CAPITULO XI: CONDENADO

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(La sala presenciaba un silencio infernal)

Quedé anonadado, este hombre tenía una historia impresionante. Mi vida no se acomplejaba a la suya, yo era, en todo su sentido, un hombre agraciado. En realidad estaba loco... no podía asimilar con certeza todo lo que había dicho, me encontraba sumido en un profundo abisal de dudas e inquietudes...aunque aún no entendía la parte en donde dijo haber asesinado a más de cien personas y aun así no fue condenado por ello. Supe entonces que ese hombre había confundido el mundo real con el mundo imaginario, y aunque asemejase que lo había hecho, no importaba. Ese hombre representaba para mí un gran ejemplo de vida, la sabiduría y la fuerza; era un guerrero que afrontaba la vida aunque estuviese frustrado por esta.

El juez meditó su decisión por un buen tiempo. Hablaba con algunos hombres, se notaban gestos, señalizaciones, discusión. Tomó un tiempo su regreso. Mientras aquel loco estaba allí, parado, tan tranquilo como el viento contra las hojas. Al volver a su estrado el juez observó detenidamente para todo lado, pidió silencio. Estaba muy intrigado por saber lo que diría aquel hombre, me senté y noté a don Juan ya muy ebrio, pues no dejó de embriagarse mientras aquel loco relataba su historia.

- ¡Condenado a muerte! - dijo el juez con un tono alto.

Algunos se asombraron, otros se alegraron, otros como yo no entendían ¿Por qué?, había que esperar que el juez argumentase su decisión. Luego dijo:

- No podemos permitir, que un hombre que no puede vivir en nuestra sociedad esté vivo, un hombre que en cualquier momento puede atentar contra nuestras vidas. No podemos permitir que los locos estén libres, pero ya que este hombre reluce que la prisión no es un problema, damos por entendido que la muerte es el único fin. Así que nuestra decisión es condenarle a muerte.

No podía entenderlo, no lo condenaban por haber asesinado a aquella mujer, le condenaban por estar loco, la justicia no era justa, en realidad estaba asombrado, muy asombrado ante los hechos. ¿Cómo puede ser el humano tan idiota y pensar que tiene el poder de decidir sobre si un hombre vive o no?, ¿Cómo?, ¿Qué hace al hombre pensar que es dueño del mundo?

- ¿Tiene algo más que decir hombre loco? - preguntó el juez.

- Sabía que todo llegaría a este fin, la muerte. Razón por la que no vi la argumentación de esta escena tan infame. Quise plasmar mis ideas y mi vida para daros a entender todo, pero ustedes son tan cuerdos, que ya no son dueños de sus decisiones.

- ¿Algo más?

- Así fueron pasando los días, mirando el cielo desde un rincón, sin conocer el mundo y siendo feliz con mi locura, tratando de sanar esas heridas que causan este estrés artificial, sé que ya no hay vuelta atrás. Siempre trato de entender por qué esta sociedad es tan asfixiante y tajante. Quizá sea imposible llegar a entender esta raza tan detestable, basuras hechas polvo... acepto mi destino, solo espero no llegar al cielo, pues el cielo es un cuento de hadas para aquellos que tienen miedo a la muerte...

- De acuerdo, entonces, se le condena a ser fusilado.

Las personas se escandalizaron, algunos lo ofendían, otros le defendían y otros como yo estaban callados, sin nada más que opinar.

- ¡No! - gritó don Juan con furia, sacando de su morral un arma de fuego.

Todos le observaron y quedaron quietos. Aquel hombre loco volteo y se quedó viéndole fijamente.

- Este hombre ha de morir por mi obra, por una bala de mi arma. Este hombre acabó con la vida de mi hija y así he de cobrar lo que me debe, he de hacer mi propia justicia ante Dios.

En ese instante comprendí todo. Por qué don Juan estaba allí. Karina blanco era su hija, y él venía a hacer de las suyas cobrando su vida como pago por haberle quitado la vida a su hija. (Como dicen, vida por vida). Era un nudo que había que desenredar, rápidamente.

El juez ordenó detener a don Juan por intento de homicidio, los guardias se avecinaron rápidamente y le atraparon, él ni siquiera pudo disparar. El hombre loco solo respiraba y fijaba su mirar a las ventanas.

En ese preciso instante llegó al parlamento aquella mujer, Karina blanco, hizo presencia... ¡viva!... ante todos, diciendo no haber estado muerta nunca, solo quiso condenar a aquel hombre como un acto de venganza por haberle dejado en sus tiempos de amor. Dijo haber venido al parlamento por que se enteró que su padre iba decidido a asesinar a aquel hombre, y ella no permitirá que su padre fuese condenado a prisión a causa de un error.

Por otro lado, aquel hombre se encontraba frente a todos, parado, tranquilo. Por los ojos se le veía correr el sendero de sus días pasados, llegaba al final que le había sido anunciado. Era tan adepto a la locura...Luego fue escoltado por más de diez hombres hacia el pelotón, mientras todos los presentes se dirigían allí también. Don Juan se esfumó junto con Karina, quedé solo, no sabía qué hacer, entonces decidí ir a ver como acababan con la vida de aquel hombre.

Nos ordenamos alrededor del callejón, mientras él iba pasando, (era algo así como una calle de honor), mientras él pasaba y todos lo miraban, iba con su cabeza agachada. Pero como es la vida. Cuando pasó frente a mí, me miró, detenidamente, con esos ojos profundos y llenos de sabiduría, por donde los ríos de la locura desbordaban imparablemente. Dejó exaltar una sonrisa y luego bajó su mirada. Quedé suspendido, su mirada era, en realidad, muy tenebrosa y profunda, hacia zarandear a cualquiera. Todo se desenvolvía en un círculo forjado desde hace mucho tiempo...quizá, la locura ya tiene marcado su destino, y los realmente locos solo son cuerdos camuflados...

Era el hecho de percibir que aquel hombre también mencionó haber visto esa ave que vi camino hacia la capital, y que con seguridad la nombró el ave de la libertad, y que tanto yo como mi sendero, había sido ya destinado. Aquel hombre era un sabio y en todo su sentido, un sabio siempre es catalogado como un loco...razón por la que sé que un sabio no muere, y un loco menos. Solo se viaja a otro plano; al cual pocos llegan...


LOCAMENTE CUERDODove le storie prendono vita. Scoprilo ora