Arco 2 - Caminos Separados - Capitulo 12 - Fragmentos de una Vaga Platica

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Bien antes que nada, quiero pedir disculpas por esta larga espera, este ultimo año estuve algo ocupado pero les prometo que a partir de ahora ya estaré activo y actualizando cada historia cada 2 semanas. 

Bueno aquí comienza a darse mas detalles del marco histórico e el que se desarrolla la historia y el cual repercutirá mucho en los personajes y en el que estos empezaran a mostrar un desarrollo.

Gracias, muchas gracias por seguir esta historia.

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No sé cuánto tiempo tarde en volver de regreso a las enormes extensiones de tierra habitadas por lujosas casas que adornaban las enormes praderas con sus elegantes fachadas y una que otra suntuosa torre con hermosas piedras blancuzcas y ventanas con marcos dorados y cristales altamente pulidos en ellos que se reflejaban los rayos del sol creando una pequeña y resplandeciente chispa de luz.

Los hermosos y claros paisajes, que se dejaban ver entre las ramas de los árboles, tintados de colores verdes, azules, blancos entre otros. Casas pequeñas y grandes se alzaban mostrando sus singulares colores y muros que rodeaban sus lujosos jardines repletos de inmensos aromas y fragancias. Un pequeño y viejo molino se hacía presente con sus aspas inmóviles ante la carencia de aire, observando el pasar del tiempo y el nacer de nuevas generaciones, nuevas caras y de niños y uno que otro rufián y vagabundo que lo usaban como estancia por un par de horas ya sea para jugar o para dar un pequeño descanso.

La primera casa en ver fue la de los Hofferson. La reja oxidada de color verde, ahora cerrada, bloqueaba el paso hacia el enorme y majestuoso jardín, donde se grandes bardas de arbustos se alzaban y formaban pasillos confusos tapizados de flores que con un sutil soplo de aire se sacudían dejando escapar su embriagante olor que se esparcía por todo el lugar envolviendo el jardín de los Hofferson con una agradable aura suave llena de sosiego.

Mis ojos se mantuvieron fijos en la misma dirección pasando de la etérea vista del jardín por la refinada y simple vista de un jardín con pocos árboles y plantas, en medio de este se alzaba una fuente circular de en medio de ella dejaba alzarse una estatua de "Gea", el titán griego de la naturaleza, la madre tierra como yo la llamaba, en medio de la cual dejaba salir un hilo de agua de un jarrón que sostenía entre sus brazos.

A rededor de la fuente, pequeñas y elegantes mesas, adornadas por finos y sedosos manteles que se ondeaban quedamente por la pequeña ventisca, dejaban verse luciendo, sobre ellas, pequeñas tazas y

Jarras de un color blancuzco que teñía los ondulados grabado de la jarra, además, de uno que otro pequeño florero tapareo que mostraba el tallo desnudo del as flores traspasando su imagen la incolora que le daba vida.

Sobre sillas de madera cubiertas con un manto blanco y adornadas con un gracioso listón color rosa, hablaban y risoteaban los semblantes de varias personas, mi padre y sus amigos incluido Hans de un lado, y por el otro extremo junto a mi padre, mi madre formaba en sus labios una sutil sonrisa cubierta por su acobijada mano, haciendo ademanes hacia la señora Torton y la madre Mérida , para ser francos nunca pude aprenderme el extraño apellido de la familia de Mérida, esa chica a la que en esos momentos me provocaba un escalofrío e incomodidad dentro de mí, sacudiendo todo mi interior de una repulsiva y repelente forma que me hacía desear no verla a cada segundo.

- ¡Hiccup! - Un grito sutil con un tono agudo me hizo mover la cabeza y la mirada de una cansina forma, que sin quererlo y desearlo, hizo que el caminar y la mirada de la chica de cabellos negros se hiciera más pesado algo alarmantes.
Mi cabeza se elevó con la mirada lánguida e ida, mis temblorosas pupilas se posaron sobre la afligida sonrisa de Heather, que a medida de que me analizaba más con la mirada iba adoptando una expresión que me escudriñaba y me cuestionaba como una filosa daga que me provocaba desviar, numerosas veces, mi cochambroso rostro salpicado por el lodo que se iba endureciendo provocándome cierta sensación incomoda sobre la punta de mi nariz extendiéndose hasta parte de mis mejillas.
- ¿Eh? - . Aquella simplona expresión se escapó de mis cuerdas vocales con un tono rasposo y cansado.
- Tu mamá... - . Como si la pesadumbre que aquejaba mi interior hubiera sido transferida a Heather, esta empezó a hablar con el mismo tono flojo y carente de vida - Tus padres han estado preguntando por ti desde hace una hora... -
- ¿Una hora...? - . Mi alarido lleno de pánico opaco las moribundas palabras de aquella chica que abriendo la mirada de un modo temeroso retrocedió un par de metros encogiéndose de hombros como animan indefenso a punto de ser cazado.
- Si... Ha pasado más de hora u media desde que te desapareciste - respondió la atemorizada chica como un diminuto hilo de palabras que salían cuidadosamente de sus labios - Todos estamos en el jardín -. La chica término dando un entrecortado suspiro acercándose a la reja cautelosamente como si estuviera aproximándose a la jaula de una bestia.
Baje la mirada algo apenado por mi comportamiento pateando la primera piedrita que se pudo pasar por mi mirada.
- Entra tu madre te está esperando - indicó la chica abriendo la puerta que daba hacia el jardín principal haciendo señales con su mano para que la siguiera hasta el pequeño puño de gente que reía y conversaba sobre sillas de madera atiborradas de adornos hasta el respaldo.
- La señora Torton y la señora Hofferson vinieron de visita - indicó la chica mirando fijamente a la reunión de señoras apartadas de los hombres para compartir consejos, anécdotas y hasta uno de otro chisme que a la mayoría de los hombres le parecerían aburridos e inútiles.
- ¡Hiccup! - logre escuchar la voz de mi madre sobresalir de entre los murmullos de los presentes.
El llamado hizo que volteara hacia la mujer vestida con ropas ligeras y bastante holgadas a comparación de las dos mujeres que la acompañaban, vestidas de manera ostentosa y formal.

Mi madre, al ver el estado en el que había regresado, esbozó una mirada pálida y larga, parecía como sus mejillas hubieran enflacado igual a los de una anciana enfermiza, lentamente y con un paso fluido se acercó queriendo extender sus brazos que parecían querer liberarse de un fuerte hilo de secretos y remordimientos, su boca temblaba perenemente como si dentro de esta un millón de palabras quisieran liberarse para contarme una cruda verdad que se reflejaba en el semblante de la mujer.

- Hiccup – exclamo lánguidamente la mujer. Sus débiles palabras salieron con un débil suspiro, lentamente sus brazos me rodearon dando un par de cortos y endebles abrazos que más bien parecían un par de estrujadas forzadas e incomodas, algo que no era normal en mi madre, no al menos conmigo.

Mi madre dio señas de querer voltear la cabeza como si un peso sobre ella la obligara a hacerlo, una de sus manos golpeaba de una notable forma la palma de su otra mano, con cada golpe la posición de sus dedos cambiaba de una extraña y aleatoria forma como si esos movimientos y golpeteos tuvieran algún significado.

- Hiccup... - músico mi madre seguido de un forzado y seco aclaramiento de voz. Mi madre se llevó su puño a la altura de su labio inferior y siguió ejecutando su farsa con dificultad. – Creo que deberías... entrar a la casa a cambiarte – Acabó por decir mi madre con una visión fija y un gesto tenso y perdido. Sus manos temblaban y con una nublada sonrisa bajó su mirada por unos segundos a medida que cerraba sus ojos, tan pronto como volvió su mirada apunto con su mirada la dirección en que se encontraba la entrada de la casa

- Alto, Heather, tu no – Logre escuchar la voz marchita de mi madre detrás de mí, no gire la mirada, solo me detuve por un segundo. Llevé ambas manos hacia dentro de mi camisa y seguí caminado.

No dije una palabra, solo obedecí, lancé cortas miradas hacia la mesa donde se encontraban las demás mujeres, solo la señora Torton junto con otro par de mujeres permanecía sobre sus asientos como una mirada fuera de lugar, como si ellas no pertenecieran al lugar, momento ni a la situación en curso. La señora DunBroch, la madre de Mérida no estaba. Di otra mirada, esta vez, a la mesa de los hombres, mi padre tenía una expresión sería y pálida, varios gritos y palabras altisonantes salían de aquella conversación, algunas palabras eran...

"Asesinatos", "Colibrí", "Nazi" ...

Aquella última palabra quedo volando en mi cabeza por unos minutos, un calosfrío viajó de por mi cuerpo expandiéndose en mi espalda lentamente, había escuchado a mi padre decirla muchas veces, pero no nunca de esa forma y modo, nunca con ese desprecio e irascibilidad. En ese momento aquella palabra solo me causaba simple inquietud, como hubiera deseado que siempre hubiera sido solo eso.

Posteriormente de haber escuchador aquellos fragmentos de ya mencionada platica mi cuerpo pareció querer alejarse de ese lugar, mis piernas, pulso y ritmo cardiaco empezaron a acelerarse, mi frente a sudar, pero yo no sabía porque, esa última palabra me inquietaba, por alguna rara razón. En mi mente intentaba recordar las vagas y escazas veces en que había escuchado esa palabra, pero fue en vano.

Apenas giré el picaporte de la puerta entre velozmente a la casa haciendo rechinar el piso de tan lustrosa y brillante madera, al querer entrar torpemente por el pequeño espacio que había abierto entrando como hace un pulpo a una botella de cristal.

Pero, no todo se había acabado entrando a la casa. Llevé ambas manos hacia mi rostro un par de segundos, tras cerrar de golpe la puerta que dejaba entrar una luz azula tras el vitral, trate de tomar aire, haciendo esfuerzos para pensar en algo que hiciera olvidarme lo sucedido.

- Por fin has regresado -. Esa voz, esas palabras fueron suficientes para olvidar momentáneamente lo pasado. Retiré ambas manos y abrí mis ojos flojamente dirigiendo mi mirada hacia el altivo rostro de aquella peli-naranja. Su barbilla estaba recargada sobre su puño el cual estaba posado sobre uno de los pequeños conejos de madera que adornaba la parte final-superior de las escaleras.

- ¿Y bien? – musito paulatinamente la chica mostrando una expresión desdeñosa. Alzó su barbilla llevando hacia el frente su otra mano con la palma extensa como hace alguien para permitirle la palabra al otro. – ¿A dónde has ido? - La chica espeto una mueca seguida de un suspiro, dando un soplido a un mechón naranja que caía sobre sus ojos...

Cartas A "Alguien" © -Hiccstrid- |2do Lugar Premios Alex 2016|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora