capítulo 8;

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Mi vuelta al instituto había sido algo incómoda.
Dejando de lado el hecho de que todos me preguntaban si estaba bien constantemente, me sentía algo al margen de sus "dobles vidas" como no tan solo simples adolescentes.
Isaac y yo habíamos intentado evitarnos por los últimos días. Al principio, creía que solo yo trataba de esquivarle, pero cuando casi se le cae el café al intentar huir de mí en la cafetería, mis sospechas se confirmaron.
Allison guardaba unas distancias abismales conmigo, pero por el contrario, Lydia y yo habíamos salido un par de veces a una heladería cercana.
Mientras que no dejo de darle vueltas, me dirijo a la cafetería. Calculo que aún me queda más de la mitad del receso para comer con Stiles, Scott y Lydia.
Tanteo con los ojos entre todas las mesas hasta que les encuentro en una algo apartada del resto.
- ...¡es obvio que se haya mudado a Londres! ¿Quién querría quedarse con su condición como...- alcanzo a oír a Stiles.
- ¿Quién se ha mudado a Londres? - trato de sonar casual a la vez que me siento junto a Lydia.
Noto como se tensa.
- ¿Va algo mal? - Scott y Stiles comparten una mirada rápida.
*oh, por supuesto que , esto es Beacon Hills*
- Jackson se ha mudado a Inglaterra - Lydia mantiene la mirada fija en su almuerzo.
- ¿Y cuál era su condición? - miro a Stiles - si se puede saber...
Scott se encoje de hombros.
- Era un kanima - confiesa Stiles. Cuando ve mi gesto de no entender nada, prosigue - una criatura sobrenatural.
- Es como un lagarto homicida que tiene garras con veneno paralizante - trata de simplificar Scott.
- Hmm, jugoso - bromeo.
Lydia se ríe.
- No lo es - niega con la cabeza.

* * *
Lo realmente incómodo llega cuando veo de nuevo a esa chica de perfecta melena rizada hablando con Isaac a la salida.
- ¿Pero quién demonios...? - ruedo mis ojos para luego hacer de cuenta que no le he visto sonreír con ella y seguir hacia delante.
Me paro para rebuscar en mi bolso en busca de mis auriculares. El camino a casa sería algo largo.
Comienzo mi trayecto cuando Heart Out de The 1975 empieza a sonar.

Trato de no darle muchas vueltas a la identidad de la chica, centrarme en la letra de la canción, y caminar.
Pero entonces, siento unos dedos rodear mi brazo.
El pánico se agolpa en mi garganta en un segundo.
Mi puño se lanza casi automáticamente seguido de una sencilla llave.
Me deshago del agarre y coloco la mano del desconocido entre sus omoplatos estampándole contra un coche aparcado en la acera.
- Joder - gruñe la voz que más había echado en falta estos últimos días.
- Perdón - la palabra me sale fría, sin sentimiento, pero después se verle con esa misteriosa chica, no puedo forzar una disculpa.
Suelto mi agarre y él se frota la muñeca.
- Esa ha sido buena - halaga.
- ¿Necesitas algo? - suelto cortante.
- Se llama Erica - y ahí tenemos de vuelta a su tono burlón.
- ¿Disculpa? - parpadeo exageradamente.
- Te escuché -.
*oh, ¡mierda! Creí que lo había pensado...*
- ¿También puedes leer los pensamientos? - pregunto esperando que su respuesta sea negativa.
Él niega con la cabeza suavemente, riéndose.
Hasta su risa era sexy.
*te estás distrayendo*
- Bien - me giro sobre mi eje y me dispongo a continuar mi marcha.
- Oye, espera - me alcanza - sobre lo de el otro día en tu casa, yo...
- Ahorratelo, no fue nada, Isaac - sueno hasta molesta.
*por Erica* Le gruño a mi propia conciencia.
- No... ¿no sentiste nada? - inquiere mirándome.
Fijo mi vista al frente aunque esté deseando encontrarme con esos ojazos.
Me paro en seco.
- ¿Y qué si lo hice? - amenazo.
- ¿Te gustó? - estoy empezando a odiar el juego de las preguntas-respuestas con Isaac.
Me río e intento cubrirlo en un resoplido.
- Yo... sí, Isaac - mi labio inferior se curva en un intento de extinguir mi sonrisa.
- Pero... eso es genial - dice él.
- ¡Sí! ¿¡No crees que seria genial también comentárselo a tu novia Erica!? - finjo euforia agitando mis manos.
- Creo que te estás confundiendo - mete sus manos en los bolsillos de sus ajustados vaqueros.
- ¿Ah, sí?- ruedo los ojos.
- Erica y yo somos parte de la misma manada. Somos como hermanos desde hace casi un año -.
No tengo más sarcasmos que lanzar, así que en su defecto, le miro fijamente de lo más inexpresiva posible y espero a que él de el paso.
- No quería evitarte así... Es solo que no quiero meterte en problemas, Maya - se lleva la mano a la nuca.
- Casi me matan un par de gemelos enviados por un alfa, pero claro, no estoy ya metida en esto hasta que me muerda algún bicho - ahí viene mi cargamento de ironía.
- ¿Qué? ¿Cómo puedes pensar eso? - me coge de nuevo por el brazo. Esta vez, el agarre es tan sólido que me hace parar, aunque no me hace daño.
- Porque desde el incidente, todos tratan de evitarme y ocultarme cosas, ¡y estoy harta!. Sé defenderme yo sola, pero ante una intoxicación nadie puede librarse - digo sacando a relucir el carácter de mi madre.
- En realidad, los hombres lobo podemos curarnos de cualquier cosa menos del acónito - responde el rubio.
Vacilo antes de hablar.
- ¿Para todo tienes respuesta? - mi tono irritado es evidente.
- ¿Para todo tienes excusa? - contraataca él.
Bufo tan fuerte que él empieza a reír.
- Maya, no seas tan difícil - toma mi brazo con suavidad una vez más, acariciándolo con su pulgar.
- Me lo complicas - le regalo una sonrisa cínica.
Como si hubiera perdido el norte por completo, se acerca peligrosamente a mí.
Nuestras respiraciones se van mezclando, y noto como la mía se acelera involuntariamente junto a mis latidos.
Mi vista se turna entre sus labios rosados y sus ojos azules.
El contraste diez.
- Venga, dime que te molesta esto también - pide llevando sus manos a mis caderas.
Eso último me acelera aún más, por el hecho de que ha apretado uno de mis cardenales de curación lenta.
- Lo hace, ya que estás pulsando un cardenal sin curar - me quejo.
Rápidamente, él afloja su agarre hasta que ya solo se siente como agua contra mi piel.
Frota su pulgar contra la delicada zona y yo me obligo a tragar y entronar los ojos para no perder los papeles.
- Dime que esto no te gusta - se apega aún más a mí, ya no hay sitio para que corra el aire.
Sus brazos rodean mi cintura, y eso es algo que me gusta.
No se sobrepasa, en parte porque sabe que el mínimo roce me acelera.
Pega su frente a la mía y con una mirada seria, me susurra de nuevo:
- ¿Y esto tampoco te gusta? -.
Me siento incapaz de decir nada, así que niego con la cabeza.
- Mientes - su tono es tan suave y ronco a la vez que solo consigue que mi corazón empiece a martillear contra mis costillas de manera dolorosa.
- ¿Erica también suele hacerlo? - juego. No sé con qué bazas, pero juego.
- Eres tan celosa como transparente - sonríe de oreja a oreja.
Consigue que mi corazón estalle.
Sonriente, se aparta de mí. Lo que en parte me decepciona, porque me gustaba.
*¡¿qué?! Joder...*
- Esto podría funcionar - se cruza de brazos a unos centímetros de mí.
- ¿"esto"? - hago comillas en el aire intentando recomponerme.
Él mueve su mano desde mí hasta él.
- Nosotros - afirma él.
- ¿Por qué crees eso?-.
- Porque escucho tus latidos cuando estoy cerca de ti, y sé que no es pura atracción física, ya que a mí me pasa lo mismo, Maya - se muerde el labio inferior.
Intento no sonreír. Lo intento. Pero fallo.
- ¡Apenas te conozco de un mes! - repongo yo.
- Eso puedo arreglarlo - se descruza de brazos acompañado de una pequeña sonrisa victoriosa - te recogeré a las 8.
- ¿Qué? - soy fan de la estúpida palabra de tres letras.
Él asiente con convicción.
- Tú déjamelo a mí - asegura.
- Todo esto es muy repentino... - pienso en que aún tengo que estudiar para el examen que tengo dentro de tres días, pero al ver como su preciosa sonrisa se cae a dos pedazos, mi mente da un giro completo - ¿sabes qué? Recogeme a las 7:30 mejor.
Ver como su sonrisa regresa hace que una oleada de calor me llene por dentro.
Quizás esto resultaría un error, me había permitido muchos y muy estúpidos en el pasado, pero nunca uno que me hiciera sentir llena por dentro de tan agradable manera.

-7 [Isaac Lahey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora