Una vieja carta

9.5K 1K 76
                                    


En un tensionante silencio caminaron de regreso al centro de la ciudad

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

En un tensionante silencio caminaron de regreso al centro de la ciudad. Liaw regañaba a Abby por su imprudencia. Ella sabía que era peligroso salir sin compañía, encima había olvidado su espada y a los unuas se les enseñaba desde pequeños que jamás debían andar desarmados. La muchacha escuchaba los regaños de su hermano inflando los cachetes. Liaw podía decir lo que quisiera, pero ella por fin se había quitado la duda respecto al mundo de los humanos.

—Diablos, soy tan estúpida. —Tras pensarlo, Charleen habló de pronto, se sentó al borde de una fuente y Ethan la imitó—. ¿En qué pensaba?

—En que estás muy enojada con él, necesitabas unas respuestas y querías hacerle tanto daño como él te lo hizo a ti.

— ¿Desde hace cuánto que lo sabes? —lo interrogó un tanto preocupada.

—Desde hace tiempo. —Ethan sacó la bitácora y se la entregó—. Leí la carta.

Charleen no tenía ganas de enfadarse con Ethan por invadir su privacidad, de nuevo. Solo necesitaba desahogarse.

—Nunca se lo había dicho a nadie, solo a mi prima Carol, me refiero a que mi padre está vivo. En mi pueblo todos creen que murió en la guerra. Mis padres no eran grandes exploradores que viajaban por el mundo buscando aventuras como te dije que eran cuando nos conocimos. Mi padre ni siquiera era soldado, era un simple pescador, pero lo reclutaron cuando yo tenía cuatro años.

«No supimos más de él, mi madre lloró por años. Se pasaba la mayor parte del tiempo mirando hacia el mar, como si esperara que él volviera. Ni siquiera se hacía cargo de mí, por eso mis tíos me tomaron a su cuidado. Con los años pareció ir recuperándose. Todos los días me llevaba a la playa a recoger caracoles. —Sonrió ante el último recuerdo agradable que tenía de su madre—. Pero un día decayó de pronto. De la noche a la mañana cayó en depresión de nuevo. Se encerró en su habitación a llorar por dos días enteros. Yo tenía nueve años en ese entonces, y me ponía mal verla así. Al final la convencí de ir a recoger caracoles como hacíamos antes. Ella aceptó con una hermosa sonrisa que nunca voy a olvidar. Todos creyeron que se reponía nuevamente, pero yo sentía que no era así.

«Nos alejamos del pueblo y observamos al sol ocultarse en el horizonte. De pronto mi madre se arrodilló frente a mí y me dijo que entregarle el corazón a alguien solo te traía sufrimiento y me hizo jurarle que no sería como ella, no sería tan débil y que jamás me enamoraría, porque a la larga eso solo te destruye. Pese a no comprender bien sus palabras, se lo juré de todas formas. Ella me dio un beso en la frente, y noté el vacío en sus ojos; como si el alma hubiese abandonado su cuerpo. Por inercia caminó al borde del acantilado... simplemente siguió avanzando hasta que la perdí de vista. —Frunció el ceño al recordarlo, como si aún intentase comprenderlo—. Les dije a mis tíos y a la gente del pueblo que recogíamos caracoles cerca al acantilado y que una ola la había empujado. Me creyeron, y yo quise creerlo también.

El tesoro de Charleen (Foris #1)Where stories live. Discover now