Toda historia tiene un principio

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  • Dedicated to Xucy-Xiu
                                    

Querida hija mía, recuerdo que tenía casi 21 años y una vida por delante. Era bonita, quizá con unos cuantos kilos de más para mi gusto, pero mi piel blanca como el alabastro, mis ojos verdes almendrados, mis labios carnosos y mi sonrisa lo "compensaban" sobradamente.

Pretendientes no me faltaban, pero estaba tan centrada en mis estudios que vivía ajena a las fiestas y a los devaneos amorosos de las demás chicas de mi edad. En aquel entonces yo tenía un objetivo: trabajar como diplomático y conocer mundo.

Lamentablemente en una fiesta organizada por la universidad, acabé conociendo a un mentiroso compulsivo que me llenó la cabeza de pajaritos con sus palabras dulces y me manipuló a su antojo hasta que consiguió acostarse conmigo y, después, me dejó por una mujer 10 años mayor con mucho, mucho dinero.

Podría mentir y decir que me sentí ultrajada y que renegué del amor, pero en aquel momento era mucho más práctica y cuando vi que lo que yo sentía no era amor, sino calentura, decidí dejar que mi vida siguiera... aunque ya sabía que no tenía que fiarme de los lobos con piel de cordero.

Dicho así suena frío y calculador, pero siempre había sido muy enamoradiza y estaba acostumbrada a pasar página cuando veía que mis sentimientos no eran correspondidos.

Aún así aquel indeseable hizo que me picara el gusanillo y empecé a interesarme más por el otro género, pero mis flirteos nunca pasaban de un par de besos robados porque, simplemente, no lograban hacerme sentir nada de nada. Ni en la mente, ni en el corazón, ni mucho menos en la boca del estómago.

No me preocupaba mucho no sentir nada por ningún chico pero empezaba a temer que mi desastrosa experiencia me hubiese vuelto una frígida y yo no quería pasar el resto de mi vida soltera, amargada y rodeada de gatos.

Si alguien entonces me hubiese dicho que menos de dos años después iba a perder la cabeza por alguien, jamás le hubiese creído.

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Recuerdo ese día como si fuera ayer, quedaba poco para la Navidad y estaba invitada a una fiesta. Aquel día iba desganada y tenía intención de quedarme en casa.

Había hecho un examen muy duro esa misma mañana y llevaba varias noches sin a penas dormir, además acababa de romper otro intento de relación y entre eso y las quejas de mi madre para que sentara ya la cabeza me tenían agotada; pero mi amiga Rose me insistió tanto que no pude decirle que no.

Aquella noche cambió mi vida y no pasa día sin que vuelva a mi mente esa sonrisa de lado y esa mirada que me atravesaba el alma y hacía desaparecer todo lo demás. Como si estuviéramos destinados, como si nuestras almas vinieran buscándose desde el principio de los tiempos.

Pero la vida puede ser una zorra cruel y despiadada y aquella vez no fue una excepción.

Cartas a mi hijaWhere stories live. Discover now