McCafé

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Pasa que vi un post en tumblr y fue como "omg, tengo que escribir algo con eso *corazones aquí" así que lo hice.





McCafé


Frank tomó un largo respiro y alzó la vista desde su celular. Había estado el último cuarto de hora, lo que el autobús había tardado desde su hogar hasta aquella zona de la ciudad, mirando la pantalla de éste. En ese mismo momento el bloqueo había la había apagado, pero minutos antes la larga conversación con un completo desconocido había estado invadiendo su mente. Tal y como lo había estado haciendo las semanas anteriores.

El asunto era simple. Después de que su mejor amiga lo hubiese convencido de descargar esa patética de aplicación de citas exclusivamente para personas gay, claramente había encontrado a alguien. Más bien había encontrado a varias personas y muchos de ellos parecían vivir en Jersey tal y como él, pero uno de ellos había llamado su atención. Su descripción no decía nada personal, sólo que tenía 22 años, haciéndolo tres años menor, que era un gran fanático de David Bowie y que su teléfono celular estaba poseído o algo así. Solo había una fotografía de él ahí. Tenía unos anteojos con marco grueso de color negro, detrás unos ojos evidentemente verdes llamaban su atención y su cabello estaba tinturado de un rojo brillante, un poco más largo de lo normal, esparcido en todas las direcciones. Su nariz era bonita, su sonrisa era bonita. Y lucía bastante atractivo para estar en un sitio ahí. Su nombre era Gerard.

La verdad es que no perdía absolutamente nada hablándole, quizás ganaría. Así que le habló. Y él contestó. Sin darse cuenta terminaron charlando de cosas totalmente al azar hasta que el reloj marcó las tres de la mañana y a la mañana siguiente siguieron hablando. No decía cosas demasiado personales, y Frank tampoco lo hacía. Una semana y seis días después Gerard le dijo que deberían conocerse en persona, y Frank accedió, pero antes de hacerlo completamente le preguntó si se trataba, sólo por si acaso, de un solitario hombre de 50 años. En respuesta Gerard envío unas diez fotos que parecían haber sido tomadas en ese mismo momento. Y Frank accedió a conocerse con él en un McDonalds, ¿por qué no?

La cita sería cuatro días después, a las once de la mañana, en el McDonalds cerca de Asbury Park. Realmente era algo raro, Frank no dejaba de preguntarse dónde estaba la trampa. Pero en un lugar así ciertamente lo peor que podría pasar sería encontrarse con un solitario hombre de 50 años. Y si eso pasaba iba a darle un abrazo porque él era un solitario hombre de 25 años y en parte conocía cómo se sentía. Luego comería una hamburguesa y se iría a casa.

Cuando se bajó del autobús se apresuró a los grandes arcos dorados y cruzó las puertas de vidrio. Efectivamente había alguien bastante parecido al hombre de las fotos ahí. Estaba de pie junto a un gran ficus falso, y miraba nervioso hacia la puerta. Pero sus miradas se cruzaron, y ambos sonrieron. Gerard era real, Frank era real, y ambos habían ido a la cita.

— Hola —dijo Frank con nerviosismo.

— Hola —contestó Gerard—, luces como en tus fotos.

— Tú igual... ciertamente tenía miedo de que fueras un hombre de 50 años —rió Frank—, gracias a Dios no es así.

— ¿No te gustan los hombres de 50 años? —Gerard lucía divertido— Bueno, creo que a mí tampoco. La mayoría luce como de 70 años.

— Tampoco creo que los 70 años sean sexys —comentó Frank, y ambos rieron. Pero estaba totalmente seguro de que Gerard reía por lástima. Nunca había sido un gran bromista después de todo, y nervioso decía muchas tonterías—. Por cierto, soy Frank.

— Gerard —se apresuró él y extendiéndole una mano agregó—, es un placer.

— El placer es mío. Pero... ¿McDonalds?

— McCafé —dijo Gerard—, me gusta venir. Y tengo tarjeta de cliente frecuente.

— ¿En serio? —Sonrió Frank— Eso es genial. Yo soy intolerante a la lactosa así que cualquier cosa que no sea café negro me hace enfermar de muerte.

— Te pierdes los grandes placeres de esta vida, Frank —suspiró Gerard con un aire de superioridad en su voz—. Como sea, ¿ordenamos?

Juntos se acercaron a la caja y mientras Gerard detallaba su orden Frank no pudo quitarle la mirada de encima. Era tan natural y tan agradable y tan divertido y realmente lucía inteligente y era real... y no parecía haberse decepcionado al verlo y eso era genial. Totalmente genial. Cuando llegó el momento de pagar la orden claramente se ofreció a hacerlo y luego se acercó junto a Gerard al lugar en donde preparaban el café. Era un frapuccino, al parecer.

— ¿Por qué no vas a buscar una de esas mesas de afuera mientras preparan mi café? Yo iré de inmediato —dijo Gerard, Frank accedió sin rechistar.

Salió por la puerta que daba a la parte posterior del McDonalds, con vista casi directamente al mar, y escogió la mesa más apartada de la zona de juegos para niños, con linda vista hacia el mar, y agradable sombra. Y tomó asiento. En algún momento uno de esos suspiros de completo amor se le escapó, y luego de ruborizarse al notarlo decidió mirar su reloj. Al parecer habían pasado ya cerca de cinco minutos desde que había salido, pero era totalmente normal, a veces simplemente tardaban mucho. Pero luego pasaron diez minutos, y cuando se le sumaron cinco decidió enviarle un mensaje.

"¿Te perdiste? Estoy justo afuera."

Evidentemente no hubo respuesta. Gerard simplemente había tomado su café y se había marchado. Así sin más. Obviamente al ser alguien tan explosivo lo primero que sintió fue enojo. Mucho enojo. Pero si evaluaba la situación desde un punto de vista externo, quizás había algo más que eso. El asunto era que Gerard podría haberse sentido incómodo en su presencia, pero estaba totalmente seguro de que ese no era el caso. Tampoco parecía haberse visto desilusionado por las fotos porque no lucía tan diferente en la vida real. Quizás un poco más bajo y ya.

Posiblemente Gerard simplemente era un sociópata. Tenía citas de forma compulsiva sólo por el café gratis. Y al parecer ni siquiera había sido su primera vez. Había sido todo tan limpio, tan natural. Había sido la estafa perfecta. Y al descubrir eso Frank supo que ni siquiera estaba enojado. Podría haberle robado la tarjeta de crédito, algún órgano... pero sólo fueron un par de dólares.

Y su corazón.


warm and fluffy; frerardWhere stories live. Discover now