2 de Mayo del 2015
-Por favor papá...dame permiso para salir con ella. Aunque sea por los alrededores.
-Jadel, es de Molly de quién estamos hablando.- fruncí el ceño.
-No sé a que te refieres con eso...-si lo sabía, pero seguía confiando en ella.
-Sí lo sabes Jadel, no eres tonto. Sabes que Molly puede darle una crisis fácilmente y...
-Hace meses que no le dan, podremos dar una vuelta. Papá, no vamos a salir a la calle...no aún.
Papá suspiró. En todos estos meses, casi un año, Molly no sólo se había colado en mi corazón, sino que también lo hizo con el de mi padre, y seguido con el de mi madre; que hace un mes vino a conocerla.
Por eso él tenía miedo; de que a Molly le volviesen a dar esas crisis peligrosas, de esas que casi acaban con su vida.
Pero yo estoy ahí. Ahora estoy con ella.
-¿No vas a parar, cierto?- sonreí complacido.
-Ya me conoces, no paro hasta que lo consigo.
-Jadel...-me volví a girar para mirarlo, ya que estaba apunto de salir para decirle a Molly la sorpresa.
-¿Sí?
-Quiero darte una charla. Una pequeña charla, de verdad.
Me alcé de hombros y me volví a sentar dónde estaba. Papá me miraba con profundidad, quería ver a través de mis ojos algo.
-Molly...¿es algo más que tú paciente, cierto?- mi estómago hizo cosquillas.
El hecho de que alguien más viera lo que yo sentía por Molly hacía el sentimiento más real.
-Eh...
-No me lo digas. Yo te veo. Cuidas a más personas, pero cuándo estás con Molly...sé que te sientes diferente. Noto que te gusta, que la quieres.
-¿Es malo?- me lo pregunté más a mi que a él.
-Por supuesto que no, Jadel. Sentir amor hacia alguien...es espectacular. Pero Molly...ella quizás no, quizás ella no sienta nada. Y quizás tú seas el que salga mal de todo esto.
-Ella no siente nada papá.- confirmé. -Pero yo puedo ayudarle a que vuelva a hacerlo, sé que puedo. Y lo haré, cueste lo que cueste.
Después salí con Molly a dar vueltas por el jardín del hospital . Su brazo rozaba el mío sutilmente, ella miraba todo, pero en realidad no miraba a nada.
Quizás no esté bien así. Quizás al ver a todas éstas personas con problemas mentales, hablando, llorando y gritando solas no se sienta cómoda.
Molly se quedó mirando a una mujer mayor que estaba sentada en una silla, debajo de un árbol que la cubría del sol de Mayo y haciendo puntos de lana.
-Tú debes de ser Molly.- le dijo la señora con una sonrisa maternal. -Soy Lea, ¿te gustaría aprender hacer puntos?- entonces Molly se sentó frente a ella mientras Lea le hablaba de su vida.
Y por primera vez en todo éste tiempo, me miró. No duró mucho pero fue una mirada de agradecimiento.
Molly ya tiene una nueva amiga.