Capítulo VII

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     Mánchester es... No lo sé. No puedo ver mucho si vamos a toda velocidad en el auto, como si ese sujeto que va conduciendo no quisiera que yo mire lo que hay alrededor. Diamond parece pensar exactamente lo mismo, pues frunce el entrecejo cada vez que el chofer pisa con más fuerza el acelerador.

Nuestro destino se ubica en la salida hacia Stretford. Y no me gusta nada lo que puedo ver cuando el auto finalmente empieza a detenerse.

Es un gigantesco muro que va hasta donde alcanza la vista, tan alto que nadie podría escalarlo sin ser descubierto. Hay torres de vigilancia en las que me es fácil imaginar a un grupo de francotiradores. Y la puerta es... diminuta en comparación al tamaño del muro.

—Hemos llegado —anuncia Lynda.

Las puertas se abren y un grupo de sujetos ataviados con trajes de color negro, como si fuesen salidos de Matrix, salen para rodear el auto. No van armados, pero llevan una Pokebola en la mano izquierda. Usan gafas oscuras y lucen inexpresivos. Me ponen la piel de gallina, y a Diamond lo obligan a ponerse a la defensiva.

—Debemos bajar, Sheryl —dice Lynda—. Ellos nos llevarán adentro.

No me convence el plan, pero no tengo más opción que obedecer.

Diamond no deja de mirar a todos esos sujetos con recelo, y me inquieta la forma en la que sus colas comienzan a danzar. Su pelaje se eriza, y sus colmillos comienzan a hacerse notar en la forma en la que él bufa para mantenerlos lejos. Sin embargo, ellos no se fijan en él. Tan sólo se encargan de mirar las placas de Ian Reynolds y Lynda. Acto seguido, uno de ellos se acerca a mí y apunta hacia mi rostro con un aparato similar a una cámara digital. Al presionar el obturador, un radar pasa por encima de mi rostro. Una campanilla se escucha.

El sujeto habla con voz neutral.

—Confirmado. Sheryl Crown.

Otro de ellos da un paso al frente.

—El señor Cunningham espera.

Y echamos a andar hacia la puerta, siendo resguardados por los sujetos que aún me ponen la piel de gallina. Diamond no deja de bufar. Sus orejas, inclinadas hacia atrás, dan la señal de que tengo que levantarlo del suelo. Él no opone resistencia, pero tampoco deja ir su ira contenida.

Las puertas nos conducen a un pasillo frío, iluminado sólo por lámparas de color azul ubicadas en las paredes. Y al fondo, para bloquearnos el paso, hay otro de esos sujetos. Parecieran ser clones de una misma persona. Él sólo nos espera con las manos ocultas tras la espalda. Mi corazón se acelera tan sólo al pensar en lo que puede estar ocultando. ¿Por qué usa gafas oscuras, si estamos en interiores?

—Bienvenidos —nos dice con voz neutral—. Señorita Crown, estábamos esperándola.

No sé cómo responder a eso.

Y Diamond no deja de quejarse.

—Lamentamos la tardanza —dice Reynolds—. La agente Williams quiso comprar el desayuno.

Ese sujeto sólo asiente.

Sin mirarme, habla de nuevo.

—Señorita Crown, el señor Cunningham la recibirá ahora.

No necesito más instrucciones, y tampoco me detengo para mirar a Lynda antes de seguir a ese sujeto. Una puerta se abre ante nosotros mediante los sensores de movimiento, dejando a Lynda y a Reynolds lejos de nosotros. En silencio, ese hombre lidera la marcha hasta llegar a un ascensor. Ambos lo abordamos, y él sólo presiona el único botón que existe. No hay ventanas de ningún tipo, así que a la hora de subir no puedo ver absolutamente nada.

Pokemon Re-Start I: ResurgimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora