XI

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Fue Mateo quién me despertó al día siguiente. Me vestí con el uniforme totalmente negro que me había dado el día anterior. Tomé mi pistola y mi fusil de asalto. Salí de la habitación. El campamento parecía abandonado a esa hora. Nos encontramos con el resto del grupo en la entrada del campamento. Salimos y Mateo cerró la puerta detrás de si. Sacó un mapa de la mochila que llevaba puesta.

- Bueno nos encontramos en este punto y debemos ir a...- se quedó reflexivo un rato- justo aquí.

En realidad el punto que mostraba estaba bastante lejos del campamento.

- Si llevamos un buen ritmo, y no encontramos peligro alguno en el camino, llegaríamos en tres horas y media.

- ¡Vaya! creí que sería mucho más- "león" parecía realmente sorprendido.

- Solo una última cosa: no disparen sus armas al menos que la situación sea extrema. Usen cuchillos, objetos de su alrededor, o su fuerza únicamente. El disparo de un arma podría revelar nuestra posición y eso solo empeoraría la situación.

Todo el grupo asintió. Pero algo me seguía preocupando: aún no sabía con qué peligros podíamos encontrarnos, y no me atrevía a preguntar.

- Mateo, sería preferible ir por las cloacas...nos evitaríamos los peligros de la superficie...- intervino "búho"

- Pero y los...

"Búho" agachó la cabeza suavemente. Mateo regresó a verme, y después de un rato le respondió.

- Me parece una buena idea. Nos evitamos así todas las pandillas.- su tono de voz disminuyó- Tomaremos un poco más de tiempo. Y manténganse alerta. No se atrevan a bajar la guardia.

Nos metimos dentro de las cloacas por una escotilla que había cerca del campamento. Descendimos y todo estaba demasiado oscuro. Anduvimos a total oscuras por una buena hora. Cuándo nuestros ojos se hubieron acostumbrados a la luminosidad de ahí abajo pudimos acelerar nuestra marcha. Sinceramente detestaba las cloacas: el olor era putrefacto, todo era muy confuso por su estructura de laberinto y era fácil tropezarse si no se andaba con mucho cuidado. A las tres horas de estar caminando nos detuvimos. Mateo había escuchado algo.

- Estén totalmente quietos...

A lo lejos pude observar lo que inquietaba a Mateo y el resto del escuadrón: un grupo de perros grandes, con mandíbulas metálicas y patas traseras robóticas se acercaba lentamente hacia nosotros. Olfateaban e intentaban detectar nuestra presencia. Sacamos nuestros cuchillos y nos pusimos en posición de combate. Por suerte no eran muchos: siete perros para cinco hombres. El primero perro fue el que advirtió nuestra presencia. Ladró bastante fuerte, y visto que nos encontrábamos en las cloacas, el eco potenció este alarido. Los perros comenzaron a correr hacia nosotros. Me preparé para recibir a uno de ellos. Se me abalanzó uno de los más grandes, y fue directo a por mí yugular. Logré resistirlo, pero tanta era la fuerza con la que luchaba, que no lograba asestarle ninguna puñalada. Finalmente lo tiré hacia un lado, y tuve tiempo de ver a los demás. Mateo ya había asesinado a uno y luchaba con el otro. Hiena y Búho encajaban golpes a las bestias, uno tras otro, pero estas no se rendían. León luchaba con dos a la vez, aunque él se encontraba en más problemas: uno de los perros había logrado morder su brazo derecho, por lo que a León le resultaba más difícil pelear, pero mantenía a los canes a distancia, cortándoles partes de su hocico una y otra vez. El perro con el que peleaba se me lanzó de nuevo. Esta vez lo recibí con un cuchillazo en el estómago. La bestia chilló, pero no se rindió. Intentó morderme la pierna, logré esquivarlo y le pisé el hocico. Apreté con fuerza, impidiéndole atacarme de nuevo. Sin pensarlo dos veces, clavé mi cuchillo en la parte superior de su cabeza. El perro dejó de moverse. Había clavado el cuchillo tan fuerte, que me costó sacarlo de su cráneo. Al levantarme de nuevo, hallé al grupo a mi alrededor, llenos de sangre salpicada por sus uniformes, observándome. León estaba recostado en el piso con unas vendas recubriendo su brazo herido. La mordedura era bastante grande, y no se podía decir que eso fuera impredecible por las fauces que poseían esos perros.

Resistencia BWhere stories live. Discover now