―Ojalá, no es bonito equivocarse tanto.

―Todos nos equivocamos, algunos más veces y otros más tiempo, ya ves, mi ex no lo hace mejor.

―Es verdad y ahora estás con Sebastián que es un buen hombre.

―Sí, ¿lo ves? Ya llegará la chica indicada para ti.

―Eso espero.

Jesús comenzó a hacerle cariño en el pelo.

―Duerme, mira que mi ahijado tiene que estar bien.

―¿Ahijado?

―Sí, merezco ser su padrino.

Monserrat sonrió.

―Claro que sí, de no ser por ti, todavía estaría con ellos y quizás en qué hubiera terminado.

―Ya ves, mi fijación con ella valió la pena, tú estás bien y mi ahijado también.

―Sí, gracias.

―No tienes nada que agradecer.

―¿Te puedo hacer una pregunta?

―Claro.

―Si ellos me secuestraron y Adrián es policía, ¿por qué no los tomaron presos?

Jesús sonrió con amargura.

―Porque el padre de Elena es el jefe de Adrián, así que imagínate lo que hubiese ocurrido si él la hubiera tomado detenida. Por eso los dejó ir, ella lo sabía, por eso estaba tan tranquila. Sabe que nadie puede tocarla, es casi como si tuviera inmunidad política.

―Ah, ahora entiendo.

―Pero te aseguro que Adrián en cualquier momento le va a dar su merecido, porque no es la primera vez que tiene que apoyar una acción donde ella es la delincuente y tienen que dejarla ir.

―Ojalá algún día pague por todo lo que ha hecho.

―¿Ves que tengo mal ojo?

―Ya llegará la que te ame como te mereces.

Monserrat se fue quedando dormida bajo las suaves caricias del músico. Al rato entró Arturo.

―¿Cómo está?

―Se quedó dormida, no sé cómo no está asustada, esos dos estaban dispuestos a todo, que mal que no podían tomarlos detenidos, de otro modo...

Quiero estar contigoWhere stories live. Discover now