Capítulo 29

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Era casi media noche y la puerta de Lexa se abrió estrepitosamente haciéndola despertarse a medias.

- ¿Qué demonios...?

- ¡Prima! –Anya abrió los brazos encendiendo la lámpara a al lado de la cama donde descansaba Lexa.

Lexa abrió primero un ojo con lentitud y luego el otro al percatarse que, ciertamente, era la ruidosa de su prima quien había irrumpido su sueño con todo descaro

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Lexa abrió primero un ojo con lentitud y luego el otro al percatarse que, ciertamente, era la ruidosa de su prima quien había irrumpido su sueño con todo descaro.

- Levántate, vaca. Llevo casi un mes fuera y ni un abrazo eres capaz de darme –sacudió sus sabanas sin ninguna consideración por Lexa-. ¡Arriba!

- Basta, basta –reprochó Lexa contra la almohada.

- ¿No me extrañaste? –Anya se zumbó a su lado haciéndola rebotar-. Que mala prima eres.

- Ya –Lexa la abrazó sin abrir los ojos y le dio un soso beso en la mejilla-. Bienvenida.

- Tanto amor me perturba.

- ¿Qué esperas? ¿Te lanzo serpentinas?

- Que tonta –Anya la abrazó con fuerza y la sacudió terminándola de despertar-. Ese viaje con Tristán fue é-pi-co.

- Con tal de que no estés embarazada...

- ¿Están locas? Tía Indra me preguntó lo mismo cuando me fue a buscar en el aeropuerto. ¿Tan mal historial tengo?

- No eres precisamente muy cuidadosa.

- Que idiota. Cállate –la empujó separándose de ella y se puso de pie para darle una vuelta al cuarto-. Ahora... por fin hablamos en persona –Lexa suspiró quejosa. Ya imaginaba por donde iría Anya-. Citaré tus palabras por llamada: cuando llegues te cuento lo que pasa con Clarke. Pues, bueno, ¡estoy aquí!

La castaña quiso evitar durante mucho tiempo esa conversación. Lo intentó como nadie se imaginaría, siempre encontraba un modo de posponerlo, pero esta vez su prima no le dio escapatoria.

- ¿Qué tienes con la rubiecita? ¿Ya conejeaste?

- ¿De qué hablas? –Se sentó soñolienta pasándose el costado de la mano por sus ojos.

- Ya sabes. Si ya machucaste, batiste la cama, si hubo ñiki-ñiki, ñaca-ñaca.

- Anya...

- ¿Echaste el polvo, limpiaste el horno, follaste, te la tiraste, cogiste, fornicaste?

- ¡Anya! –La reprendió tirándole con fuerza su almohada.

- Era para que entendieras. Pareces una pequeñaja con el tema –se lanzó otra vez a su lado sin ningjna delicadeza-. Ahora, hablando en serio; cuéntame qué tienen.

Lexa se tumbó nuevamente y giró la cabeza para verla mejor. Con un suspiro, habló:

- Estamos juntas –resumió y Anya, que estaba acostumbrada a sus pocas palabras, comenzó a preguntar directamente.

Miradas (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora