capítulo 48;

1K 72 13
                                    

Desde el momento en el que saco un pie de la guarida moral que tengo por cama y me meto en el baño a vestirme, en mi mente resuena una melodía estruendosa de timbales, trompetas y trombones.
Había oído esa canción en algún otro momento de mi vida.
Estaba casi segura de que había sido en Italia, en la vieja radio escacharrada que tenía mi padre en su despacho.
Cuando me apoyo en el lavabo y cierro los ojos, casi puedo volver a oler el ligero olor a madera y polvo que se respiraba siempre en ese cuarto.

Desafortunadamente, dos toques en la puerta me sacan de mi agradable ensimismamiento.
Reprimo un bufido agónico y abro la puerta de sopetón.

Mi sorpresa no pudo ser mayor cuando Isaac se encontraba cruzado de brazos y apoyado en el marco de la puerta del cuarto de baño.

- Buenos días - la naturalidad con la que suelta esas palabras es espeluznante.

- ¿Qué sigues haciendo aquí? ¿Has pasado la noche aquí? - ni me molesto en ocultar parte de mi enfado.

Su ceño se frunce duramente y sus ojos se llenan de confusión.

- Maya, he dormido a tu lado toda la noche - se muerde el labio para reprimir una carcajada.
Ya conocía ese gesto.

- Ya vale - noto a mi cerebro trabajar tan deprisa que casi es doloroso. No puedo concentrarme en qué debo decir - no puedes hacer esto, ni siquiera deberías haberte quedado.

- ¿Creías que te iba a dejar sola? - dice ante mi mirada asesina.
Noto la furia hirviendo en mí. Burbujeando lentamente.

- Ya lo hiciste una vez, no veo por qué no - sus hombros decaen hacia delante ante mis duras palabras.

- No tuve más elección... -.

Al oír eso se me escapa una carcajada vacía de diversión y siento una puñalada en el pecho.

- Hasta tú sabes que eso es una excusa - levanto mi índice contra él - pensaba que ya aclaramos el hecho de que quería sinceridad.

- ¿Querías? - es lo único que dice.

- Sí, quería. Porque ahora ya no importa una mierda. Pedi tan solo honestidad, yo puedo enfrentar la verdad, por eso la pedí- suspiró exasperada.

Se cruza de brazos y clava sus ojos en el suelo.

- ¿Por qué haces esto? Ya tomaste una decisión. No puedes volver ahora y esperar que todo lo que tengas que decir haga que vuelva a ser como antes. - el nudo que tengo en la garganta es tan denso que casi podría tragármelo.

- ¡Porque me arrepiento! - suelta gritando en medio del silencio que se había extendido entre nosotros como vapor de agua - porque ya me arrepentí en su momento por no saber buscar cualquier otra salida y porque no ha pasado un solo día desde hace tres meses en el que no me haya arrepentido.

Abro la boca para intentar responder aunque solo fuese con un gruñido, pero ni siquiera encuentro las fuerzas.

- Hoy tengo un examen muy importante, y no puedo perder mi energía contigo hoy - doy un par de pasos para hacerle entender que la conversación ha acabado, pero aún tiene la desfachatez de cogerme del antebrazo y apretar con la firmeza suficiente como para no poder soltarme, pero sin llegar a infligirme ningún daño.

- No quiero dejar esto aquí... - su voz suena ahogada- ni tampoco quiero que te vayas, porque no soporto la idea de que estés así...

- ¿Y qué es lo que esperabas que ocurriese? - siento el peso de mis palabras en el pecho - ¿hacer lo que te vino en gana y que el resto asumiésemos que eso era lo correcto?.

Una vez más, solo obtengo silencio por su parte.
Veo mi propio reflejo angustioso en la pupila de sus ojos, y por un momento me olvido hasta de qué día es.

Bajo la mirada hasta el suelo y veo que lleva puestas esas estúpidas deportivas casi hechas jirones.
Deduzco que es lunes.

- Mira, que te den, no... que te den. - me dirijo a zancadas hasta la puerta, y una vez llego, le muestro la salida con mi brazo de una manera poco educada.

Isaac intenta probar mi aguante.
Permanece unos segundos más inmóvil hasta que se descruza de brazos y saca un paquete de cigarrillos del bolsillo de sus vaqueros.
Saca uno de ellos con parsimonia, y al ver que no le digo nada, lo prende entre sus labios con un mechero que también saca de sus pantalones.

Me llega a parecer hasta surrealista cuando coge el cigarrillo entre su pulgar y su índice y pone la parte del filtro hacia mí.
Me estaba ofreciendo una amable calada.

Doy un suspiro tan alto y desgarrante que mi garganta trina de dolor.
Vuelvo a su lado, acerco mis labios  extremo del cilindro de nicotina y doy una calada mientras clavamos nuestras miradas en las del otro.

Este hombre no se iba a rendir hasta que todo volviese a ser como lo fue alguna vez, y si algo sé, es que solo conozco a alguien más persistente que yo; y ése es él.

- Podemos pasarnos aquí todo el día. Incluso podrías perderte tu examen de biología - señala con la mano del cigarrillo a mis apuntes desparramados con desorden sobre el escritorio - una pena, llevas estudiando semanas.

Avalanzo mi puño contra él, pero ágilmente Isaac frena el golpe con la palma de su mano desocupada.

Hace una mueca como diciendo "cariño, esa ha ido a traición, pero ya nos conocemos", da otra calada, y entonces prosigue.

- Pero hasta que no aceptes que te quiero y que entiendas que lo hice por ti, no pienso dejar que ninguno de los dos salga de estos 20 metros cuadrados de habitación - en un movimiento brusco cierra la palma alrededor de mi muñeca y me atrae hacia su boca.

- Hasta esta última noche, no ha habido ni una sola en la que no pensara mil doscientas siete alternativas a mi decisión. Tienes que creerme cuando te digo que bajo presión se toman decisiones poca acertadas, y tú en peligro eras demasiada presión. - su aliento ya está prácticamente chocando con mis labios, y no quiero dejarle entrar, pero no me faltan ni 7 segundos para rendirme y volver a él.

-7 [Isaac Lahey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora