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-¡No me toques!- le espetó en cuanto hubieron salido del aula, y Neville se quedo temblando en su sitio.
Cuando pensó que había conseguido alejarse sola del aula de pociones, descubrio a Neville siguiendola silenciosamente.
La señora Pomffrey la hizó esperar sentada en una camilla mientras terminaba de hacer lo que fuera que estuviera haciendo en su despacho.
Neville se movió incomodo frente suyo por un momento, hasta que terminó decidiéndose por sentarse a su lado.
-Herms...
-¡No digas nada!- lo cortó antes de que comenzará, porque tenía tantas ganas de petrificarlo que si él seguía hablando posiblemente terminaría haciéndolo.
Madame Pomffrey volvió finalmente luego de unos minutos, curiosamente seguida por el Profesor Snape.
-Gracias, profesor- se despidió la mujer, pero Snape ya no estaba escuchándola, porque había repado en ambos Gryffindor al fondo de la enfermería.
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-¿¡Qué pasó!?
Neville iba a desmayarse, Hermione estaba segura.
-Esta bien...- intentó intervenir, porque, si las miradas mataran, y comenzaba a pensar que Snape sabía el modo de hacerlo, Neville estaba exhalando su último aliento.
Hermione no tenía idea de que había sucedido con su cara, pero debia lucir fatal, porque Snape la miró por un segundo especialmente largo.
-Longbottom, fuera de aquí.
No gritó, pero su voz grave fue suficiente para poner a Neville nervioso de nuevo.
-Pero el profesor Slughorn dijo...
Snape iba a maldecirlo, Hermione estaba segura.
-Esta bien, Neville.
Neville la miró una última vez, pero salió de la enfermería tan rápido como le permitieron sus piernas.
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A Madame Pomffrey no le hizó ninguna gracia que Snape se la llevase de la enfermería, y a Snape no le hizó ninguna gracia que la mujer intentara detenerlo.
"¡Soy quien decidide en mi enfermería, Snape!"
"¡Y yo en mi colegio, Pomffrey!"
Si Hermione no sintiera las mejillas tiesas se hubiera reído de la cara que había puesto la mujer cuando Snape la arrastró fuera de la enfermería.

***

Snape cerró la puerta de su despacho con un sonoro portazo.
-¿Cómo se siente?- inquirió enseguida y por un efímero segundo, Hermione pensó que Snape iba a tomarla por los hombros.
-Bien, estoy bien- balbuceó intentado sonar tranquila, pero los ojos habían comenzado a esocerle.
-¡Slughorn es un incompetente!- vociferó.
-¿Hablando mal de un profesor, profesor Snape?
Intento hacerlo reir, algunas veces, cada vez mas, lo conseguía, pero esta ocasión no fue una de ellas.
-¡Pudo dejarla ciega!
Había algo en la reacción de Snape que estaba subiendole el ánimo, a pesar de las heridas abiertas y del cabello que se había tornado violeta.
Snape desapareció por una pequeña puerta al fondo de la habitación que, Hermione sabía, conducía a sus habitaciones. La castaña terminó sentadose a la orilla del escritorio y unos segundo después, el peofesor se acerco a ella con una botella de algo azul en una mano y algodón en la otra, aún molesto.
-¡No se quien le permitio volver a Longbottom en primer lugar!
Se detuvo frente a ella. Hermione estaba esperando a que Snape le entregara la pocion, pero para su sorpresa, él mismo comenzo humedecer el algodón.
Pensó en decirle que ella podía hacerlo, que no era necesario y sin embargo, se mantuvo en silencio, sin moverse de su sitio, mientras Snape se encargaba de curar cada herida y ampolla que se habia formado en su rostro.
Hermione lo miró a los ojos, y él la miro de vuelta. Estaban demasiado cerca.
Pasaron algunos minutos en completo silencio y por algún motivo que Hermione desconocía, no dejó de mirar los ojos del profesor ni uno sólo de ellos.
-A mi no me mire como si fuera mi culpa- susurró luego de tanto tiempo sintiendo los ojos castaños sobre su rostro.
El hombre tenía una sonrisa apenas perceptible dibujada en la cara.
Hermione se removió en su sitio.
-Es tu culpa, ciertamente.
Su sonrisa diminuta se volvio sólo un poco mas grande. Se estaba convirtiendo en una mala costumbre suya; inicialmente, cuando Hermione lo fastidiaba en su habitación en San Mungo cada día, había intentado evitarlo, pero todo se había quedado en un intento hacia un largo tiempo y ahora, casi no le importaba hacerlo cada ocasión que tenía a la castaña enferente.
-Nadie le ordeno ayudar a ninguno de sus amiguitos.
Hermione le regaló una mala mirada, pero su intento de parecer molesta se vio frustrado cuando él presionó la herida en su frente con el algodón húmedo.
Intento no quejarse en voz alta, pero la mueca en su rostro era suficiente.
-¿Duele?
-No.
Tenía que ser Gryffindor.
Snape la miro ligeramente divertido, pero continuo aplicando la poción con más suavidad, si es que eso era posible.
-Sus amigos no valen las cicatrices...- comentó distraídamente.
Hermione lo miró preocupada.
-¿Cicatrices?
Pero de nuevo, Snape se estaba burlando.
-No es divertido- se quejó ella con un puchero.
-No, por supuesto que no.
-Esto no sería necesario si tu no te empeñaras en poner tus pruebas tan difíciles.
-Esto no sería necesario si dejara pensar a sus amiguitos por si mismos- recalcó el profesor mirándola fijamente. -A pesar de los diminutos cerebros que sabemos que tienen - agregó.
-En primer lugar, esto no sería necesario si le hubieses llevado la poción Oculus a Madame Pomffrey en otro momento.
La ceja de el profesor se elevo, interrogante.
-Porque estaría en la enfermería y no aquí, contigo.
-¿Le molesta?- inquirió él, dejando por un segundo su labor de curarle las heridas y dedicándose sólo a mirarla.
Era extraña la sensación de estar seguro de conocer la respuesta a su propia pregunta.
Hermione lo miró con un deplorable intento de seriedad.
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Snape curó cada herida, grande y pequeña, con una delicadeza sorprendente para el tamaño de sus manos y cuando al fin terminó, contempló a la Gryffindor por un largo segundo.
-Tiene suerte de que su poción este lista- soltó, sin moverse de su sitio, a pesar de haber terminado.
Ella abrió demasiado los ojos.
-¿Tu...?- no podía creer que realmente habia realizado su poción.
Una sensacion extraña, como un calor que la llenaba desde el pecho se extendío por todo su cuerpo.
Su cara debia decir más de lo que deseaba, porque Snape se le quedo mirando. Así como estaba, sentada sobre el escritorio, Snape no parecía tan alto. Sus ojos estaban casi a la misma altura.
-Yo se lo que es llevar una marca no deseada encima, Granger.
De nuevo, su voz sonaba suave. Quiza y después de todo, no eran las noches las que lo hacian hablar así, quiza era ella...
De pronto, a Hermione le entraron tantas ganas de abrazarlo, de abrazarlo fuerte y de enterrar la cara en su pecho, que tuvo que morderse el interior de la mejilla hasta hacerse daño para no cometer semejante tontería.
-¿Se siente mejor?
La voz de el Profesor la trajo de vuelta a la realidad.
-Si... si- repuso con una sonrisa y Snape le sonrió de vuelta.
Sin nada oculto detrás; sólo una sonrisa.

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¿Review?

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