CAPITULO XI: CONDENADO

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Discúlpenme por haber salido un poco del tema. Solo quería dar a relucir un pequeño pensamiento que se refugia en esta oscura mente. Tengo varios pensamientos relevantes de la locura, incluso podría llegar a pensar que soy muy sabio...pero... ¿a quién le importa?...de igual forma, estoy hablando de mi vida, que a muchos no les ha de interesar...pero, estoy seguro de que me van a condenar a muerte...entonces, ¿Por qué no atentar verbalmente contra este mundo tosco por última vez?...

(Vuelvo al asunto)

Inmediatamente después de mi arresto fui interrogado varias veces. Lo primero fue el interrogatorio de identificación, que me daba fastidio y un poco de impaciencia. Trataban de hallar datos biográficos donde no había. Solo se me daba por decir: - Mis padres han muerto -. Y el detective preguntaba: - ¿Existe algún otro familiar? -. – no -.

El detective se apoyaba en su intuición y su muy egocéntrica experiencia. – Tiene que haber otro familiar, un abuelo, un tío, un hermano -. – Nadie -. Trataba de observarme fijamente pero algo le cohibía.

- No estoy tan loco como piensan – le dije mientras veía para el techo.

- ¿No?

- No...estoy mucho más loco...

- ¿A qué viene eso?

- Hombre, a que simplemente me condenen, los años que le venga en gana a esta justicia injusta. No tengo familia, ni amigos, ni amores. Estoy solo.

- Se le acusa de homicidio

- Lo sé. Y no me opongo a ello, a pesar de saber que es falso. Solo quiero recostarme, y tratar de respirar un poco más. Necesito calma, eso es todo.

El detective salió de la celda, un poco asustado. Al Salir volteó, me observó fijamente y dejó caer la cabeza.

A los ocho días, que pasaron un poco insomnes, me citó el juez. Me recibió en su despacho. Una habitación un poco grande, con cortinas azules, un escritorio pulido y un olor a incienso muy extenuante. – Siéntese -. Me pidió el juez. Me ofreció agua, lo cual me relajo un poco, pues me sentía ya un poco deshidratado. Me preguntó por mi familia, profesión, nacimiento, en fin, todo lo que pudo. A lo que solo respondí que no sabía nada, que mis padres habían muerto y que de mi vida muy poco sabía. Él sonreía y decía que era imposible que un hombre no conociese su vida. Yo le decía que solo conocía mi mente, y que trataba de conocer mi alma. El juez dijo que aun así había que seguir con un proceso de investigación, para llegar a las causas del homicidio de Karina, y que por ende, debía seguir más tiempo en prisión. A lo que no me opuse, y con una sonrisa le dije lo mismo que al detective.

Luego ordenó que me trajesen de nuevo a la celda.

A los pocos días llegó a la celda un abogado. Que me había asignado la ley. Era alto, muy delgado, con cabello corto y canoso. Traía unos anteojos graciosos y un bigote muy particular. Me dio la buena tarde y de inmediato se sentó en la cama. Me dijo que había leído el expediente, y que el asunto era grave. Expuso que solo deseaba mi confianza para que el proceso no se retardase y todo saliese bien. A lo que le dije que no perdiese el tiempo. Que yo quería estar en prisión, y que era inocente de lo que se me inculpaba, pero que no quería decir lo contrario. Por ultimo le dije, que no tenía como pagarle y que era mejor que se ocupase de otro caso. Al cabo de unos minutos se levantó y se despidió.

Al día siguiente me llevaron de nuevo con el juez. Al llegar me pidió que me sentase y de nuevo me dio agua. Me dijo que mi abogado había anunciado su retiro y que quería saber la razón. Le respondí que yo se lo había pedido. Él entonces arrugó la cara y procedió con su oficio. Me dijo que había cosas en mí caso que no concordaban, y que era difícil realizar a fondo el procedimiento si aquellas cosas no se aclaraban. Le dije que yo era culpable y que eso era lo importante. – Bueno -. Me dijo. - Pero es que lo más confuso es que el cuerpo de la señorita Karina Blanco no ha sido encontrado -. Entonces di por cierto que no le había asesinado. Pero no le quería comentar eso al juez, así que quedé en silencio. - ¿Usted sabe dónde está el cuerpo? -. Le mire fijamente. – Tal vez en la tierra, no lo sé -. El juez notó que mi desinterés en aportar era grande. Así que me pidió que le ayudase con el caso, para que asiera se diese con la verdad. Yo solo le dije que la verdad es que era culpable y que estaba dispuesto a aceptar todos los cargos que se imputasen, que me daba igualo vivir en una celda y morir allí. Solo quería calma, eso era todo.

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