Trece

285 55 5
                                    

NamJoon

Corrí como si mi vida se basara en eso, llevaba de retraso más de treinta minutos, totalmente no era algo por lo que estar orgulloso y yo lo sabía de sobra. Lo único que podía hacer era casi rezar para que mi rubio cocinero no se haya ido, aunque no me quedaban muchas posibilidades apuntando a eso, terminaría regresando a casa solo, aunque si un ramo de flores y un pequeño pastel hecho por mi contaban, igual y tendría un poco de compañía.

Me paré unos segundos para tomar aire y acomodarme mis anteojos, seguí corriendo mientras mi respiración se entrecortaba, si hubiera encontrado lugar para estacionarme más cerca, no se me estaría presentando éste problema.

Corrí, corrí y corrí todavía más...

Cuando llegué a la fuente me senté en el borde con la respiración irregular aún, miré a los lado esperanzado pero el rubio no estaba en la lista de personas que observaba en el pequeño parque. Me levanté para buscar mejor, de pronto, observe una espalda ancha, una cabellera con corte de hongo rubia y a ese mismo chico con un bolso y un paraguas, sabía que era él pero igual me quedé unos segundos inmóvil mientras le veía embobado, venía completamente de negro, ayuda.

Ya con un peso menos encima, camine intentando regular mi respiración y limpiando brevemente el sudor que goteaba de mi cabello directo a mi frente, me paré a un escaso metro del rubio y para asustarlo un pocolo abracé por la cintura y recargué mi barbilla en su hombro.

—¿Por qué tan sólito? —susurré con una voz que según yo era una sexy. El chico se asuto y soltó un grito agudo.

—Mierda, Nam. —colocó su mano sobre su pecho, claramente espantado—. Buenas noches, por cierto.

Habló sarcásticamente y enojado entendiblemente por mi retraso, me dolió, no lo niego.

—Oh, en cuanto a eso... —me rasqué la nuca con mi mano libre, apenado—. Para ti.

Le extendí el ramo de rosas de ese color que tanto le gustaba para empezar a buscar la cajita de platico que había adornado personalmente y entregársela, tal vez no era tan buen cocinero como Jin pero no sabía mal, además era bonito, lo sé y más valía que le gustará y me disculpase.

El otro se puso rojo y colocó cuidadosamente sus regalos junto con sus cosas en la banca que quedaba más cerca de ambos, después rápidamente y como niño pequeño me abrazó por el cuello.

—Gracias, Nam. —me gustó la sensación que se apoderó de mi cuerpo cuando su aliento se topó con mi pecho, calentando la zona de mi camiseta—. Estuve a punto de irme, tonto, no hagas eso de nuevo.

Se separó y me miró con ojos de cachorrito.

—¿Ya viste? venimos combinados —Señalé mi camiseta y lentes, identico a lo suyo en su totalidad.

—¡Juro que no fue planeado! —levantó ambas manos mostrando su inocencia ante la tan linda casualidad.

Ambos reímos.

—Jin, ya está lloviendo. ¿Te parece si vamos a otra parte? —hablé un poco serio, sin nada planeado.

—Es verdad, no quiero que pesques un resfríado. —distraído—. ¿A dónde quieres ir?

Su mirada era inocente pero a la vez algo sensual, tengo que decirlo.

—Recoge tu cosas. —el mayor me obedeció rápidamente, haciendo lo que le había indicado.

Con las cosas en sus manos, me miró interrogativo, enarcando las cejas.

—Vamos a mi casa. —ni me molesté en mirarlo, solo le tomé de la muñeca para llevarlo el auto.

Chef ҂ NamJinWhere stories live. Discover now