2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (1ª Parte)

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—Esselka no es un lugar que prohíbe la entrada. Sin embargo, si quieren quedarse, deberán pagar el precio de una de las barracas —informó—. No es mucho lo que podemos ofrecer, pero no estamos en posición de ser caritativos.

—¿Cuál es el precio? —cuestioné.

—Cincuenta Pervum —pidió, ganándose nuestra expresión de sorpresa.

El precio era más elevado que el solicitado por Everard y, aunque comparar no era bueno, aquél lugar había sido más agradable a la vista que este.

—Estás de broma —bufó Castiel.

—Mi pueblo tiene que comer, ¿qué esperabas? ¿Unos cuantos Meúlah?

—Entonces, si están sumidos en tanta pobreza, ¿cómo el resto de tu pueblo paga tal cantidad?

Jaque Mate.

La expresión del hechicero se endureció ante las duras palabras del elfo. Guardé silencio, pues a pesar de ser muy quisquilloso tenía que admitir que esta lucha era de Castiel y él no era alguien que se dejaba tomar el pelo con facilidad.

—Aquellos que residen de manera permanentemente aquí aportan algo a la comunidad, por lo que se les permite trabajar hasta pagar por completo su lugar. Los forasteros que llegan, como ustedes, pagan ese precio para ayudarnos a comerciar alimento y ciertos elementos necesarios.

Vale, yo podía comprender eso, lo que no entendía es que estuvieran tan desamparados.

—¿No son ayudados por algún reino? —cuestioné, notando que esta vez Castiel no tenía qué refutar.

—Los únicos que nos ayudan poseen marcas en sus manos y, por lo que es obvio, ustedes no son ellos. Así que si no están dispuestos a pagar, les sugiero que se retiren y no regresen —explicó con molestia, tal vez por ser tan cuestionado y llenándome de curiosidad por los seres con marcas de los que hablaba.

—Señor... —Mis palabras fueron interrumpidas cuando un quejido de Hailee se escuchó, por lo que acepté sin remedio.

—Il...

—¡Está bien! —interrumpí a Castiel con premura, antes de que dijese mi nombre, pues nada me garantizaba que aquí también quisieran engañarnos como en Everard—. Yo me haré responsable del pago, por ahora tenemos una prioridad y son nuestras heridas.

De la misma forma en que ellos desconfiaban de nosotros, yo lo hacía con su líder. ¿Y si era un fiel de Lordania? Lo cierto es que, para ese momento, la confianza no era algo que pudiera dar con tanta facilidad.

El hombre pareció entender mi reticencia y, con un asentimiento y un par de órdenes, hizo retirar a la totalidad de seres que nos rodeaban, haciéndoles llevar consigo su carreta y corceles. Un par, más que otro, parecía inconforme, pero nadie discutió la decisión de su líder, que una vez solos nos invitó a seguirlo.

Recogí mis cosas y, con algo de inconformidad tuve que ceder y dejar a Kira en el suelo. Pareciera que mis intenciones de mantenerla limpia no funcionaron, pues una vez en tierra la leona hizo fiesta en el barro.

—¿Qué estás tramando? —murmuró Castiel, llevando todo el peso de una débil Haliee consigo, mientras caminábamos, esquivando a una emocionada leona que encontró diversión saltando de un charco a otro—. Estas actuando extraña.

—Analiza bien a quien tienes en frente y te darás cuenta —murmuré, observando a los aldeanos en mi campo de visión, una vez dábamos más y más pasos. Todos vestían con harapos de tela notablemente gastada y la desesperación y el hambre marcaban sus demacrados rostros, creando cierta incomodidad en mi interior.

Conducidos por estrechos senderos, los mismos que mostraban un pobre mercado de abastos, dimos con una pequeña barraca de barro, cuyo tejado de paja dejaba mucho que desear. La puerta de madera, notablemente enlodada, nos recibía con una estropeada aldaba que alguna vez fue de un hermoso material grabado.

—Es todo lo que podemos ofrecerles por ahora, está amueblado, y la letrina está detrás —Informó al empujar la puerta, sin ningún tipo de seguridad, e invitándonos a entrar—. Si son tan amables... —dijo, tendiendo su mano para recibir el pago.

—Un momento —pedí y busqué en el bolso de Hailee, extrayendo la ya casi vacía bolsita con el dinero que Yamato nos había dejado. Si seguíamos a ese ritmo, tendríamos que considerar extraer pronto el dinero brindado por Cassie—. Cincuenta Pervum —conté, al dejarle las monedas al hechicero.

Si mis cálculos iban bien, a duras penas nos quedaba para dos pagos más y eso que aún no habíamos sopesado conseguir algo de alimento y algún par de medicamentos. Traté de sonreír, no mostrándole a mi casero nuestra imposibilidad económica y esperando que se retirara, pero contrario a lo que esperé, el hombre no se marchó, si no que miró el dinero con algo de pena y me ofreció una mirada afligida.

—Muchas gracias. Sé que debería ofrecerles más, pero Esselka no está en buenas condiciones; podemos pactar trabajo a cambio de hogar, muchas veces eso es mejor que monedas. Lo importante es que han cubierto algún par de días, nuestra intención no es engañarlos, tan solo intentamos sobrevivir.

—¿Qué ocurrió? —Indagué, viendo cómo, detrás de mí, Castiel tomaba a Haliee en sus brazos y la llevaba a lo que parecía una habitación. Me agradó que el elfo escuchara todo aquello, porque sabía que pronto recibiría una reprimenda por aceptar un gasto tan significativo de dinero sin siquiera luchar un poco—. ¿Cómo es posible que vivan en tan precarias condiciones?

—En realidad, son muchos años los que llevamos de esta forma, ni siquiera puedo recordar la manera en que hemos sobrevivido, pero sé que empezó con la muerte de los reyes normandios y la desaparición de la princesa Ilora, dejando en el poder a Lordania. Los oriundos de Normandia, que no aceptamos el asilo de Lordania, fuimos repudiados. Muchos llegamos a ciudades como esta, otros permanecen refugiados en tribus licántropas, lo que no es abiertamente divulgado, y algunos más intrépidos se dedicaron a la piratería, solo que ninguno de nosotros recibe ayuda salvo de ellos, los marcados.

Movimientos de caballos llenaron nuestros oídos y por la explicación de nuestro guía supe que significaban que un pequeño grupo iría a buscar algo de alimento a los bosques cercanos.

Kira, que hasta ese momento seguía jugando en el lodo, entró a trompicones en la casa y se refugió bajo una mesa. Quise reír por su actitud, pero recordé de lo que hablaba y no pude evitar cuestionar un poco más al hechicero.

—¿Entonces eres normandio?

—Puedo afirmar con orgullo que fui un hechicero de gran estatus en Normandia. Por eso que hago lo posible por salvar a Esselka, porque no podría perdonarme fallar una vez más.

Fue inevitable la sensación de regocijo que me dio el saber que quizá allí estaba algo de mi identidad, que tal vez sí había algo que salvar.

—¿Hay más personas de Normandia aquí?

—Por supuesto —repuso con una sonrisa—. Esa es la única y verdadera razón por la que permití tu entrada.

—Será posible que...

—Te reconocí desde el primer momento, Ilora de Normandia, aquí estarás segura —finalizó con una sonrisa y giró sobre sus talones, dejándome completamente en blanco.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Where stories live. Discover now