgado y el escote en V da una perfecta vista de mis pechos. 

Llevo dos días evitando ver al imbécil que se hace llamar coronel e hice un pequeño resumen de lo aprendido a lo largo de mi carrera. Nos especializan en un arte llamado «Seducción» Y yo voy hacer uso de eso ahora.

He tenido una lucha conmigo misma, entre lo que me conviene y lo que no. Por una parte, sé que lo mejor es dejar todo así, sería lo más sensato. Pero por otro lado, sé muy bien que dejé de ser sensata hace mucho tiempo. 

Mi dignidad clama venganza. Quiero demostrarle que no es inmune a mi encanto como cree y jura «¡Bajarle el ego es lo que necesito!» Su altivez me tiene harta.

Me suelto el cabello. La mata de hebras negras me cubre la espalda y parte de la cintura. Me aplico un poco de brillo labial mientras me preparo para verlo después de cuarenta y ocho horas de abstinencia. 

«A hora le digo así, porque las ganas de follar a toda hora son como una maldita droga» 

Tomo la carpeta que me dará la excusa perfecta para visitarlo.

Es mediodía, la mayoría de los soldados están almorzando o en su hora de descanso. Los pasillos están vacíos, logro escabullirme evitando que me vea alguien conocido.

 Subo por las escaleras de emergencia y con cautela me encamino por el pasillo que me lleva a su oficina.

Me escondo cuando veo a Laurens en su cubículo «¡Demonios!» Asomo la cabeza y respiro aliviada cuando recoge sus cosas preparándose para salir. Scott aparece sonriéndole como un idiota. 

Mira a todos lados antes de darle un beso en la mejilla. 

«Ya me encargare de él más tarde» Abordan el ascensor juntos. 

Salgo de mi escondite, acomodo el escote y continúo. Soy consciente de todo lo que se me avecina, su desprecio o... La victoria de verlo caer en picada. 

La puerta de madera se cierne sobre mí, lleno mis pulmones de oxigeno entrando sin golpear. 

Extrañé su rebelde belleza «¡Dios!» No tiene el uniforme de entrenamiento, está vestido con un pantalón clásico azul oscuro y una camisa blanca la cual esta arremangada sobre sus antebrazos. La tinta negra sobre su piel resalta el blanco de la prenda y el botón del cuello está abierto desacomodando el nudo de la corbata. 

En el perchero cuelga la chaqueta de su traje de gala como coronel.

Está organizando un modelo a escala de Río de Janeiro. Tiene los ojos concentrado en la tarea, ni siquiera ha notado que entré sin su permiso. Un mechón de cabello rebelde le cae sobre la ceja y él lo aparta sin perder de vista la tarea. 

«Este hombre destila sexo» La reacción de mi cuerpo me hace cuestionar qué tan elaborado está mi dichoso plan.

—Coronel, buenas tardes  —cierro la puerta. 

Levanta la cara quemándome con los ojos, debo abofetearme mentalmente para no empezar a actuar extraño ya que si deseo conseguir lo que quiero debo actuar como una persona madura. 

—¿Qué haces aquí?

—Traigo lo que me solicitó —me acerco segura— Que bueno que esté montando el plano de Rio, esta mañana recibí información de primera mano que le será muy útil.

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora