CAPITULO IV: ENTRE LA VERDAD Y LA MENTIRA

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Los humanos son tan repelentes e insípidos, se humillan entre sí, se golpean, se odian y se critican. Siento lastima por la humanidad, por cómo viven los días y le acomodan el ceño a la felicidad. Razón por la que prefiero ser loco, por lo menos la locura no incomoda con su existencia. Y es que siendo sincero, la locura es tan abad a todo instinto de estado emocional, psico-afectivo o espiritual. La locura es quizá, más mortal que una bomba atómica.

La vida está rodeada de mentiras, que a través de los días no vemos obligados a desenvolver. Las respuestas son muy absurdas, y en muchos aspectos, inútiles. Quizá por este propósito la verdadera esencia de la vida se remonte justamente a eso, a lo inútil.

La juventud llegó vertiginosamente, con paso osado y muy inquieto, sin aguardar los bajos impulsos de la mente ya un poco retraída y descontrolada. Tenía más o menos diez y ocho años, la barba empezaba a florar y la voz tomaba su adocenado tono, las uñas se notaban más descoloridas y los ojos tan afligidos por la poca compañía que habían visto. Anduve mi juventud tan perdido, pensando que la cordura no iba conmigo. Tratando de dar explicaciones inciertas a esto que llaman "crecer", que en lo personal me parece más conveniente el decir, "evolucionar". Tan acendrado a la realidad y la censura, y llevando la mente por sendas descompuestas que trataban de agruparse y formar un nuevo ciclo de ilusiones. La locura no era más que un inicio furtivo sin predestinaciones o ideales.

Comencé a trabajar en una hacienda en una vereda de Zareth, y que me costó mucho trabajo poder reubicarme allí, tanto por la no experiencia que tenía en el campo de cumplir órdenes, como en la falta de trato social. Allí trabajaba con un hombre quien se hacía llamar "pecoso", su verdadero nombre era Ignacio. Muy hábil en el campo de las mentiras y el arte del engaño, era brujo y mujeriego. De esos seres a los que la maldad les brota por los poros y cargan el pecado inerte en las pupilas. Si, de esos seres tan baladíes que no tienen nada, pero creen serlo todo. La verdad, para mí, era un parasito de este mundo; trataba de mantenerme lo más lejos posible de él, pues me incomodaba hasta su respirar. Y la forma en que escupía seguidamente, y como resonaba la nariz que daba asco y repugnancia de solo escuchar. Era tan roñoso por fuera como por dentro. En todo sentido, como ya lo denoté, un parasito.

La verdad es una afirmación de certeza, es una exposición de honestidad y fieldad hacia una idea; en cambio la mentira es una exposición de una idea negativa con la función de ocultar algo verdadero destruyéndolo en todo su sentido. ¿Verdad o mentira?, es como hablar del bien y el mal. Pero pienso que los que dicen la verdad son aquellos que entienden el sentido de la vida, en cambio los que dicen mentiras son aquellos que no entienden el trabajo de la muerte. Pero cuando de locura se habla, no sé si explicarla por el lado de la verdad o de la mentira, ya que sería como tratar de explicar por qué un pez no puede vivir fuera del agua, o porque el ser humano es idiota. Tratar de definir la locura en términos asertivos es una pérdida de neuronas, porque jamás se podrá explicar en términos fijos, que es locura y lo que acarrea.

En aquella hacienda fue donde conocí a aquella mujer, Karina Blanco, de quien usted señor juez me pregunta.

El primer día que la vi, traía los cabellos en el mar de sus ojos, azules y claros. Su cabello negro como la misma oscuridad. A poca vista del sol iracundo se asomaba un rostro tallado por los mismos ángeles de Dios, hecha a semejanza de una Diosa. (Tal vez en ese momento no dolía el pensar en ser ateo). Los rayos del sol, un poco indelebles, descubrían unos dientes destellantes, como diamantes puros y perfectos. Sus senos se agitaban con el respirar firme y sereno que hacia estremecer la piel. Su color de piel...tan blanco que de recordarlo me duelen los ojos...y sus manos, tan delicadas, aseadas, que demostraban un gran abolengo. No sabría describirla de otra forma, señor, porque siendo un poco descabellado, fui más que todo, imbécil. Ver su silueta sí que me obnubilaba, pero más que eso, solo pude verle el alma, a través de esos ojos en los que me encantaría naufragar eternamente, un alma llena de bondad, esperanza y carisma. No sabría definirle bien, pues dicen que la perfección no se define.

Fácilmente podría decir que es una estampa parecida a la mujer ideal de todo hombre. Refiriéndome a lo físico, claro está. Pues no podemos ocultar que el hombre es juerguista y vulgar, y que solo piensa con los ojos y deja el trabajo restante a las hormonas. Tal vez la falta de intelecto sea la principal culpable, pero más que eso, la poca locura que no se anuncia.

En mi posición, de ser un cutre, sin futuro ni esperanza. Y además de eso, mi poca simpatía física, tanto de la cabeza a los pies, me hacían sentir un poco extraño. Por un lado, porque Karina era la dueña de la hacienda y por otro porque se sabe muy bien que lo hermoso no congenia con lo detestable. Sumándole el no saber tratar a una mujer, o a una persona común. Ya que, la locura hizo su trabajo y no me permitió pertenecer a lo ordinario.

No sabría definir exactamente si era amor, o solo era que las hormonas se alborotaban penosamente. Pero eso sí, señor, las hormonas las alborota cualquiera, las neuronas no. Y Karina, vaya que me hizo nadar como pez en anzuelo, me alborotó hasta el alma. Estremeció mi templanza y me hizo flaquear ante su penetrante mirada y su corazón indomable. Si bien lo dije antes con la locura, ahora lo digo con el amor, y más aún, con ella. Karina era más letal que una bomba atómica.

El principal objetivo era hablarle. Traté de acercarme a ella, pero en vista de que mi niñez fue muy cerrada y no aprendí muchas cosas sobre los sentimientos, o las virtudes, ni mucho menos la educación y los valores que tienen los humanos. Me asustaba la idea de herrar, como siempre. Pero más ahora, cuando trataba de salir de aquella jaula en la que me encontraba y que se me daba por pensar que solo me libraría estando muerto. Era tan apocado al error y los resultados, tan cuerdo que no me daba por guerrero.

¿El amor?, es la mayor arma de destrucción y felicidad que pudo haber creado el ser humano a través de los tiempos, es la mayor perdición para aquellos que tienen un alma. Una mentira que forjaron los sentimientos y que se anuncia en términos indefinibles. El amor no es más que una traición. Pero, el ser humano no puede batallar contra sí mismo, y la traición es quizá su trofeo más anhelado. Solo pienso en que el amor no es más que un sueño de mil vidas ausentadas.

(No pienses en nada, solo hazlo, solo puedes conocer algo hasta que lo experimentes o hagas el intento, ten en cuenta que tocar la puerta no es entrar, siempre hay que arriesgar para ganar).

La primera vez que oí a la locura hablar cerca de mi nuca. Soplando su aire en mi oído y tratando de tocar mi alma. La primera vez que sentí el paso frio del tiempo por mis huesos y el templado calor de la euforia en mis venas.

Me colmé de seguridad, sentí que debía hablarle, pero, por otro lado no podía, me cohibía el miedo de hablarle a una mujer real, en realidad era muy temeroso pensar que podía estar enamorado de ella, una mujer presente, de carne y hueso, como yo. Cosa que me daba otra posición inocua frente aquel amor imberbe que solo era una fantasía de los delirios del bajo autoestima y la poca compañía. Decidí esperar mientras mi mente frustrada se arreglaba, (un poco quizá).

Siempre quise estar solo, aunque me sentía acompañado, siempre quise triunfar, aunque me gustaba perder, siempre quise ser famoso, aunque odiaba la fama, siempre quise ser amado a pesar de que estaba acostumbrado a ser odiado. Quizá era ella esa persona que siempre anduve esperando para sentirme completo. O no ella, si no tal vez la necesidad de destruir el aburrimiento y el aborrecimiento hacia este mundo en donde todos son marginados y juzgados por palabras de hace mil siglos y mentes pobres.

No dormí, toda la noche me acompañó la luna (quien siempre ha sido una compañera indispensable), la miraba y le sonreía, tratando de hablarle, y ella viéndome tan tranquila, feliz de su posición y su naturaleza, orgullosa de sus días, siempre tan inspiradora, tan refrescante. En la mañana, con el primer reflejo del sol en mi cara y el frío disipándose tras mi almohada, pude entender que Dios está donde nadie puede llegar y que el diablo te acompaña mientras vives, al fin y al cabo, me perdí en este mundo, y por haberme perdido en la locura se desató un poder de felicidad en mi mente y piel. No estaba soñando, vi el mundo igual, y al despertar inconscientemente cerca de los cardos y las rosas vi al cielo y el suelo juntarse, vi al sol y la luna besarse, supe entonces en ese momento, justo en ese momento, cuando lloraba al verme sonreír, que estaba empezando a convertirme en humano.

LOCAMENTE CUERDOWhere stories live. Discover now