La vida bendita me ha dado una pequeña oportunidad y quiero tratar de arreglar las cosas de una vez.

Sonrío más que todo por agradecimiento y regreso el leve trayecto que he recorrido para regresar a su lado.

Con dificultad logra meter la llave dentro de la cerradura de la puerta para abrirla y poder entrar a la oscuridad de su apartamento.

Alumbro con la linterna de mi celular nuestro camino a través de la sala y hasta la cocina para sacar un encendedor y algunas velas.

-Debo comprar algunas linternas para la próxima vez –murmura mientras me pasa el encendedor.

-No –niego encendiendo las velas con precaución-. Me gusta más así.

Ponemos las velas por diferentes lugares en la sala y cuando hemos terminado nos sentamos en el sofá a esperar, lo que no sé exactamente es lo que estamos esperando.

-Melody, ¿Puedo hacerte una pregunta? –soy el primero en romper el silencio.

De verdad quiero respuestas, quiero saber qué fue lo que nos pasó.

-Adelante –accede.

-¿Qué pasó por tu mente cuando te fuiste? ¿Qué pasó para que te apartaras de mí? –intento ocultar el dolor que ese recuerdo me provoca pero fallo y ella parece notarlo.

-Muchas cosas para serte honesta –su voz se quiebra.

-¿Puedo saber cuáles? –necesito que hablemos claro.

-¿Quieres una lista? –pregunta sarcásticamente y yo asiento seriamente.

-Por favor –no estoy jugando.

-Podemos empezar por dos clases de vida completamente opuestos, una llena de lujos y derroches, y otra sencilla, una vida hogareña común y corriente –se encoge de hombros mientras observa distraída sus manos sobre su regazo-. Podemos seguir por un hombre que estaba dispuesto a interponerse entre nosotros por una mala imagen de mí, sin ni siquiera saber de dónde la sacó o qué le hizo pensar eso –dice con un hilo de voz que me parte el alma.

Es como volver a abrir las heridas de hace unas semanas, es muy doloroso.

-Continuamos con un trabajo lo bastante absorbente como para interrumpir una vida pacífica, aunque no te puedo culpar por eso y te admiro porque aun así logras manejarlo –se detiene abruptamente y toma una larga bocanada de aire para continuar-. Y tal vez pueda ir finalizando con una compañera de trabajo lo bastante mayor como para ser mi madre y lo bastante insistente como para tratar de conseguir atención por parte de mi novio sin tener el más mínimo respeto por si misma ni por los que la rodean y aun así soportar su maltrato y sus órdenes por consideración a ti.

¡Vaya!

Me he quedado sin palabras y me parece que espera una respuesta.

-Nunca lo había visto de esa manera –respondo después de algunos minutos en silencio.

-Sé que tal vez pueda parecer algo tonto o incluso infantil, pero para mí fue realmente frustrante y doloroso, supongo que soy demasiado sensible –responde encogiéndose de hombros como a modo de disculpa.

-No, tienes razón. Si ese hubiese sido mi caso tal vez me hubiera vuelto loco, demente y seguramente estaría internado en un hospital psiquiátrico por depresión –puedo entender perfectamente su punto y no puedo evitar sentirme mal, sentirme culpable-. Nunca lo había visto así, creí que te habías cansado de mis obsequios o de mis caricias, o que tal vez ya no estabas dispuesta a tolerar mi irracional instinto de protección.

-Daniel yo entendí que, aunque no me gustara mucho, tus caros obsequios eran parte de ti, eran una parte del mundo al que estás acostumbrado y que es la manera que conoces y que crees que es la correcta, y yo jamás me canso de tus caricias, es lo que más anhelo y es lo que mejor me hace sentir y con respecto a tu irracional instinto de protección... no me importa, porque las personas hacen locuras por amor o por celos, pero sea cual sea la situación no me importaría tener a todo un ejército detrás de mí con tal de compartir contigo .

El espacio entre nosotros en el sofá luego de su declaración me parece enorme y acorto nuestra distancia acariciando con mis nudillos la suavidad de su mejilla.

-Espero que puedas perdonarme –susurro.

-No hay nada que perdonar, no fue tu culpa –inclina su rostro hacia mi mano aceptando mi caricia.

-Cuando te fuiste sentí que moría, pasé llorando como un niño pequeño todas las noches y durante el día sólo pensaba en que quería que llegara la noche para llorar nuevamente –no sé si deba contarle esto pero ya lo hice-, ¿Qué me hiciste? Nunca había reaccionado así, ni siquiera cuando era niño.

-No lo sé, pero fue lo mismo que me hiciste a mí. Tara y mi hermana vinieron para intentar distraerme con películas y salidas pero, hasta ahora no logro ni siquiera asimilarlo.

Es un gran alivio escuchar que no sólo yo salí mal luego de lo que nos sucedió. Y fui sincero cuando dije que nunca había llorado tanto ni siquiera cuando fui un niño.

-Ven aquí –le ofrezco mi mano y ella la toma automáticamente. La pongo de pie y tiro de ella hasta tenerla sobre mi regazo-. Ya no le demos más vueltas, ya pasó y lo único que quiero es volver a estar contigo –beso la coronilla de su cabeza e inhalo su delicioso aroma extasiado.

Tanta incertidumbre, tanto sufrimiento para poder llegar de nuevo a este punto. Entre sus brazos en donde siento calma y me siento a gusto con todo.

Esto es reconfortante y no lo cambiaría por nada del mundo.

-No quiero alejarme de ti nunca –susurro estrechándola más a mí, sintiendo como si de alguna manera se me fuera a evaporar como si fuera sólo un sueño.

-Entonces no lo hagas.

Esas simples palabras me llenan de nuevo de esperanza. Siento que tengo una nueva oportunidad y ahora sé que ella también está de acuerdo en que quiere que lo intentemos.

Acaricio con delicadeza su espalda de arriba abajo sintiendo su calor corporal bajo mi mano mientras las tenues luces de las velas titilantes nos envuelven.

-Vamos –empiezo a incorporarme del sofá aun con Mel en mi regazo-. Es muy tarde y hay que dormir.

-Si sigues haciendo eso jamás me voy a levantar –murmura contra mi pecho y un escalofrío me recorre el cuerpo.

-¿Haciendo qué cosa? –río tratando de calmar los nervios.

-Eso que haces en mi espalda, es muy relajante.

No parece querer moverse así que me levanto con ella en brazos y camino con cuidado hasta su habitación para no tropezar con ningún mueble en la oscuridad.

Cuando la dejo en el suelo soy consciente de que las velas están encendidas y no queremos causar ningún accidente que pueda arruinarnos el momento, así que mientras ella busca algo entre su ropa yo me despojo de la mía hasta quedar sólo en ropa interior y salgo de la habitación para apagar las velas que están en la sala.

Todo queda sumido en una oscuridad completa. Cuando entro de nuevo al cuarto, un poco de luz se filtra por la ventana y puedo ver a Mel entre las sábanas dejándome un espacio junto a ella.

Ocupo mi lugar y me acuesto de medio lado para poder contemplarla, no quiero perderme ni un detalle. La acerco a mí y de nuevo acaricio su espalda con delicadeza ascendente y descendente.

-Descansa, preciosa.

DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora