Bocetos

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            Gerard estiró ambos brazos y movió los dedos como si estuviese preparándose para tocar una parte realmente difícil en la guitarra, pero sólo se trataba de los comandos para un ataque especial en la partida de un juego en línea que estaba llevando a cabo con Worm. No lo logró, y golpeó el puño cerrado sobre su escritorio con frustración.

— ¿Qué golpeaste? —preguntó Worm.

Gerard sonrió.

— El escritorio. Me dolió más a mí —respondió.

Volvieron a la mesa central del juego y mientras esperaba a que Worm escogiera los implementos para la siguiente partida, Gerard se quitó los audífonos y dio una vuelta en su silla, mirando las pilas de cajas apiladas contra las paredes vacías de su estudio. Podía escuchar a su hija correr de un lado a otro en alguna habitación y a Lindsey cortando tiras y tiras de cinta adhesiva. Era el último día de la mudanza, y se suponía que para esa hora todo debía estar listo. Pero él había decidido ir a terminar con su estudio antes de seguir con la cocina, y en medio del orden en su estudio se había tomado una pausa para poner algo de música desde el ordenador, entonces había abierto el navegador y entre las cientos de notificaciones de Twitter había encontrado un tweet de Worm en donde decía que iba a estar jugando Dead by Daylight, escrito sólo minutos atrás. Entonces había abierto Steam y se había contactado con su amigo para jugar. Eso había sido cuatro partidas de veinte minutos cada una atrás.

— Estoy listo, es mi turno ser el asesino —escuchó la voz de Worm a través de los auriculares y dejó ir todas sus preocupaciones para volver al juego, aceptando sin rechistar ser la víctima.

Escogió a la adolescente y comenzó el juego. Cada partida se sentía más experimentado en el juego, aunque sabía que seguía siendo jodidamente malo.

— ¡Papi, papi, papi! —los gritos de su hija hacían juego con sus golpes sobre la puerta de madera, con las palmas de las manos abiertas. Se giró a tiempo para verla entrar, su camiseta blanca estaba totalmente sucia con el polvo— Mami dice que te des prisa.

— Ya sé —respondió Gerard, y luego le hizo un gesto con la mano a su hija de seis años—, ven acá. Mira este juego.

La niña tenía mirada acusadora, tal como su madre. Pero de todos modos fue y tomó asiento en las piernas de su padre. Gerard guió una de las manos de su hija a las flechas del teclado para que fuera ella quien manejara al personaje en la pantalla.

— B está jugando ahora, Worm —dijo Gerard.

— ¡Hola! —saludó la niña. Gerard rió.

Worm no respondió, casi nunca respondía cuando estaba siendo el asesino pero daba igual. Gerard le ayudó a reparar uno de los motores pero antes de poder correr el asesino de Worm llegó a ellos y decidió cubrirle los ojos a su hija para evitar que mirara el gráfico asesinato en pantalla.

— Ve a buscar a los gatos, nena —decidió, cuando los créditos del fin de la partida aparecieron en la pantalla—. Date prisa.

Se retiró del juego sin más rodeos y volvió a estirar sus brazos, dejando ir un largo bostezo. Hizo crujir las vértebras de su cuello y luego finalmente se quitó los audífonos y se puso de pie. Las cosas sobre el escritorio serían las últimas lo tenía planeado, pero todavía tenía el armario anexo a su estudio totalmente armado. Había tantas cosas que guardar en cajas y el sol ya estaba empezando a caer.

warm and fluffy; frerardWhere stories live. Discover now