CAPITULO VIII: SUEÑOS

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Antes de partir le enterré en aquella loma, con el reflejo de la luna caer en mi rostro. Recordando aquella cosa que me pidió jurarle, pero que aún con ganas de no hacerlo se lo juré con todo el amor de hijo. (Que fúnebre noche acompañaba aquel lamento. Que fúnebre noche tan perfecta para enterrar a un muerto que nunca estuvo vivo).

"Pero entenderá usted, señor juez, que no juro; antes de jurar prefiero asesinar mi alma, pero también entenderá que padre es padre"

Asimilé aquello como una promesa. Dejé la ciudad y emprendí mi camino hacia la felicidad, empecé a trastornarme, la muerte de mi padre corrompió mi mente.

(Las voces que hay dentro de mi mente son inquietantes y apacibles. Siempre me hacen sentir loco, muy loco. Sin cura ni freno. Pero no puedo dejar que huyan, son muy verdaderas y reales).

Empecé a imaginar de nuevo cosas horribles. Gente que me perseguía, y huía de ellos. Venían con antorchas, armas de fuego y machetes, corrían hacia mi diciendo que me matarían...solo huía como quien no sabe en donde se encuentra...como siempre...solo huía...

(Me acompañaban mil demonios que ni el mismísimo diablo sería capaz de controlar. Mil demonios que apaciguaban mi dolor y tortura. Mil demonios míos y ajenos).

Llegué a centrarme de nuevo en la capital. En donde pude rentar una habitación, cerca de los suburbios. Allí donde es tan barato vivir que ha de ser muy costoso. Fue de seguro, allí, la primera vez que me sentí a gusto y feliz. La calma era impresionante, el afable toque de la serenidad. Un arrimo impresionante en la cordura. Pasaba por el tiempo leyendo libros y eso me hacía sentir libre y feliz. Tantas historias y aventuras plasmadas en cientos de libros, me hacían sentir parte de mundos adversos, era una felicidad desconocida. Mundos que como sé, nacieron de la mente de alguien más, de otro loco que plasmó sus distorsionadas imaginaciones en un papel. Mundos que no pertenecen a otros mundos, de esos que con solo imaginarlos, ya son reales.

Duré allí más o menos dos años, tratando de encontrarme de nuevo. Intentando huir de la locura y las imaginaciones indetenibles. Tan zafado de mi seguridad y del miedo. Dos años en los que no sé si me volví más loco, por la poca cordura que conocía, o por la soledad tan amarga que me hablaba.

Sabrá Dios porque las situaciones de nuestros días suceden de esta forma, en estas encarnaciones. Porque la angula de nuestros pensamientos es tan efímera. O porque el destino nos persigue tan raudamente y en su más exhausto aliento. Que incluso tratando de escapar tan alevemente, resultamos en medio de lo alucinado y lo intrínseco. Sabrá Dios porque nos persiguen los días vividos, como si de algo se jactaran, como si de algo se reprimiesen, como si no hubiesen sido vividos, sino que algo hubo que deberles.

Cierto día llegó a la puerta la mujer a quien pertenecía mi corazón pero que por otro lado detestaba; así es, me refiero a Karina Blanco.

- ¡Te he estado buscando por todas partes! - dijo con alegría.

- ¿Y a qué se debe el honor? - dije con seriedad.

- Traigo buenas noticias.

- ¿Qué noticias son esas?, mujer.

Karina respiró un poco. Trataba de verme con calma, pero el afán de hablar no le permitía coordinar. Tal vez no quería decirme nada, o tal vez quería decírmelo todo, no sé. Solo quisiera que jamás hubiese vuelto a aparecer en mis días.

- Tú eres padre, debido a lo que pasó entre nosotros, quedé embarazada. Quiero que mi hijo conozca a su padre y que tú te responsabilices de ello.

LOCAMENTE CUERDOTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon