Frannie
Finalmente me dejaron ver a Luc ésta mañana, pero no me atrevo siquiera a mirarlo.
Porque, después de todo, sé lo que tiene que suceder, y he pasado los últimos dos
días agonizando por ello. Miro absortamente a través de la ventana la neblina que
cae afuera, haciendo que todo se vea vaporoso y fantasmal. Sé que debería decir algo,
pero no me fío de mi voz. Inhalo una respiración profunda y trato de concentrarme en lo
que tengo que hacer.
Apoyo mi frente en el cristal. —¿El médico no dijo que encontró algo... raro cuando te
examinó?
—No.
—Así que, ¿supongo que eso significa que ahora eres humano?
—Supongo que sí.
No puedo respirar. Tengo que salir de aquí. Avanzo hacia la puerta sin darme la vuelta. —
Probablemente debería irme.
—Frannie, habla conmigo. —Su voz, llena de desesperación, me detiene en seco.
Levanto mi mano a mi cara, tratando de borrar la evidencia de mis lágrimas. Me giro
lentamente hacia él, y su expresión casi me mata.
¿Cómo puedo hacer esto? No soy lo suficientemente fuerte. Bajo mi mirada al suelo.
Él extiende su mano hacia mí, y no puedo evitarlo. Me acerco a la cama y me siento en el
borde. Ante su tacto, mi corazón se acelera, pero todavía no lo miro.
—Dime lo que estás pensando —dice, y siento mis ojos llenándose de lágrimas otra vez.
—Pienso que no debemos estar juntos. Soy mala para ti.
Él exhala un gran suspiro. Cuando habla, ni siquiera trata de ocultar la risa en su voz. —¿Tú?
¿Tú eres mala para mí?
No puedo creer que se esté burlando de mí, tomando a la ligera todo esto. La ira se
enciende muy dentro de mí, y la escucho en mi voz. Despego mi mirada de las mantas y lo
miro furiosamente. —Casi te mate. Eras inmortal y te quite eso. Habrías vivido eternamente si
no fuera por mí.
—Vivir eternamente no es tan fantástico como lo pintan. La parte de eternamente que he
vivido es suficiente.
—Eso dices. —Vuelvo mi cabeza, tratando de despejarla y recomponerme.
Extiende su mano hacia mi mejilla y me voltea para estar de cara a él. —Frannie, mírame. —
Mis ojos de mala gana se deslizan a los suyos—. Por éste sentimiento —golpea suavemente
su mano libre en su pecho—, no he sacrificado nada. Diría que mi inmortalidad era un
pequeño precio a pagar, pero no me siento como si hubiera pagado algo. Me siento como
si me hubieran pagado con la cosa más valiosa que cualquier persona podría desear. —
Una lágrima se desliza sobre mis pestañas, y él la enjuga—. Tú me amas. ¿Qué más podría
pedir?
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Demonios personales
Teen FictionEl bien contra el mal no debería ser tan divertido. ¡pero lo es!