Capítulo XXXIV

365 42 40
                                    


     Detesto a Regina Keynes.

Detesto su manera de recargarse en los muros, con ese aire tan despreocupado e intimidante a la vez.

Detesto la forma en que se contonea su estúpido Absol, como si se creyera la octava maravilla del mundo.

Detesto que, a pesar de todo lo que siento por ella, no pueda simplemente ignorarla.

Mi mayor exasperación es ante el hecho de que Cunningham dijo en una ocasión que Keynes era una Entrenadora fuerte, pero yo no he visto esa fuerza en realidad. En lo que a mí respecta, ella podría ser una charlatana.

Y aquí estoy.

Esperando a que ella termine de buscar en sus bolsillos hasta encontrar una caja de cigarrillos. Enciende uno y le da la primera calada. Su forma de sujetarlo es tan similar a la de Victoria que no quede lugar a dudas sobre que ellas son las mejores amigas.

Al menos, tiene la decencia de exhalar el humo lejos de mí.

— ¿Por qué me pediste que saliera?

Parece que le gusta la idea de hacerme perder el tiempo. Se mantiene en silencio, dándole otra calada a su cigarrillo.

—Te he hecho una pregunta.

Silencio.

Incluso su Absol ignora nuestra presencia.

— ¡Oye! —Exclama Diamond exasperado—. ¡Al menos, míranos!

La única respuesta es una nube de humo que brota de la boca de Keynes.

No voy a discutir más con alguien que no vale la pena el esfuerzo. Pero cuando me giro para entrar de nuevo en la casa, su maldita voz al fin se escucha.

— ¿Alguna vez te has preguntado por qué el señor Cunningham te contactó a ti, Crown?

Otra cosa que detesto es su petulante acento británico.

Consigue hacer que Diamond y yo giremos de nuevo para mirarla, aunque ella no lo devuelva. Tan sólo dirige sus ojos hacia Mr. Mime, que sale de la casa llevando consigo una bolsa de basura. Minun aparece también, trayendo una bolsa un tanto más pequeña, y saltando como si creyera que Mr. Mime y él están jugando a algo divertido.

—Yo no fui la única persona a quien Cunningham buscó —le respondo—. Sé que contactaron a James, y a Jackie Roosevelt.

Keynes esboza media sonrisa.

—El señor Cunningham te eligió para este trabajo porque Leona Williams le hizo pensar que eras... prácticamente invencible.

Lo soy. Pero no puedo creer que Leona Williams haya siquiera pensado algo así de mí. Tal vez pensaba en mi hermana cuando dijo esas cosas. Como si fuera un secreto que Skyler era mucho más que la aprendiz de esa mujer...

— ¿Eso es todo lo que vas a decirme?

Su maldita sonrisa no se borra de su maldito rostro. Pareciera que está burlándose de mí.

—Lo cierto es que yo creo que Leona y el señor Cunningham se equivocan —dice—. Si yo estuviera en el lugar de cualquiera de ellos, jamás habría pensado en pedir la ayuda de una persona que no puede controlar sus emociones tan bien como aparenta.

— ¿Qué mierda estás diciendo?

Se encoge de hombros y da otra calada a su cigarrillo. Absol aún pretende que nosotros no estamos aquí, y parece que es sólo una manera de hacer que Diamond enfurezca al sentirse ignorado.

Pokemon Re-Start I: ResurgimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora