XII

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Desperté, cegado por una luz proveniente de una lámpara, que me daba directo en la cara. Estaba encadenado a una pared. Me encontraba parado y con los brazos en alto, en el muro del lado izquierdo a la puerta. Las esposas me apretaban muy fuerte las muñecas. Poco a poco recupere la visión. Vi a Mateo, Búho y Hiena en la misma situación. Ellos se hallaban en el muro frente a la puerta. Mateo se veía peor que los demás: tenía morados en su estómago, y sus brazos estaban marcados con lo que parecían cuchilladas. Todos estaban inconscientes. De repente Hiena dio los primeros indicios de qué seguía bien. Movió suavemente la cabeza y la levantó fijándose en mí:

- ¿Dónde...dónde coño estamos?

- Crees que lo sé. – Soné un poco irritado.

- Bueno lo siento...creí que habías adivinado visto que llevas más tiempo despierto.

- Recién me despierto...

Se escucharon pasos cerca de la puerta. Era una puerta metálica, por lo que el cerrojo era bastante grande. Se empezó a mover. Búho y yo quedamos paralizados. Nuestra respiración se entrecortó. Gotas de sudor se deslizaban por nuestra mejilla. La puerta se abrió poco a poco. Visto que esta era metálica causó un ruido muy fuerte y se abría con mucha lentitud. Podía deducir que la puerta era bastante pesada, o estaba vieja. Al abrirse completamente una persona entró:

- ¡No lo puedo creer! Nicolás que gusto tenerte aquí. Hace un tiempo que no nos veíamos.

Quedé totalmente frío.

- ¿Vamos el gato te comió la lengua? Te conocía menos callado.

Regresé a ver a Búho. Seguramente se sentía traicionado visto que conocía a ese tipo. Búho mantenía su cabeza agachada.

- Me parece curioso verte aquí sinceramente. Creí que escaparías lejos de toda comunidad. No que irías con estas basuras.- Escupió en la cara de búho.

- ¿Martín que te han hecho?

- Oh finalmente ha hablado el gilipollas.- se acercó a mí y me cogió por el cabello- mira te explico algo: estos tipos han estado causando líos a todos los que vivimos en las afueras...

- ¡Martín tú estabas con la armada azul!

- Pff, qué inocente resultaste ser. Todo fue un cuento, una cortina de humo. Sentía que mantener a Raquel y a ti dentro del campo de aislamiento sería más seguro. Y hubiese evitado meterte en este enrollo. Nunca me sentí un miembro de la armada azul, su sistema era muy básico, y sus reglas estúpidas. Sin embargo, "Libertad" me llenó ese vacío. ¿Qué creías que hacía durante las noches que no pasaba en casa, ingenuo?

- ¿Y todo lo que dijiste antes de que partiéramos?

- ¿Acaso no entendiste la parte de "mantenerlos en el campo de aislamiento"?

Quedé callado. No lograba asimilar que el hermano de Raquel estuviese en una pandilla, y que yo fuera su rehén en ese momento. Búho habló de repente:

- Te metes en un lío manteniéndonos aquí. Vendrá gente a buscarnos.

Martín río por lo bajo. Se dirigió hacia Búho y le asestó un golpe muy fuerte en el estómago. Después de haberlo dejado sin aire Martín habló de nuevo:

- "te metes en un lío"- lo imitaba con voz de niña- ¿y cómo podrías asegurar eso?

- Por si no sabías uno de los nuestros ya está yendo a avisar a los otros.

- ¿Oh en serio? Que sorpresa.- Martín chasqueó los dedos. En ese instante un guardia ingresó al cuarto y tiró a León al medio. Se lo veía muy mal. La herida que tenía en el brazo estaba descubierta y en un estado desastroso. León levantó la cabeza y se alcanzó a oír un "lo siento" – ¿No les parece tierno? Su propio amigo acaba de arruinar su misión. – le encajó una patada en el pecho a León.

- Martín te estás excediendo- y tuve que abrir la boca...

Él se dio la vuelta, movió su cuello de lado a lado, estiró sus manos y se me acercó.

- Excederse es lo que ellos han estado haciendo por mucho tiempo, matando a los míos.

Miré a Búho que seguía intentando respirar.

- Martín, tú no eras así.

- Vamos Nicolás, si tú nunca me conociste. Solo mostrabas interés por mi hermana.

En parte tenía razón. No presté nunca mucha atención a Martín. En ese instante Mateo abrió los ojos:

- Martín...

- ¡Oh! La bella durmiente ha vuelto con nosotros.

- Déjalos a ellos. Esto es un conflicto entre tú y yo.

- ¡Oww pero que tierno! Se está sacrificando por ustedes- regresó a verme- ¿No te parece un líder ejemplar?

- Podemos resolver esto de otra manera.

- Oh, ¿en serio?- quedó pensativo un rato- ¿adivina qué? Yo encontré la manera de hacerlo hace mucho tiempo...- El guardia que había traído a León le dio un pequeño cuchillo.- Tú me dirás dónde están los demás y nos ahorraremos gran parte de lo que vendrá.

- Sobre mi cadáver.

- Ay...siempre tan terco- clavó el cuchillo en la pierna de Mateo- volveré a empezar. ¿Dónde están los demás?

- Creo... que tú... no has entendido mi punto.

- Presiento que esto será bastante largo.

Pude ver con mis propios ojos cómo Martín torturaba a Mateo. Le clavó el cuchillo varias veces en partes no vitales del cuerpo, así lo lograba mantener con vida. Le quitó las uñas de los pies una por una y prosiguió con la de las manos. No imagino el sufrimiento de Mateo pero cayó desmayado. Creí por un momento que murió, y hubiese sido lógico después de tanta sangre perdida. Martín un poco cansado por el esfuerzo, llamó a otro guardia y le dijo que llevarán a Mateo al quirófano. Nunca creí que fuera alguien tan cruel: Mantener en vida a alguien, solo para torturarlo más, y más aún. Los dos guardias presentes quitaron las esposas a Mateo y lo despojaron de sus cadenas. Lo llevaron fuera de la habitación cargándolo en los hombros. Durante todo ese rato había estado lastimándome las muñecas para liberarme de las esposas. Cuándo Mateo hubo abandonado el cuarto, me había zafado la mano derecha, pero la mantuve cerca de la esposa para fingir que seguía del todo atrapado.

- Creo que ya me deshice de uno. Vamos a por otro.

Me parecía curioso que Hiena no se hubiera despertado aún. ¿Y si fingía? De repente mis dudas se aclararon. Cuándo Martín se acercó a Hiena este abrió los ojos y lo cogió del cuello. No pude adivinar cuando se había liberado de las esposas pero me pareció increíble. Empezó a ahorcarlo y le susurró al oído:

- Ahora sí. Nos liberarás y nos mostrarás muy gentilmente la salida.

Martín intentaba liberarse con todas sus fuerzas. Rasguñaba los brazos de Hiena e intentaba dar patadas a sus rodillas, buscando desequilibrarlo. Tuve tiempo con eso de liberarme de la otra esposa. Vi mis muñecas. Estaban tan lastimadas que solo se veía piel al rojo vivo y un poco del hueso. Fui dónde Búho que estaba impresionado con la escena. Martín terminó cediendo: se dio cuenta que no tenía oportunidades contra tres tipos. Pero era astuto, y eso podía ser un problema. Salimos de la habitación por la puerta metálica, con Martín cómo prisionero, un tipo que estaba en shock, uno muy lastimado y un hombre que conocía lo que era el nuevo mundo, la nueva vida...

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Resistencia BWhere stories live. Discover now