Sobre todo considerando que es una persona particularmente orgullosa. Si ya le cuesta reconocer cuándo está equivocada, aunque termine haciéndolo más pronto que tarde, todavía más le cuesta admitir que necesita ayuda.

Especialmente con estos... Temas.

Solo de pensar en ello, su estómago se agita, su piel cosquillea con pura electricidad y su boca se seca. Pero esto no son nervios. Es excitación. Es deseo. Es sed.

Siente sus fuerzas renovarse y llama a la puerta antes de abrirla, asomando la cabeza. La habitación está sumida en una semi penumbra, ya que Jesse tiene las cortinas corridas al máximo y no entra nada de luz de la calle. La única fuente de iluminación son los colores cambiantes de la pantalla de televisión en la que el joven invirtió su primer sueldo.

Mentalmente, Beca agradece la oscuridad. Le da más seguridad cuando se trata de esto.

- Hola, cielo - saluda Jesse antes de llenarse la boca de palomitas, apartando la mirada de la tele una fracción de segundo para comprobar quién está en la puerta de su cuarto.

- Hola - no, ni de coña piensa usar un apodo cariñoso. Bastante tiene con no poner cara de asco cada vez que su novio encuentra uno nuevo que decirle.

Se quita la cazadora vaquera y la cuelga del respaldo de una silla con ruedas. Sus rodillas chocan con el borde de la cama y no se da la oportunidad de pensarlo dos veces antes de ponerse a gatas sobre el colchón y trepar hasta donde Jesse está sentado con la espalda contra el cabecero.

Toda la sensualidad que haya conseguido con ese gesto, pierde su efecto cuando su novio no aparta la mirada de la pantalla.

No deja que el desaliento se apodere de ella. No puede dejar que se apodere de ella.

Es raro que sea Beca la que empiece cualquier cosa sexual. No es puritana ni de lejos, pero hay algo en ser la que tome la iniciativa que le llena de incomodidad e inseguridad. Es feliz dejando que sea Jesse el que guie, al menos al principio. Sin embargo, como siga esperando a que su novio haga algo, le van a salir telarañas ahí abajo.

Así que se deja caer en el regazo del joven y el corto beso que él trata de darle para volver a su película, Beca lo alarga atrapando sus labios. No dura mucho, porque solo un tercio del cerebro de Jesse está puesto en ello y lo vuelve descoordinado.

De nuevo, se repite mentalmente que no puede dejarse frustrar por la falta de interés del chico. Solo tiene que conseguir hacer algo que capte su atención.

Deja una hilera de besos a lo largo de la rasposa mandíbula de Jesse, toma nota de comentarle que ya es hora de pasarse la maquinilla de afeitar. La supuesta barba de tres días se está convirtiendo en barba de dos meses, y Beca no está segura de encontrar atractivo a alguien que parece un vagabundo.

Sus manos reposan sobre los anchos hombros del Treble, usándolos como punto de apoyo para no perder el equilibrio. Vuelve a los labios de Jesse tras un mordisco en el lóbulo de su oreja, esperando esta vez más excitación.

- Mmmhh cariño - musita él entre beso y beso, sus ojos abiertos y fijos en la televisión -. No me dejas ver la película.

Calma, Beca. Respira hondo.

Echa un vistazo por encima del hombro para confirmar lo que la banda sonora de la película ya le hace sospechar. Hasta ella, la eterna opositora de las películas, sabe reconocer la que está puesta solo por la música, porque Jesse se la ha hecho ver al menos cincuenta veces desde antes de que empezaran a salir. Y no exagera. No esta vez.

- ¿Tiburón? - inquiere con una ceja arqueada y tono escéptico -. Jesse, te la sabes de memoria. ¿Qué más te da perdértela una vez?

- No tengo ganas, Becs - suspira, cansino. Como le estuviera insistiendo constantemente con lo mismo.

SnapshotsWhere stories live. Discover now